Cuando la bendición se convierte en ídolo
Cuando la bendición se convierte en ídolo
Por: Luis Caccia Guerra
Escrito originalmente para www.devocionaldiario.com
Autorizado para ser publicado en:
www.laroca-ministerios.com.ar, www.larocaministerios.blogspot.com
Hace unos días escuché un mensaje de esos que te llegan muy a lo profundo del corazón. Quise compartirlo con nuestros amados lectores, ya que es también una experiencia por la que ha pasado quien esto escribe. Dicho sermón abarcaba unos cuantos temas, pero uno de ellos me tocó de una manera muy particular y es el que da título al presente devocional.
Nunca me hubiera imaginado que una bendición de Dios podía ser transformada en ídolo.
Carlos, obrero de muchos años en las lides del Señor y pilar en esa congregación; que dicho sea de paso, ha sido de mucha bendición para mí y mi familia; hablaba de cómo su amada nietita le inspiraba, le daba fuerzas para continuar a pesar del cansancio y las dificultades. Esa niñita era su “motor” de vida. Un día enfermó gravemente a raíz de una reacción alérgica producida por la administración de una vacuna. Carlos vio entonces literalmente desplomarse toda su vida. La pequeña estuvo grave hasta que por fin, se dieron cuenta de cuál había sido el error: “Dios es celoso”, le comentó su esposa. Esa pequeñita había acaparado prácticamente toda la atención, motivos de vida y ministerio; se había convertido en el centro de su vida… cuando ese lugar le pertenece única y exclusivamente a Dios. Había hecho de un milagro de Dios, un objeto de adoración.
Me impactó tanto lo que estaba diciendo este amado hermano, que rápidamente tomé mi Biblia y me adelanté varias filas más cerca del púlpito para poder escuchar mejor.
Semejante mensaje no pudo haber llegado a mi vida en un momento más oportuno. Hace unas semanas, escribí “Derribando los altares de Baal”; de cómo quien esto escribe había usado tiempos, herramientas y talentos que Dios me ha dado para mi ministerio, en actividades y contenidos que en realidad me alejaban de El. Aún no he terminado de derribar todos los altares. Todavía quedan algunos. Pero hoy cuando pasamos tan malos momentos, cuando todo lo que edifiqué literalmente se está desplomando, cuando mi vida parece estar llegando a un callejón sin salida; a raíz de este mensaje descubro que había en nuestras vidas un ídolo mucho más grande que todos los otros juntos… nuestra propia hija.
Ella había llegado a nuestras vidas en forma providencial, milagrosa; absolutamente en contra de todo lo predecible. Contra viento y marea ella está aquí. Esa niñita se convirtió en mi “cable a tierra”, motivo de inspiración, centro de atención y adoración. Seguramente ya lo habrán notado a través de mis escritos en los que menciono algunas de sus travesuras o anécdotas con ella. Pero hoy caigo en la cuenta de que durante todos estos años, hemos estado convirtiendo el milagro de Dios en un altar de adoración, cuando ese lugar le corresponde única y exclusivamente a Nuestro Amado Señor.
Y es que muchas veces, la bendición es tan grande o tan largamente esperada, que se nos escapa el “detalle” de que no es el objeto de adoración, sino Dios, quien abrió las puertas de los cielos para que su lluvia de bendición sobreabunde.
Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. (1 Tesalonicenses 5:23 RV60)
Por: Luis Caccia Guerra
Escrito originalmente para www.devocionaldiario.com
Autorizado para ser publicado en:
www.laroca-ministerios.com.ar, www.larocaministerios.blogspot.com
Hace unos días escuché un mensaje de esos que te llegan muy a lo profundo del corazón. Quise compartirlo con nuestros amados lectores, ya que es también una experiencia por la que ha pasado quien esto escribe. Dicho sermón abarcaba unos cuantos temas, pero uno de ellos me tocó de una manera muy particular y es el que da título al presente devocional.
Nunca me hubiera imaginado que una bendición de Dios podía ser transformada en ídolo.
Carlos, obrero de muchos años en las lides del Señor y pilar en esa congregación; que dicho sea de paso, ha sido de mucha bendición para mí y mi familia; hablaba de cómo su amada nietita le inspiraba, le daba fuerzas para continuar a pesar del cansancio y las dificultades. Esa niñita era su “motor” de vida. Un día enfermó gravemente a raíz de una reacción alérgica producida por la administración de una vacuna. Carlos vio entonces literalmente desplomarse toda su vida. La pequeña estuvo grave hasta que por fin, se dieron cuenta de cuál había sido el error: “Dios es celoso”, le comentó su esposa. Esa pequeñita había acaparado prácticamente toda la atención, motivos de vida y ministerio; se había convertido en el centro de su vida… cuando ese lugar le pertenece única y exclusivamente a Dios. Había hecho de un milagro de Dios, un objeto de adoración.
Me impactó tanto lo que estaba diciendo este amado hermano, que rápidamente tomé mi Biblia y me adelanté varias filas más cerca del púlpito para poder escuchar mejor.
Semejante mensaje no pudo haber llegado a mi vida en un momento más oportuno. Hace unas semanas, escribí “Derribando los altares de Baal”; de cómo quien esto escribe había usado tiempos, herramientas y talentos que Dios me ha dado para mi ministerio, en actividades y contenidos que en realidad me alejaban de El. Aún no he terminado de derribar todos los altares. Todavía quedan algunos. Pero hoy cuando pasamos tan malos momentos, cuando todo lo que edifiqué literalmente se está desplomando, cuando mi vida parece estar llegando a un callejón sin salida; a raíz de este mensaje descubro que había en nuestras vidas un ídolo mucho más grande que todos los otros juntos… nuestra propia hija.
Ella había llegado a nuestras vidas en forma providencial, milagrosa; absolutamente en contra de todo lo predecible. Contra viento y marea ella está aquí. Esa niñita se convirtió en mi “cable a tierra”, motivo de inspiración, centro de atención y adoración. Seguramente ya lo habrán notado a través de mis escritos en los que menciono algunas de sus travesuras o anécdotas con ella. Pero hoy caigo en la cuenta de que durante todos estos años, hemos estado convirtiendo el milagro de Dios en un altar de adoración, cuando ese lugar le corresponde única y exclusivamente a Nuestro Amado Señor.
Y es que muchas veces, la bendición es tan grande o tan largamente esperada, que se nos escapa el “detalle” de que no es el objeto de adoración, sino Dios, quien abrió las puertas de los cielos para que su lluvia de bendición sobreabunde.
Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. (1 Tesalonicenses 5:23 RV60)
Comentarios
Publicar un comentario
Tu comentario nos interesa