No puedo vivir sin tí
No puedo vivir sin ti
Por: Luis Caccia Guerra para: www.devocionaldiario.com; www.larocaministerios.blogspot.com
Hace unos pocos días, extenuado y en un rapto de ira, clamé a Dios: “SEÑOR, ¡ESTOY MUY ENOJADO CONTIGO!”
Ver mi escritorio lleno de papeles y asuntos pendientes, tanto en casa como en la oficina; con todo empezado y nada por terminar; que muy lejos de la tranquilidad y concentración que necesito, las tareas y las responsabilidades parecen multiplicarse de manera exponencial, me hace sentir insuficiente, me produce mucha angustia y desasosiego. Las cosas se precipitan de tal manera que ya he perdido el control y la capacidad de ordenarme y organizar mis cosas.
Esa noche buscaba afanosamente un papel que suponía extraviado en medio de tal caos. En realidad ya venía de varios episodios parecidos, por lo que este último vino a ser la gota que desbordó la copa. Fue en ese momento cuando lejos de un “Señor, te amo”, me arranqué la careta y me manifesté nunca tan atrozmente sincero con mi Señor…
Pero Dios tenía varias sorpresas reservadas para mí. Buscando frenéticamente entre mis papeles, se hizo evidente ante mis ojos, como con luz propia, un artículo que había impreso días atrás. En grandes letras dice: “No te enojes con Dios” de Enrique Monterroza. Uno a cero. Dios gana.
Me quedé con la mente en blanco contemplando largo rato las hojas del artículo prolijamente abrochadas. Un nudo se me hizo en la garganta, y por un momento aplacó mi catarata de sentimientos negativos. Pero como el recibo que buscaba seguía sin aparecer, otra vez mi viejo hombre decidió dirigirse a Dios con la más absoluta “sinceridad”: “¡Esto no es lo que te pedí, Señor!” clamé con vehemencia.
Un nuevo escrito se hizo otra vez evidente… “Dios sin instrucciones”, dice en letras negritas y subrayado ¡de mi propia autoría! Dos a cero, Señor.
Pero esa noche mi alma estaba demasiado alborotada. La angustia y el desasosiego habían ganado terreno sobre la fe y la esperanza, por lo que una vez más clamé: “¡Estoy harto!” Y allí prolijamente archivado en una carpeta, estaba “Debajo del enebro”… también escrito por mí…
Cuando llegó, le pregunté a mi esposa si sabía del destino del papel que tan afanosamente buscaba. ¡No existe ese recibo! ¡Nunca existió porque ese pago no se había podido realizar todavía!
Fue entonces, cuando recordé: “Desde lo profundo del corazón” también escrito por este servidor, y lloré.
¡Perdón, Señor! ¡No puedo vivir sin ti! Dije, rindiendo toda mi ira y enojo ante el altar del Señor.
Pocas veces recuerdo haber percibido a mi Señor hablándome así en una manera tan tangible y evidente como ese día.
Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos. Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.
(Romanos 8:26-28 RV60)
Comentarios
Publicar un comentario
Tu comentario nos interesa