Como llegaremos a 1000

Por: Diego Brizzio



Les tengo una sorpresa hermanos. Miren estas imágenes: así será el nuevo edificio que construiremos para la iglesia… y así será su auditorio… y así sus aulas, y así su estacionamiento… Ustedes saben que ya somos mil miembros, y necesitamos instalaciones apropiadas…
¿Qué tal? ¿Les gustaría que un día anunciáramos esto de verdad? Porque, obviamente, lo del proyecto no es verdad, todavía. Y tampoco es verdad lo de los mil miembros. Sin embargo, eso es lo que debe suceder. Como iglesia, debemos crecer en cantidad, debemos llegar a ser varios cientos, o mil, o más de mil. La pregunta que nos vamos a responder ahora es esa, precisamente…
Cómo llegaremos a 1000
Nuestra responsabilidad en el crecimiento numérico de la iglesia
En el libro de hechos de los Apóstoles, que es como una historia de los primeros cristianos, se ve que crecer en cantidad es bueno; es bueno porque glorifica a Dios, porque más personas son rescatadas del mal, y restauradas para vida eterna. Y en ese libro puede verse que el Señor ciertamente hace crecer a la iglesia, agrega personas, cuando la iglesia se mantiene entusiasmada, cumpliendo ciertas responsabilidades. En esta ocasión veremos cuáles son esas responsabilidades que nos harán llegar a mil:
I.          “Y con otras muchas palabras testificaba solemnemente y los exhortaba, diciendo: ¡Sed salvos de esta perversa generación! … Y en aquel día fueron añadidas como tres mil personas” (2.40-41; 5.42 al 6.1; 11.20-21; 14.1, 21). Ahí está, ¿cómo fue que la iglesia creció de 120, a más de 3000, qué hizo? Dice que testificaba solemnemente y exhortaba. Aquí está la primera responsabilidad: llegaremos a mil compartiendo el evangelio. A ver: si queremos que un campo se llene de trigo, ¿qué semilla tenemos que sembrar? … Trigo. ¿Y si queremos que una iglesia se llene de discípulos de Cristo, ¿qué semilla tenemos que sembrar? … El evangelio de Cristo. El evangelio de Cristo es el que produce discípulos de Cristo. No hay otra cosa. (1 P 1.23). Así que, tanto individual como corporativamente debemos contarle a la gente que el Hijo de Dios se hizo hombre, y que por amor quiso morir en lugar de nosotros en la cruz, cumpliendo la justa sentencia condenatoria por nuestros pecados. Debemos contarle que al tercer día resucitó físicamente de entre los muertos, y que ascendió a los cielos, y que hoy es el único Salvador. Debemos contarle esto a la gente seriamente, con todas las letras, sin diluir ni disimular nada. Y debemos invitarla a confiar en ese Señor. Obviamente, no todos confiarán, pero algunos sí, y así la iglesia crecerá. ¿Cómo llegaremos a mil, hermanos? Compartiendo el evangelio. El domingo próximo es otra hermosa oportunidad para evangelizar como iglesia. Vamos con la segunda…
II.         “Los apóstoles salieron del Concilio Supremo con alegría, porque Dios los había considerado dignos de sufrir deshonra por el nombre de Jesús. Y cada día, en el templo y casa por casa, seguían enseñando y predicando este mensaje: «Jesús es el Mesías».” En aquellos días el número de los discípulos aumentó (5.41-6.1; 4.1-4). ¿Cómo fue que el número de los discípulos aumentó, qué hizo la iglesia? Bueno, dice que predicaba el mensaje el evangelio, como ya vimos, y que enseñaba. Así que, esta es la segunda responsabilidad: llegaremos a mil enseñando toda la Biblia. Aparte de predicar la muerte de Cristo y su resurrección, y la salvación que hay en él, también debemos enseñar toda otra escritura, toda otra verdad bíblica: sobre la creación, sobre las relaciones familiares, la sexualidad, los milagros, la administración económica, lo que pasa después de la muerte, el diablo y los demonios…. Toooda escritura, toda verdad bíblica. ¿Por qué? Bueno, (1) por los que ya son creyentes, porque la verdad bíblica los fortalece o forma, y así glorifican más a Dios, y también predican más el evangelio de Cristo, y así otros se convierten, y así la iglesia crece. Y (2) por los que todavía no son creyentes, porque la verdad bíblica les hace sentido de muchas cosas de la realidad, les hace clic de muchas cosas, los ilumina, y así se sienten más atraídos a Dios, y más preparados para recibir luego el evangelio, y convertirse. Yo viví esto, hermanos: mi padre espiritual en principio no me predicó propiamente el evangelio. Me enseñaba la Biblia respondiendo a las preguntas que yo le hacía sobre otros temas. Y así fui atraído a Dios, y después de algunos meses recibí el mensaje de Cristo que él mismo también me predicó. Nuestro hermano Oscar Cicero vivió lo mismo: en principio no escuchó el evangelio de Cristo, sino un mensaje sobre la salud y la enfermedad. Y eso le atrajo hacia Dios, y luego de algunas semanas, recibió el mensaje del evangelio, y confió en Cristo. Así que, ¿cómo llegaremos a mil? Enseñando toda la Biblia, por los que ya son creyentes, y por los que todavía no lo son. Tercera:
III.        El mismo texto que leímos recién dice que la iglesia evangelizaba y enseñaba “cada día, en el templo y casa por casa” (5.42; ver también 2.46). ¿Qué hizo la iglesia para crecer, aparte de evangelizar y enseñar? Ellos vivían su fe en todo momento y lugar. Así que, esta es nuestra tercera responsabilidad: llegaremos a mil viviendo nuestra fe en todo momento y lugar. Mientras pensemos que la fe se vive sólo los días domingo, o sólo en este lugar de reunión, la iglesia no crecerá. Crecerá cuando vivamos nuestra fe todos los días, todo el día; en la casa, en el trabajo, en el lugar de estudios, en la cancha, en el café… Entonces crecerá. (1) Porque la gente a la que tenemos que llegar es la que está fuera de este local, y la que se relaciona con nosotros todos los días; y (2) porque le gente va a ser mucho más atraída por una fe de todo momento y todo lugar, que por una fe que no lo sea. Si un compañero de trabajo te dice: “—Tengo a mi hijito muy enfermo”, ¿le vas decir “—Andá a la iglesia el domingo para que oremos?” ¡No! Tenés que decirle: “—Oh, lo siento. Permitime orar por tu hijito aquí y ahora” Dios es un Dios en el que podes confiar, y al que debés ir y honrar en todo momento y lugar. Si vivimos así nuestra fe, con el tiempo la iglesia crecerá, y pasaremos los mil.
IV.       Sigamos en el mismo texto. Dice: “Los apóstoles salieron del Concilio Supremo con alegría, porque Dios los había considerado dignos de sufrir deshonra por el nombre de Jesús. ¿Cómo crecía la iglesia, qué hacía? Hacía todo lo que ya vimos a pesar de que habían sido apresados, encarcelado, azotados y amenazados. Esa es nuestra cuarta responsabilidad: llegaremos a mil perseverando a pesar de la hostilidad. Todos lo sabemos: cuando evangelizamos y enseñamos en cualquier momento y lugar, nos encontramos con que algunos son indiferentes, y nos resisten, nos rechazan, se burlan, o se vuelven hostiles. Si a la primera de esas, nosotros abandonamos, inconscientemente la gente va a pensar que nuestra fe no es tan importante; pero si perseveramos, va a pensar que si estamos dispuestos a ser maltratados, entonces debe valer la pena, y así va a ser más atraída hacia Cristo, y la iglesia crecerá. ¿Sabés cómo la gente de los primeros siglos llegaba a confiar en Cristo? Viendo que los cristianos perseveraban en la fe a pesar de ser amenazados con la decapitación, o de ser llevados al circo romano. Sí, hermanos, para llegar a mil necesitamos perseverar a pesar de la hostilidad.
V.        “Por manos de los apóstoles se hacían muchas señales milagrosas y prodigios entre el pueblo… Y muchos más creyentes en el Señor eran añadidos: multitudes de hombres y de mujeres” (5.12, 14; ver también 9.32-42). ¿Cómo eran añadidos “muchos más creyentes, multitudes? ¿Qué hacía la iglesia? Dice que los apóstoles hacían milagros. Esta es la quinta responsabilidad: llegaremos a mil confiando en el poder milagroso del Señor. La iglesia no va a crecer si confiamos en que el Señor solamente puede sanar resfríos y dar un trabajito. La iglesia crece confiando realmente en que Dios es todopoderoso (Ap 1.8), en que para él todo es posible (Mr 9.23; 10.27), en que mayor es el que está en nosotros que el que está en el mundo (1 Jn 4.4). La iglesia crece confiando en que Dios puede hacer cosas grandes: impregnar Villamarini con su Palabra; levantar de entre nosotros a varios misioneros más, darnos denuedo para testificar, sanar enfermedades incurables, liberar endemoniados, restaurar matrimonios, familias y hogares, restaurar adictos, perdonar a delincuentes y corruptos, impedir leyes, consolar al abatido, dar esperanza al angustiado… La iglesia crece confiando en el poder milagroso del Señor. Así llegaremos a mil.
VI.       “Y estaban dedicados constantemente… a la comunión… Todos los que creían estaban juntos; y tenían todas las cosas en común; y vendían las propiedades y las posesiones, y las distribuían a todos según la necesidad de cada cual. Y perseverando unánimes… compartían el alimento con alegría y sencillez de corazón… Y cada día el Señor añadía al número los que iban siendo salvos” (2.42-47; 5.12-13). Él Señor añadía al número, pero ¿qué hacía la iglesia? Dice que los creyentes estaban juntos, en armonía y ayudándose. Esa es nuestra sexta responsabilidad: llegaremos a mil manteniéndonos juntos, en armonía y ayudándonos. La iglesia no va a crecer si nos aislamos o ausentamos de los encuentros fraternales, si nos peleamos o distanciamos, o si somos indiferentes ante las necesidades de los demás. No. La iglesia crecerá cuando nos reunamos y estemos juntos, tanto aquí los domingos, como durante la semana en los grupos de crecimiento, o visitándonos. La iglesia crecerá cuando nos relacionemos con los demás y lo hagamos bien. Crecerá cuando seamos sensibles ante las necesidades de los demás, y los ayudemos. Cristo dijo que el amor mutuo entre los creyentes es una evidencia clarísima de que somos sus discípulos, y esto atrae a otros hacia la fe. Me ha alegrado mucho ver cómo últimamente muchos hermanos han ayudado a otros en casos de necesidad práctica. Siempre que crezcamos en esto, llegaremos a mil.
VII.      “Muchos de los que habían creído llegaban ahora y confesaban públicamente sus prácticas malvadas. Un buen número de los que practicaban la hechicería juntó sus libros en un montón y los quemó delante de todos… Así la palabra del Señor crecía y se difundía con poder arrollador” (19.18-20). ¿Cómo crecía la iglesia, qué hacía? Dice que los creyentes confesaban sus pecados, y los abandonaban completamente. Esta es nuestra séptima responsabilidad: llegaremos a mil purificándonos de los pecados. La iglesia no va a crecer mientras mantengamos escondidos nuestros pecados, y los sigamos atesorando o abrigando. La iglesia crecerá (1) cuando cada cual confiese todo lo propio que ofende a Dios, lo saque a la luz, lo admita y mencione con nombre y apellido, primero delante de Dios, y si es posible también delante de alguien de confianza. Así se rompen las cadenas de la oscuridad. (2) Aparte, también es necesario, obviamente, abandonar los pecados: no sólo la brujería y la curandería, sino también el maltrato, la violencia, la deshonestidad, la discriminación, la adicción a la pornografía, las relaciones sexuales fuera del matrimonio, etc. Llegaremos a mil dando evidencias genuinas de transformación espiritual.
VIII.    “Escogieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, y a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas y a Nicolás, un prosélito de Antioquía. Los presentaron a los apóstoles, quienes oraron por ellos [y les encomendaron el servicio]. Y la palabra de Dios se difundía: el número de los discípulos aumentaba considerablemente en Jerusalén…” (Hch 6.3-7). ¿Cómo era que el número de los discípulos aumentaba? ¿Qué hacía la iglesia? Ese texto dice que el trabajo se distribuía. Así que, esta es nuestra octava responsabilidad: llegaremos a mil distribuyéndonos el servicio. La iglesia no va a crecer si unos pocos hacen la mayoría del servicio. La iglesia crecerá si todos hacemos una parte. Si hay algo que me encantó del domingo 7 de abril en el parque San Vicente, en Sígueme por más salud, fue que todos trabajamos. Eso es lo que debemos seguir haciendo. Cada cual debe hacer algo de todo el servicio que hay que hacer. Así llegaremos a mil.
Ocupándonos entusiastamente de estas ocho responsabilidades, llegaremos a mil. ¿Querés ser parte del crecimiento, hermano?
Imagen: https://pixabay.com

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