Ciclo "Lo dice en serio"- Asado con corruptos-Una buena manera de sanar
Ciclo “Lo dice en
serio”
Asado con corruptos - Una buena manera de sanar
Síntesis del mensaje compartido por el Pastor Diego Brizzio
el 14/01/2018
Iglesia Cristiana
Evangélica “Sígueme”
España 155 - Godoy Cruz -
Mendoza - Argentina
Después de estas cosas
salió, y vio a un publicano llamado
Leví, sentado al banco de los tributos
públicos, y le dijo: Sígueme. Y dejándolo todo, se levantó y le siguió. Y Leví le hizo gran
banquete en su casa; y había mucha
compañía de publicanos y de otros que estaban a la mesa con ellos. Y los
escribas y los fariseos murmuraban contra los discípulos, diciendo:
¿Por qué coméis y bebéis con publicanos y pecadores? Respondiendo
Jesús, les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de
médico, sino los enfermos. No he venido a
llamar a justos, sino a pecadores al
arrepentimiento.
(Lucas 5:27-32 RV60)
Hacer discípulos para Cristo es la empresa más
maravillosa y desafiante que hay, pero ¿cómo se hace? ¿Cuál es una buena manera
de hacerlos?
Cuatro puntos importantes:
I.
Conocer
y compartir amorosamente el mensaje.
Conocer y cumplir fielmente nuestro rol. “Sígueme… los que están sanos no tienen
necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a
pecadores al arrepentimiento” (5:27, 31 y 32). Nuestro rol es similar al
del mismo Cristo:
Presentar a Cristo a las
personas
Llamarlas al arrepentimiento
Invitarlas a seguir a Cristo
Jesús compartía amorosamente el mensaje. Como Salvador
venía a los pecadores y los llamaba al arrepentimiento. Si queremos hacer
discípulos de Cristo, tenemos que conocer y compartir amorosamente el Mensaje.
Cuando tenemos un problema de salud y encontramos un buen
médico que acierta con el tratamiento adecuado y nos ayuda a recuperarnos, no
dudamos en recomendarlo cuando encontramos a alguien que pasa por lo mismo. De
la misma manera nosotros debemos recomendar al MÉDICO, a Jesucristo.
Nosotros no somos el médico, pero podemos llamar a las
personas al arrepentimiento, hacerle ver que es necesario un cambio radical en
su manera de pensar. Que el pecado no es bueno y te arruina. Que Dios te ama y
te sana y te salva. Que es necesario confiar en Jesucristo para Salvación, pero
también para todos los aspectos de la vida y por toda la vida.
II.
Mantenernos
en contacto con la gente.
“Después de estas
cosas [Jesús] salió y vio a un publicano llamado Leví, sentado al banco de los
tributos públicos” (5:27). Para cumplir nuestro rol con los pecadores no
debemos ser huraños, ni aislados. En lugar de mantenernos lejos de la gente, o
huirle al trato ocasional, debemos mantener o procurar a propósito,
intencionalmente, contacto con ella; acercarnos, tratarla, relacionarnos.
¿De dónde salió Jesús? De una casa, pero también estaba
saliendo de Capernaum. Dice la Escritura que Leví (Mateo) estaba sentado al
banco de los tributos públicos, y eso generalmente se hacía en las entradas-salidas
de las ciudades. Jesús no se quedaba mucho tiempo encerrado en un lugar. Salvo
sus momentos de soledad en oración con el Padre, Él iba a donde había personas,
mantenía contacto con la gente.
De la misma manera, nosotros no debemos permanecer
encerrados ni aislados. En vez de huir del contacto con la gente, debemos
mantener el contacto intencional, permanente.
Supongamos que sos médico y te anotas en las filas de “Médicos sin fronteras”. En el mundo hay
guerras, catástrofes naturales, epidemias; hay heridos, hay enfermos. Si lo que
querés como médico es ayudar a esas personas, vas a tener que ir hasta donde
ellas se encuentran, viajar, instalarte allí. Vas a tener que ir y tener
contacto con los enfermos, con las víctimas.
De igual modo, hay que aprender a socializar. Las
conversaciones iniciales son las que van a abrir las puertas para
conversaciones más profundas.
III.
Hacer esto con todo tipo de personas.
“[Jesús] vio un
publicano llamado Leví, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo:
Sígueme” (5:27). A lo largo de su ministerio, Jesús llamó a todo tipo de
personas para que fuesen sus discípulos. Llamó a personas consideradas
correctas o normales; y también llamó a las consideradas incorrectas o
indeseables… porque todas son pecadoras y necesitan de Él. Por lo regular, los
incorrectos o indeseables responderán mejor que los otros.
Jesús a lo largo de su Ministerio, llamó a todo tipo de
personas. Algunos lo siguieron, creyeron, se arrepintieron; otros no. Llamó a
los “correctos” a los “normales” y también llamó a los “incorrectos” y a los “indeseables”.
Llamó a Natanael (Juan 1:47); “he aquí un
verdadero israelita, en quien no hay
engaño” dijo Jesús cuando lo vio. Pensemos en alguno de sus discípulos como
Juan, Jacobo, Pedro, Andrés, eran buena gente, religiosos. Llamó a uno que se
llamaba Simón del partido de los ultra-patriotas, nacionalistas.
Pero Jesús, ¿acaso no llamó también a Judas? Llamó a
Zaqueo, y a nada menos que Mateo. También llamó a Pablo. Alguien dirá: “Pablo era un tipo correcto”, pero
odiaba, perseguía, asesinaba a los cristianos.
Pero llamó a Mateo (Leví), y esto es algo realmente sorprendente
para aquella cultura. Era escandaloso que un Maestro, que un Rabí, llamara a un
recaudador de impuestos. Los
recaudadores de impuestos eran considerados traidores, ladrones y apóstatas.
Traidores, porque le cobraban tributo a sus propios paisanos para dárselo al
imperio opresor. Ladrones porque muchos de ellos cobraban más de lo debido para
quedarse con el resto. Apóstatas porque desde el mismo momento en que ellos
aceptaban cobrar impuestos para el Imperio Romano, manipular dinero y mercancía
que tenía que ver con extranjeros, quedaban impuros para la celebración del
culto según la Ley israelita. Los excluían, los echaban de las sinagogas. Pues,
bien; Jesús llamó a uno de éstos, y resultó ser el escritor del primer
Evangelio.
¿Qué nos enseña esto? Que tenemos que llamar a TODOS. A
los que te hacen sentir cómodo y a los que no. A los que te hacen sentir cómodo
por semejanza, amistad, afinidad, buena gente. Y también a los que te hacen
sentir incómodo; a los que te desagradan, a los que les tenés miedo y a los que
te irritan. Al violento y al que
abandonó a sus hijos; al homosexual y al homofóbico; al vago, al sucio y al
adicto; al traficante, al pedófilo, al político corrupto, al presidiario y al
que te da asco. Al que tiene el cuerpo lleno de piercings y tatuajes, y también
al de las rastas. Al cumbiero, al rockero y al que le gusta el heavy-metal. Nos
asegura la Biblia que van a responder más positivamente las personas a nuestro
parecer incorrectas, desagradables e inadecuadas, que las correctas.
IV.
Compartir
momentos significativos con ellos.
Dicen los vv. 28-29: “Y
Leví le hizo gran banquete en su casa; y había mucha compañía de publicanos y
de otros que estaban a la mesa con ellos” (5:28-29). Jesús consideraba muy
importante compartir momentos significativos con la gente. Permiten escucharnos
con más atención, entendernos mejor, conocernos más, hablar con más libertad y
confianza… Llegar mejor.
Leví [Mateo], le hizo banquete en su casa, a Jesús. Había
de toda clase de gente, entre ellos, publicanos, ex colegas de Mateo. Había
asado, vino, disfrutando, compartiendo un momento significativo. Jesús podía
ocuparse de la sanidad de esa gente. Podía trabajar mejor porque estaba
compartiendo un momento significativo, amistoso, distendido.
De igual modo, podemos compartir más con los que van
respondiendo más positivamente. Como por
ejemplo:
Conversar un buen rato en la
vereda
Tomarse unos mates juntos
Invitar a un café
Invitar o aceptar una
invitación a comer
Ir a jugar un partido de
fútbol
Ir a una bicicleteada, escalar
un cerro, etc. etc.
Adquirir más confianza ayuda a ir más directamente a la
necesidad de las personas.
Rosaria Butterfield, nacida en 1962; escritora,
conferencista, profesora titular de la cátedra de Literatura Inglesa en la
Universidad de Syracuse, Nueva York; fue
crítica dura con Jesús, sus seguidores y contra los cristianos. Encontraba en
la actitud de los cristianos rechazo, discriminación y condenación. Feminista,
lesbiana, con una pareja estable de su mismo sexo y activista pro orgullo gay.
Cuando publicó un artículo contra Jesús y los cristianos, recibió numerosas y
duras críticas de parte de los cristianos. Pero hubo un matrimonio cristiano
que lejos de atacarla, de herirla, la confrontó con sus propios interrogantes. Trabó
amistad con ellos y se mostraron tal cual eran delante de Dios cuando oraban: íntimos,
vulnerables y agradecidos delante de Dios. Ese hombre le mostró con su vida y
actitud, que Dios era santo, firme, pero amoroso. Eso la motivó en medio de su escepticismo, a
leer la Biblia varias veces y en diferentes versiones, en un año. ¿Acaso Jesús
era un Señor que realmente la amaba y ella estaba equivocada?, le llevó a
pensar.
El 19 de febrero de 1999, abandonó la cama que compartía
con su pareja lesbiana y se sentó en un banco en la Iglesia Reformada de
Syracusa, en Nueva York. Pidió a Dios que si esto era de Dios, le diera la
fuerza para arrepentirse de un pecado que en ese momento ella no consideraba un
pecado, en absoluto. Que si su vida era su vida, la tomase e hiciese como
quisiera. Que tomase todo, su sexualidad, su profesión, su comunidad, sus
gustos, sus libros y sus mañanas. Cuando escuchó la llamada del Señor en su
vida y quiso volverse de nuevo sobre sus pasos a su antigua vida, mantener su
novia y sólo sumar un poquito de Dios a su vida; tuvo a ese matrimonio y a
otros compañeros en la fe que le pedían nada menos que muriese a su vida.
Aquí hay un proceso en el que se hace un discípulo como
Mateo y están estos cuatro pasos.
Compartieron el mensaje del Evangelio sin diluirlo de
ninguna forma
Teniendo contacto con las personas
Haciéndolo con todo tipo de personas
Compartiendo tiempos de significación
Rosaria hoy es una fiel cristiana, está casada con un
hombre, tiene hijos y hace conferencias cristianas viajando a muchos lugares
del mundo.
Vos y yo estamos llamados a hacer discípulos de Cristo.
¿Cómo se hace esto bien? Así como hemos aprendido.
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