Serie El Evangelio de Dios-Mensaje 5: La Resurrección de Cristo

Serie: El Evangelio de Dios
Mensaje 5: La Resurrección de Cristo
Texto del Mensaje compartido por el Pastor Diego Brizzio el 01/07/2018
Iglesia Cristiana Evangélica “Sígueme”
España 155 Godoy Cruz Mendoza Argentina
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Supongan que yo soy un muchacho bastante necesitado. Necesito un tratamiento médico que se hace en el sur; necesito vivir más cerca de mi familia, que vive en el sur; y también necesito un buen trabajo, porque estoy muy mal económicamente. Y así vengo a pedirles una opinión a ustedes. Escuchen: hace como tres años un muchacho se hizo amigo mío. Una excelente persona. Moralmente no tengo nada malo que decir de él; nada malo: respetuoso, cordial, atento y permanentemente solidario y servicial, conmigo y con todos. De hecho, varias veces me ayudó en mis necesidades. Sin embargo, hay una cosa que no me termina de cerrar de él. Por una parte, él siempre fue muy sencillo y diría hasta pobre: casi nunca llevaba un peso en el bolsillo, andaba caminando o en bicicleta, siempre usaba ropa común y vieja, y alquilaba un cuartito de 3 x 3. Sin embargo, por otra parte, este amigo decía venir del sur, que su viejo es un médico muy rico e influyente, propietario de estancias y hacienda, y decía que se llevaba re bien con él, de maravilla; que eran íntimos y muy unidos. Y otra cosa: como me apreciaba tanto, y conocía mis necesidades, me prometió, me juró, que apenas fuese para la casa de su papá, me iba a gestionar toda la ayuda que necesitara: me iba a llevar cerca de mi familia en el sur, me iba a hacer el tratamiento médico, y me iba a conseguir un muy buen trabajo. Sinceramente, me entusiasmé, pero no sabía si creerle del todo o no. Es que no tenía forma de comprobar nada de lo que decía acerca de su papá, ni acerca de sus promesas; ni siquiera me mostraba fotos. ¿Qué opinan ustedes: debía creerle y entusiasmarme, o dudar y olvidarlo? … La semana pasada, sin embargo, él tuvo un accidente importante, y fue a parar al Hospital. Y estando él allí en el Hospital, a las pocas horas sucedió algo muy raro, extraño: bajó un gran helicóptero sanitario, con un helicóptero más, con varios médicos y enfermeros. Y vi a un hombre mayor y respetable que se bajó y dirigió todo el operativo con pocas palabras y mucha cordialidad, y que se acercó a mi amigo, lo acarició y lo besó. Obviamente era su papá. Cargaron a mi amigo en la nave blanca, y en un momento el padre miró a la gente hasta encontrarme de lejos, y me levantó el pulgar. Luego las naves subieron y se llevaron a mi amigo rumbo al sur. Les pido su opinión hermanos: ¿Tengo que creerle a mi amigo todo eso de que él había venido del sur, y de que su padre es un médico rico, y que se lleva muy bien con él? … ¿Por qué? … Y la otra: ¿también tengo que creerle todas las promesas que me hizo sobre mi sanidad, traslado y mejoría económica? …
Hoy, vamos a ver una gran verdad esencial en el evangelio de Dios. Tal vez es la otra parte del corazón del evangelio:
La resurrección de Cristo
El glorioso evento que autenticó todo lo relativo a Jesús
Salvando las distancias, digamos de entrada que la resurrección de Jesús significa para los creyentes lo que los helicópteros, ese hijo que se va al sur, y ese papá significan para el muchacho necesitado de la ilustración inicial… Veamos tres cosas relativas a la resurrección de Jesús:
I.          Fue real o histórica. Y hallaron removida la piedra del sepulcro; y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús” Lc 24.2). “Cristo fue sepultado y resucitó al tercer día... y se apareció a Cefas, y luego a los doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez… Luego se apareció a Jacobo… y por último se me apareció también a mí [Pablo] (1 Co 15.4-8). La resurrección no es mito ni leyenda, como algunos dicen; es cierta y verídica. Hay evidencias irrefutables de que fue real. Les comparto tres de las principales:
A. La tumba estaba vacía y su cadáver nunca se encontró. Si los judíos o los romanos sabían dónde estaba el cadáver de Jesús, ¿por qué no lo buscaron y lo mostraron para callarles la boca a los discípulos, cuando predicaban que estaba vivo? Y si los discípulos sabían dónde estaba el cadáver de Jesús, ¿por qué se inventaron que había resucitado, y cómo todos ellos fueron capaces de sufrir y morir de las peores maneras por una mentira?  
B. Se apareció vivo a muchos por 40 días. Dice la Biblia que se les apareció vivo a muchas personas. ¿Acaso todas ellas tuvieron alucinaciones? ¿Acaso las tuvieron durante más de 40 días? ¿Acaso tocarlo y escucharlo era parte de las alucinaciones?   
C. Los discípulos se animaron extraordinaria e inmediatamente. El domingo por la tarde los discípulos estaban atemorizados, acobardados y escondidos; y a los pocos días predican delante de la ciudad, y se aguantan los azotes con toda valentía. ¿Cuál fue la causa de semejante cambio? Sólo la resurrección puede haber tenido un impacto semejante.
Hermanos, la resurrección no es ni mítica ni legendaria. Es histórica. Jamás dudes de su realidad. Es tan real como cualquier noticia que uno puede ir y comprobar con algunas observaciones. Así que, tengámosla por cierta.
II.         Fue corporal-sobrenatural. “Estando reunidos los discípulos a puerta cerrada… entró Jesús y… les mostró las manos y el costado” (Jn 20.19-20). “Cuando resucitó a Cristo de entre los muertos y lo sentó a su derecha en las regiones celestiales, Dios ejerció una fuerza grandiosa y eficaz” (Ef 1.19). Muchos dicen que Jesús no resucitó literalmente, sino metafóricamente; que él ahora no tiene vida física y corporal, sino que resucitó sólo en el sentido de que la influencia de sus enseñanzas y su ejemplo siguen activos en nuestra memoria y decisiones; como cuando un cantante muere y sigue “vivo” entre nosotros porque sus canciones siguen escuchándose. Pero no; la Biblia deja claro que le resurrección de Jesús es corporal.
Es corporal y sobrenatural. Por el extraordinario poder de Dios, Jesús resucitó con un tipo de cuerpo sobrenatural, con un tipo de cuerpo nuevo, diferente del tipo de cuerpo que nosotros conocemos. Antes de morir él tenía un cuerpo como el nuestro; pero después de resucitar tuvo un tipo de cuerpo nuevo y desconocido para nosotros. Por lo que la Biblia dice, entendemos que su cuerpo:
A. Conserva características que tenía antes. Por ejemplo: es visible, palpable y audible (Lc 24.36, 40; Jn 20.19, 29); es reconocible, tiene la misma apariencia o los mismos gestos (Lc 24.31); puede comer (Lc 24.30-31; Jn 21.9-13); y las heridas de sus manos y de su costado todavía permanecen (Jn 20.20).
B. Ostenta características nuevas y gloriosas. Por ejemplo: puede entrar a un lugar sin necesidad de abrir puertas (Jn 20.19); puede desaparecer instantáneamente (Lc 24.31); es inmortal, incorruptible, poderoso, espiritual, celestial (1 Co 15), y capaz de entrar en los lugares celestiales o la presencia misma de Dios (Ef 1.20-21).
Así que, hermanos y amigos, Jesús resucitó de forma corporal y sobrenatural. Estamos en presencia del grandísimo poder de Dios, quien creó un tipo de cuerpo totalmente nuevo, adaptado para la eternidad; un tipo de cuerpo glorioso, maravilloso. Estamos ante una nueva creación. Él es el primero en recibir este tipo de cuerpo. Luego seguiremos nosotros.
III.        Es la evidencia definitiva a favor de Jesucristo. Cuando el Padre resucitó a Cristo, le dio al mundo una evidencia definitiva, una prueba, una demostración de que todo lo relativo a Jesús es verdad. Confirmó todo lo que él dijo ser, o dijo que haría o hace. Por ejemplo:
A. Jesús afirmó que él es el Hijo de Dios, que es de la misma naturaleza de Dios (Mr 14.61-64; Jn 10.30-33). ¿Podemos creerle? Sí, porque resucitó. Pablo escribió: “Cuando fue resucitado de los muertos, quedó demostrado que era el Hijo de Dios” (Ro 1.4). Y Pedro predicó: “—Jesús de Nazaret había dado muchas evidencias de que era el Hijo de Dios. Todos los milagros y prodigios que hizo, eran credenciales bien claras de que lo era. Ustedes, sin embargo, no quisieron creerle, y lo crucificaron. Pues bien, quiero decirles algo: Dios lo resucitó de entre los muertos. Esa es la evidencia última, la más clara y la más poderosa de que Jesús es el Hijo de Dios (Hch 2.22-36). Así que, ahora podemos tener la certeza de que esto es así. Cristo es Dios, él nos muestra cómo es; y nosotros podemos buscarlo, conocerlo, admirarlo más. En él conocemos a Dios mismo.
B. Jesús afirmó que su enseñanza y autoridad son divinas, que él es el Señor (Mt 12.38–41; 21.23-27; Juan 2.18-22). ¿Podemos creerle? Sí, por la resurrección. Jesús les había dicho a los líderes incrédulos: “—Ustedes me piden una señal, una demostración de que mi autoridad es divina. Bueno, yo les voy a dar una señal: destruyan este templo, y yo lo reedificaré al tercer día.” ¿De qué “templo” hablaba? De su cuerpo. Estaba diciendo: Me van a matar y yo resucitaré. Y en otra ocasión les dijo: “—Les voy a dar la señal del profeta Jonás: así como él estuvo tres días en el vientre del pez, yo estaré tres días bajo la tierra”. Así que, al resucitar al Hijo, Dios demostró que Jesús tiene plena autoridad, él es el Señor soberano. De él, por tanto, debemos aprender, a él debemos creer y obedecer con todo entusiasmo.
C. Jesús afirmó que él vino a dar su vida en rescate por muchos; que todo aquel que cree en él como Salvador es librado de la condenación justa y eterna (Mt 20.28; Jn 5.24; 6.47; 17.3). ¿Podemos creerle? Sí, por la resurrección. Dice Romanos 4.25 que, al resucitar a Jesús, Dios nos demostró que él ha aceptado la muerte de Cristo como sacrificio expiatorio, y hoy ciertamente todo aquel que cree en él es librado de condenación por la eternidad. Por tanto, si confío en que Jesús es mi Salvador, puedo estar seguro de que todos mis pecados, incluso el que me mortifica la consciencia, han sido perdonados. Puedo estar seguro que nunca más deberé pagar la justa pena, he quedado libre de la sentencia divina.
D. Jesús afirmó que puede darnos vida abundante, si confiamos en él (Jn 10.10). ¿Puede ser esto así? Sí, por la resurrección. Dice Pablo que el mismo poder divino que operó resucitando a Cristo con un cuerpo sobrenatural, está disponible para nosotros hoy, para todo lo que necesitemos (Ef 1.18-20). Por tanto, si estamos mentalmente trabados, emocionalmente decaídos, moralmente debilitados, quebrados de la voluntad, ministerialmente estériles, podemos ir al Señor y clamar por ese poder. ¡Está disponible para nosotros, a la distancia de una oración de fe (o varias)!
E. Jesús afirmó que resucitará a todos los creyentes (Jn 6.39-40, 44, 54; 11.24-26). ¿Podemos estar seguros de eso? Sí, por la resurrección. Pablo escribe: Lo cierto es que Cristo sí resucitó de los muertos. Él es el primer fruto de una gran cosecha, el primero de todos los creyentes que murieron”… Así como todos mueren por ser descendientes de Adán, todos los que pertenecen a Cristo serán resucitados (1 Cor 15.20, 22; ver 1 Ts 4.14). Por tanto, puedo estar seguro de que, aparte del perdón de mis pecados, y la transformación de mi vida, mi salvación también incluye la transformación de mi cuerpo. Esté donde esté, y esté como esté, cuando Cristo regrese, mi cuerpo será completamente transformado, y será semejante al de Cristo, preparado para una eternidad de servicio y adoración a Dios.
F. Jesús afirmó que él juzgará al mundo (Mat 25.31-46; Jn 5.22). ¿Podemos estar seguros de eso? Sí, por la resurrección. Pablo predicó a los atenienses que Dios juzgará al mundo con justicia por medio de Cristo; y luego dice: “De ello ha dado pruebas a todos al levantarlo de entre los muertos” (Hch 17.31). Por tanto, podemos tener certeza de que un día no muy lejano todos deberemos presentarnos ante Cristo. Los cristianos deberemos dar cuenta de nuestra fe, amor y obediencia a Cristo; los incrédulos también deberán rendir cuenta de su incredulidad y maldad.
Queridos: si Jesús de Nazaret hubiese quedado en la tumba, nada de lo que él dijo ser, o dijo que haría, podría haberse comprobado. Habría quedado en una nebulosa de duda y de frustración. Tal vez ya no existiría ni la memoria de Jesús. Pero él resucitó: ¡así que podemos tener toda la certeza, toda la confianza y toda la esperanza respecto de todo eso!
Conclusión
Cristo mandó que predicáramos no solo su muerte, sino también su resurrección. Al hablar de Cristo a nuestros amigos, debemos contar más de su resurrección, porque es la confirmación o autenticación de todo lo que decimos acerca de él. No tengamos vergüenza de contarlo, porque estamos ante algo cierto y algo confirmatorio. Es una de las claves del Evangelio de Dios.

Cristo también mandó que en nuestra vida cotidiana meditáramos en la verdad de su resurrección, puesto que eso nos ayuda a tener certeza sobre todo lo que el dijo ser, tener y hacer. Nos asegura de que nuestros pecados fueron y serán perdonados, de que tenemos disponible el poder para la vida abundante, de que seremos resucitados, y de que habrá justicia. ¡Meditemos más en la resurrección!
Imagen: https.//pixabay.com


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