Hoy quiero tomarme de tu mano
Hoy quiero tomarme de tu mano
Cuando era un niño me gustaba caminar tomado de la mano de mi madre. O si no, metía mi mano entre su codo y antebrazo y caminaba prácticamente “colgado” de ella. A veces era una verdadera molestia para ella, si venía del supermercado cargada con bolsas o con cosas en las manos, pero igualmente me las arreglaba siempre para andar colgado de ella. Este hábito me infundía seguridad, tranquilidad.
Recuerdo una época en que los fines de semana, ella iba a la casa de un pariente. Al atardecer, nos veníamos caminando de vuelta a casa. Era una caminata como de media hora, tal vez cuarenta minutos. Y yo colgado de ella, como siempre. No importa si a veces conversando, o a veces en silencio; la cosa es que disfrutaba mucho ese tiempo con ella. A pesar de ser un niño pequeño, caminar junto a ella hacía que no existiera el cansancio. Años más tarde, comprendí que para ella no había sido lo mismo. Iba a realizar trabajos domésticos a la casa de ese pariente, no recibía paga alguna por su labor y nos veníamos caminando, no por gusto, sino porque no tenía para pagar el pasaje en el transporte público de pasajeros.
La imagen que tenemos de nuestros padres, marca todo un derrotero de lo que será nuestra relación con Dios. Hoy, recordar el desinteresado sacrificio de mi madre, la ingratitud de sus parientes, y el pequeño colgado de su brazo; literalmente me pintan un vivo cuadro de mi relación con el Señor.
Cruento, abnegado sacrificio el de Nuestro Amado Señor, quien fue levantado en una cruz por causa de nuestras rebeliones.
Ingratitud de quienes muchas más veces de las que somos capaces de imaginar no valoramos o no tenemos capacidad de dimensionar lo suficiente, tamaña Gracia del Perdón otorgada con su ofrenda; don gratuito para quienes lo recibimos, pagado a tan elevado precio por quien tuvo a bien darlo.
Y finalmente, el pequeño colgado de su brazo, o tomado de su mano. Señor, nada soy sin ti. Me encuentro perdido y sin rumbo si no siento tu mano tomándome fuertemente la mía.
Señor, hoy quiero caminar, quiero vivir tomado de tu mano y sentir tu fortaleza en mí hoy. Contigo es fácil el yugo y ligera la carga.
Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.
(Mateo 11:28-30 RV2000)
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