Serie El Evangelio de Dios-Mensaje 8 Fin de Ciclo: El encargo de Cristo


Mensaje 8: El Encargo de Cristo
Texto del Mensaje compartido por el Pastor Diego Brizzio el 29/07/2018.-

Iglesia Cristiana Evangélica “Sígueme”
España 155 Godoy Cruz Mendoza Argentina

Un curso de tercer año de un colegio secundario. El profesor está dando la clase. Un alumno le dice a otro: “—Che, este profe es evangelista. Hacele alguna pregunta sobre religión, así se entretiene varios minutos con la respuesta, y nos salvamos de la clase”. Entonces, el alumno atrevido, fingiendo interés, le hace una pregunta, le hace dos, le hace tres… Y así se pasan como 15 minutos de la clase hablando de religión. La semana próxima, el alumno vuelve hacer lo mismo; y la otra lo mismo… y el profe sigue respondiendo sus preguntas. Hasta que el alumno empieza a sentir un verdadero interés por esos temas, y empieza a leer la Biblia, y empieza a encontrarse con la verdad, y empieza a sentir un cambio en su corazón. Mientras tanto, una compañera del mismo curso, que se ha convertido a Cristo hace poco, le cuenta cómo ella conoció a Cristo, y cómo su vida cambió, y algunas de las cosas que hacen en la iglesia los fines de semana. Influenciado por su profe y por su compañera, este alumno hablador y atrevido, acepta la invitación del profesor, y asiste a la reunión de la iglesia el fin de semana. Le gusta. La semana siguiente también asiste. Y le gusta más. Y la semana siguiente también. Ese domingo, el pastor lee Romanos 10.9, lo explica, y pregunta quién quiere arrepentirse de sus pecados y confiar en Jesucristo como Salvador. El alumno hablador y atrevido lo hace: se arrepiente y cree, y toda su vida cambia para siempre.
Ese profesor se llama Roberto Canello. Esa compañera se llama Silvana Benedette. Y ese alumno hablador y atrevido, que cayó en su propia trampa, soy yo. Yo llegué a Cristo por dos cristianos comunes que, mientras vivían, obedecían el encargo de Cristo respecto de su mensaje 
Hoy tenemos la última parte de la serie “El evangelio de Dios”:
El encargo de Cristo
Muchos de nosotros lo sabemos muy bien, lo hemos escuchado muchas veces: el encargo de Cristo es que anunciemos su evangelio, su mensaje; que lo anunciemos hasta el último grupo étnico del mundo, y que lo anunciemos en nuestro medio. Ahora bien, muchos de nosotros no sabemos cómo hacerlo, realmente no nos manejamos muy bien haciendo eso. Bueno, hoy vamos a ver cómo compartir nosotros mismos el mensaje de Cristo. Veremos un modo sencillo, personal y serio para compartirlo. El que aprende esto, le cambia la vida a otros, hace crecer la iglesia, y multiplica por mil el sentido de su vida.
Marcos 5.18 al 20… Al entrar él en la barca, el que había estado endemoniado le rogaba que le dejase estar con él. Mas Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti. Y se fue, y comenzó a publicar en Decápolis cuán grandes cosas había hecho Jesús con él; y todos se maravillaban. Aquí tenemos al endemoniado gadareno, después de haber sido liberado por Jesús; y tenemos también a Jesús encargándole que comparta él mismo su mensaje, y que le dice cómo debe hacerlo. Aquí hay 5 puntos que nos vienen muy bien:
I.          Primero: Jesús le dice: “Cuéntales”. Así que, compartís el mensaje de Cristo contando. No vas a dar un discurso profesional. Simplemente vas a “contar”, a relatar. ¡Y yo sé que vos podés contar! ¿Quién no puede? De hecho, casi todo lo que decís, es para contar algo: cómo te fue en el centro, qué te pasó en la escuela, en el trabajo, qué pasó en el último capítulo de la novela, cómo fue la jugada del gol, etc. Así que, vas a contar. Sencillo.
II.         Segundo, Jesús dice: “Ve a tu casa, a los tuyos”. Así que, lo que vas a contar, lo vas a contar a los tuyos. ¿Quiénes son los tuyos? … Son todos aquellos con los cuales te relacionás: familiares, amigos, compañeros, colegas, vecinos, proveedores, clientes, profes, alumnos… Incluso, aquellos con los cuales conversás casualmente, si se da la ocasión. ¡No son pocos los tuyos! Cada uno de ellos es alguien puesto por Cristo para que le cuentes, forma parte de tu radio de influencia. Tenés que mantenerte abierto y expectante, porque tal vez hoy o mañana el Espíritu te dé una oportunidad con alguno de ellos.
III.        Tercero, Jesús le dice: Cuéntales “cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti”. El gadareno tenía que contar en qué estado lo había encontrado Cristo. Aunque en Gadara todos sabía eso: que estaba lleno de demonios, que estaba lejos de su familia y de su gente, que se dañaba a sí mismo, que vivía gritando, que nada ni nadie había podido ayudarlo, etc. Tenía que contar cómo había sido su encuentro con Cristo: como Jesús llegó en la barca, y cómo se encontraron, y cómo Jesús lo liberó con misericordia y poder. Y también debía contar cómo había cambiado su vida desde ese encuentro: había vuelto a su gente, recuperado su dignidad y actividad, y estaba en su juicio cabal. Miren, Pablo también contaba su historia: “Yo antes era perseguidor de los cristianos, y hacía esto y esto; pero Cristo me encontró camino de Damasco, y fue así y así; y ahora vivo en la fe de Cristo, lo sigo y lo predico en todas las naciones.” Así que, contales a los tuyos lo que Cristo ha hecho por vos. Sinteticemos así lo que vas a contar: vas a contar tu historia, y la historia de Cristo.
De tu historia, vas contar: Œ En qué estado te encontró Cristo: cuál era tu mala conducta o tus vicios; o cuán feo era tu carácter o mundo interior; o qué mal momento estabas pasando. Debés ser honesto y abierto en esto. Vas a contar cómo fue tu encuentro con Cristo: quién te habló de él, cómo te acercaste a Cristo, cómo te convertiste. ŽY vas a contar cómo cambiaste y estás cambiando por ese encuentro: cómo estás dejando tus malas conductas; cómo está cambiando tu carácter y mundo interior; cómo te ayudó en tu mal momento… Es bueno que cuentes todo esto de tu historia. Hacé memoria, y contalo con tus palabras. Una aclaración: si en la misma conversación con la persona, te acordás de una historia más apropiada que la tuya (la historia de algún hermano de la iglesia, o de alguien de quien leíste), podés contarla en lugar de la tuya. También podés contar la historia de alguien de la Biblia.
Y de la historia de Cristo, del evangelio, vas a contar que: Œ lo que Cristo hizo: que el Hijo de Dios por amor aceptó morir en lugar de todos los pecadores, y resucitó de los muertos. Vas contar lo que Cristo quiere y puede hoy: que estás entado a la diestra de Dios y es el único Salvador. ŽY vas a contar lo que Cristo espera: él espera la conversión, que la gente se arrepienta de sus pecados y que crea en Cristo como Salvador. En algún momento tenés que contar la historia de Cristo; de lo contrario no compartís el mensaje de Cristo.
Estoy trabajando en el taller: Mi compañero me dice: “—Es que la bruja de mi mujer me tiene podrido”. ¡Clín! El Espíritu te dice que esta es una oportunidad. Entonces vos le decís: “—¿Por qué, che? (interesate de corazón) “—Y porque bla, bla, bla…” “—Mirá, flaco; quiero contarte algo: Antes yo también me llevaba como perro y gato con mi mujer. Ambos éramos maltratadores. Pero un pariente mío me habló de Cristo, y yo confié en él, y eso me está ayudando un montón. Ahora nos llevamos mucho mejor. ¿Vos sabías que Cristo murió en tu lugar, y resucitó, y hoy quiere salvarte, renovar tu corazón, y guiarte?” Algo así, ¿se dan cuenta? Contar a los nuestros lo que Cristo ha hecho por nosotros.
Y así, con muchas situaciones: con tristezas, con ansiedad, con vicios, etc. Algunas observaciones: ÷Repasá algunas veces tu historia y la historia de Cristo, para que cuando salga la oportunidad de hablar, las tengas más o menos fresca. Así como te sabés tu nombre, o tu dirección, o teléfono, así debés poder contar estas historias. ÷No se trata de contar esos puntos en un perfecto orden; se trata de ir sacándolos a medida que sean necesarios. Tal vez un día contás algo, y en la próxima oportunidad otra cosa. ÷Algunos de los que nacieron en hogares cristianos, tal vez piensen que no tienen cosas muy feas para contar en su historia; pero se equivocan. Piensen en su mundo interior, en su carácter, en sus falsas suposiciones, etc. ÷Jamás menosprecies tu historia como poco interesante. Contala como algo que puede impactar en los demás. ÷Nunca hablés como alguien que ya ha superado todo. Contalo con humildad, y como alguien que está en el proceso de transformación. ÷Cuando invites a la persona a arrepentirse de sus pecados y confiar en Cristo, no te acobardes, pero tampoco la obligues, fuerces ni manipules. Es cierto que está la posibilidad de la muerte y del infierno; pero ni Cristo ni los apóstoles, a la hora de la decisión manipulaban así. Usted confíe en la obra del Espíritu Santo. ÷Por último, dale toda la gloria a Dios: de vos, solamente hablá lo débil, lo malo, lo incapaz; es de Dios que proviene el amor, el poder y el perdón. Que Dios te ayude a contar lo que Cristo ha hecho por vos.
IV.       Cuarto, dice: “…Y comenzó a proclamar”. Así que, el gadareno no postergó el encargo, sino que de inmediato comenzó a cumplirlo, pero tampoco pretendió cumplirlo todo en un rato. Él puso manos a la obra, se puso en campaña. Lo mismo vos: contales a los tuyos comenzando desde ya. No lo postergues, no desobedezcas. Comenzá hoy, decidite hoy, resolvé hoy mismo empezar a compartir el mensaje de Cristo. Pedile al Espíritu que te dirija hacia alguien cada día, que te dé valor y palabras. Ahora bien, no te arrebates; no pretendás terminar el trabajo en un día. No quieras llevarte el mundo por delante. Esta obra dura hasta que Cristo vuelva. Andá al ritmo de tus relaciones, de las conversaciones y las vivencias, de la confianza, de las oportunidades. Mantenete siempre alerta a su dirección.
V.         Y quinto, dice: “Y todos se maravillaban”. Al escuchar al gadareno, todos se quedaban con la boca abierta, y no era para menos. Vos también, contales anticipando diversas respuestas. Algunas personas ciertamente quedarán impactadas, prendidas, interesadas, y tal vez van a querer conocer a tu Dios, y vivir tus mismas cosas. Sin embargo, no todos responderán así. Otras serán indiferentes, otras se negarán a creer, y otros hasta se burlarán. Muchos de los que en Pentecostés escucharon a los hermanos contando las maravillas de Dios dijeron: “—Ustedes están borrachos”. Y muchos de los que escucharon a Pablo en Atenas dijeron: “—¿Resurrección de los muertos? Ah, sí. Vení mañana; vamos a estar aquí para escucharte”. No te tomes los rechazos personalmente. Están rechazando a Cristo.
Conclusión
El encargo de Cristo es que compartas vos mismo su mensaje, contándoles a los tuyos lo que él ha hecho por vos en su compasión y poder.
La más importante fuerza evangelizadora de la iglesia es que todos hagamos esto. Cuando todos hagamos esto, las personas van a ser transformadas personalmente, familiarmente. Aparte, la iglesia va a crecer realmente. Y vos vas a sentir que tu vida tiene un propósito trascendente y maravilloso.
Imagen: https://pixabay.com

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