Qué les enseño a mis hijos sobre competir
Alex López
La Catapulta
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¿Quién saltó más alto? Preguntaba en la piscina una hermana gemela a su papá. Competir, ganar o perder…
Competencia justa cuando se compite con las reglas o competencia malévola cuando Maquiavelo es el entrenador y al final de cuentas, “el fin justifica los medios”. ¿Qué les he enseñado a mis hijos desde pequeños sobre la competencia?
Desde pequeños les he enseñado que entre hermanos no competimos. Porque en una competencia, siempre hay un ganador y un perdedor. Al contrario, entre hermanos nos apoyamos.
También les he enseñado, que en un futuro todos ellos van a tener distintas profesiones, distintos ingresos y si uno de los cuatro no tiene para salir adelante, que lo ayuden.
Pónganse de acuerdo y cómprenle un carro, pero no tiene que ser como el que tengan ustedes, pero sí cubrir sus necesidades. Consíganle trabajo, ayúdenlo a salir adelante, pero si es haragán, eso es otra historia. La Biblia dice que el que no trabaja, bueno es que no coma.
Las empresas compiten, las personas compiten, unas veces ganan, otras veces pierden. El espíritu competitivo se da en todos los ámbitos. Pero existe un camino superior.
¿Qué más les enseño a mis hijos sobre la competencia? No compitan contra otros, compitan contra ustedes mismos. Cada día sean mejores, que el yo de ayer. Porque detrás de un ganador, siempre vendrá otro más enfocado y empoderado, que muy probablemente nos ganará. Triunfan, disfruten. Pierden, acepten y aprendan del que fue mejor.
Los campeones no duran eternamente. Sólo Jesús cuando triunfó sobre la muerte y el pecado en la cruz permanece para siempre. De allí en adelante, todas las victorias personales o empresariales son puros relevos de campeones temporales. Hoy el campeón será uno, mañana será otro.
Por eso, si nuestra identidad está en el trofeo, qué seremos cuando ya no lo ganemos. Nuestra identidad no debe descansar en algo tan frágil y pasajero como nuestros logros o victorias.
Una de mis hijas me dijo que, para ayudarnos a gastar menos en el pago de su universidad, iba a participar en un concurso con todos los alumnos de primer ingreso en su Facultad, pues tendría un buen descuento en toda la carrera, si mantenía el promedio requerido.
La animé a hacerlo con todo empeño, pero no a preocuparse por ganar. Que haríamos el esfuerzo por pagar su universidad con o sin descuento. Compitió y ganó el primer lugar. Y, no sólo compitió, lo disfrutó. No tenía presión de arriba (de sus papás), pero sí la normal de adentro (ella misma).
Mi segundo hijo, participará este año en otra competencia con todos los alumnos de primer ingreso de su Facultad. Me dijo, quiero ganar el descuento papi. A lo que le dije lo mismo, poné todo tu empeño, pero si no ganas no hay problema. Participar con esperanza, aunque se pierda es un buen ejercicio. Pero así es la vida, uno ganará, otros no. Pero no valgo lo que gano, valgo lo que soy, un hijo de Dios.
Por el amor de los padres no se compite. El amor sacrificial de Dios nos enseña que se ama porque esa es su esencia. Dios amó tanto al mundo, que envió a Jesús a morir por nosotros. Y, ¿Cómo demuestra Dios su amor por nosotros? En que cuando éramos pecadores y malvados, Cristo murió por nosotros. El llama, no a justos o a santos al arrepentimiento, porque no existe ninguno que no haya pecado, sino a pecadores al arrepentimiento.
¿Por qué te amo? Esa pregunta les hacía a mis hijos de pequeños. La respuesta era simple y yo se las enseñaba. Te amo, porque sos mi hijo. Lo bueno o malo que hagas nos pondrá felices o tristes, pero nuestro amor como padres para ustedes estará allí siempre disponible para ustedes.
Somos llamados a amar como Dios nos ama, porque en la vida espiritual no hay competencia, todos somos perdedores. El pecado nos ha ganado a todos. Pero allí entra la gracia de Dios en Jesús. El ganó la victoria al vivir una vida sin pecado y morir por nosotros en la cruz. Nosotros sólo somos más que victoriosos, porque no hicimos nada, Dios lo hizo en Jesús por nosotros. Nos regaló la victoria.
“Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.” Romanos 8:37-39
“Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran. Vivan en armonía los unos con los otros. No sean arrogantes, sino háganse solidarios con los humildes. No se crean los únicos que saben. No paguen a nadie mal por mal. Procuren hacer lo bueno delante de todos.” Romanos 12:15-17
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