¡Manda el fuego!


¡Manda el fuego!
Por Luis Caccia Guerra escrito originalmente para www.devocionaldiario.com

No deja de asombrarme cada vez que lo leo, el impresionante relato de I Reyes cap. 18, donde el profeta Elías invoca el fuego divino para su altar. Dice la Escritura que el fuego consumió la leña, el polvo, la ofrenda y aún evaporó el abundante agua vertida para mojar el sacrificio.

El pueblo escogido con frecuencia tendía a apartarse de su Dios, el único y verdadero Dios; y necesitaba de señales y profetas como Elías para recordar quién era su Dios.

Esto en la actualidad le sucede también a los creyentes, pero es un proceso mucho más sutil. Tanto lo es que la fina línea que divide lo que está bien, es lícito y edificante; de lo que no está bien o no es lo apropiado para nuestra edificación; se diluye en una zona gris donde sin darnos cuenta llega un punto en nuestro camino en que no sabemos exactamente dónde nos encontramos parados.

Muchos pastores y líderes de ministerios de pronto se dan cuenta de que su ministerio ha dejado de ser fructífero, o por lo menos esto ha sufrido una merma con respecto a otras épocas anteriores. Pareciera que Nuestro Amado Señor a pesar de su gran amor y cuidado de nosotros, ya no los está bendiciendo como lo hacía en determinado momento. Sin ir más lejos, quién esto escribe lo ha experimentado así muchas veces.

La rutina, los plazos, los compromisos dentro de la comunidad eclesiástica en la que nos movemos, cosas que sin ser malas en sí mismas; a veces –no siempre– se convierten sin que podamos advertirlo, en el mismo objeto de la adoración.

Dios nos enseña en Romanos 12:21 que en la actualidad nosotros mismos somos sacrificio vivo, santo, agradable a Dios a través de nuestros cuerpos.

Para Dios no hay sacrificio sin fuego. Ese Dios de Elías, es nada más ni nada menos que nuestro mismo Dios en la actualidad. Y Nuestro amado Señor ha puesto a nuestra disposición ese fuego abrasador que “queme” nuestra ofrenda. Su Espíritu Santo.

Es por ello, que hoy clamamos a Ti Amado Señor… ¡MANDA EL FUEGO!!!

Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba,  el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas,  como de fuego,  asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo,  y comenzaron a hablar en otras lenguas,  según el Espíritu les daba que hablasen.
(Hechos 2:2-4 RV60)

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