Gritos del silencio
Gritos
del silencio
Por: Luis Caccia Guerra
Autorizado para publicarse simultáneamente en:
www.destellodesugloria.org
“Jesús
nos enseñó que debemos perdonar a los que nos hieren, orar por los que nos usan
con mala voluntad, y bendecir a los que nos maldicen. Eso es muy duro. Pero hay
algo más duro: estar lleno de odio, amargura y resentimiento”.
Joyce Meyer
Algunas
depresiones, conductas hostiles, agresividad, malhumor, relaciones
conflictivas, aislamiento, hábitos manipuladores, pueden ser resultado de algún
trastorno en la sexualidad de los individuos.
Muchas
disfunciones o trastornos de la sexualidad, no todas por cierto, provienen de
situaciones o experiencias traumáticas ocurridas durante la adolescencia o,
inclusive, en la niñez.
Los números del abuso
infantil
Un
estudio realizado entre 1.425 jóvenes pertenecientes a iglesias evangélicas de
Argentina y Paraguay, entre 2000 y 2001; y otro estudio posterior, realizado
entre 2010 y 2011, entre 2.000 jóvenes de iglesias evangélicas en Argentina
reveló que 3 de cada 10 jóvenes encuestados, habían tenido algún tipo de
experiencia sexual negativa durante su infancia. De éstos, 69% eran niñas, 31%
varones.
La
encuesta aún profundiza más. Los abusos ocurrieron en un 80% de las víctimas,
antes de los 12 años y la edad promedio de los niños era de 8 años. Los
victimarios eran, para el caso de las niñas 42% familiares y 40% personas
conocidas por las niñas; mientras que un 10% resultaron ser vecinos y un 8%
desconocidos. En el caso de los niños, la encuesta arrojó algunas diferencias.
El ámbito familiar tuvo menos incidencia con un 25% de los encuestados y
personas conocidas por los niños 41%. 20% resultaron ser vecinos y 14%
desconocidos. Es decir, que las nenas presentan mayor frecuencia de abuso en el
ámbito intrafamiliar, en tanto que en los varoncitos la mayor parte ocurre a
manos de vecinos y conocidos, es decir personas cercanas a la familia.
Escalofriante. Los abusadores se encuentran más cerca de sus inocentes víctimas
de lo que nos resulta posible imaginar.
Dos
millones de niños son abusados sexualmente cada año en América Latina. Datos de
UNICEF revelan que la mitad de las niñas abusadas en América Latina conviven
con sus agresores. La familia debería ser el espacio de contención, el oasis en
medio de las quemantes arenas del desierto, el refugio de los ataques de chacales
que andan dando vueltas por ahí. Sin embargo, la realidad resulta ser mucho más
oscura. La encuesta que nos ocupa, reveló que los abusadores familiares, resultaron ser: 31% tío; 28%
primo; 21% hermano; 8% padre; 7% padrastro; y 5% abuelo.
La
estadística revela que la mitad de los abusadores, 52%, procede del ámbito
familiar y 46% son vecinos y conocidos de sus pequeñas víctimas. Pero no es un
dato menor, que un 2% de los victimarios, sean líderes eclesiásticos y
pastores.
Generalmente
se trata de personas que muestran la más absoluta normalidad. Se trata en la
mayoría de los casos, de personas que resulta difícil creer que ocultan tales
perversiones.
Gritos en silencio
El
abusador generalmente seduce a su víctima de a poco ofreciéndole cosas, favores
y una relación de confianza que no tiene con sus padres. Se convierte en el
“mejor amigo” de sus víctimas. Va creando así sentimientos de “deuda” y cierta
dependencia en el corazoncito de su pequeña víctima. De tal manera que al ir
subiendo progresivamente el tono de los juegos y de la relación, decir “No”,
sea cada vez más difícil. El abusador transfiere la culpa a su víctima.
Generalmente los niños sienten pena, amargura, confusión, culpa y profunda
vergüenza por lo que sucedió. El dolor, la angustia, la depresión, la rabia y
el odio vendrán más tarde. El abusador hábilmente les comunica el mensaje de
que ellas lo deseaban, que les gusta, que se trata de un juego que ellas mismas
provocaron. El ofensor busca a sus víctimas con dificultades para comunicar lo
que les pasa, introvertidos, dóciles, dependientes, familiarmente y
emotivamente vulnerables, inseguros. En el caso de muchas relaciones
incestuosas, existe un implícito “pacto de silencio”.
Las consecuencias del
horror
Las
víctimas de abusos suelen experimentar confusión, sentimientos contradictorios.
Patrones de comportamiento que van desde la promiscuidad sexual, hasta el
rechazo obsesivo al sexo. Desconfianza, temores, fobias, tendencia a la
depresión, autoestima baja, ansiedad, rechazo a su cuerpo o mostrar el cuerpo,
humillación, temor a ser homosexual o lesbiana, odio hacia sí mismo y hacia el
victimario, deseos de venganza.
Por
si alguien pregunta qué se siente:
“OPRESORES DEL
SILENCIO”
Carta
abierta que me envió una lectora
“Querido
hermano, ¿Cómo estás? Hace bastante que no te escribo. Con esto de la invasión
de Internet ya nadie lo hace. Quería contarte, no sé si sabías (porque ya se
corrió el rumor) que comencé a asistir a la Iglesia, a esa que íbamos de
chicos. Recuerdo que para mí era una tortura, pues tenía que llevar vestido.
Recuerdo también que me molestaba, me hacía sentir desnuda, aunque no sabía el
porqué. Hace tiempo que no charlamos. Creo que las circunstancias de la vida
nos alejaron y cada cual armó su camino y su familia. Pero te confieso algo,
siempre estarás en mis oraciones y me alegra poder decírtelo.
La
vida cristiana a veces no es tan fácil como se ve de afuera. Dios ha traído
cambios en mi vida muy importantes y muchas transformaciones. La gente anda
diciendo que se me ve distinta. Algunos, más malvados, se burlan y comentan que
soy una religiosa. Trato de orar por ellos y no darle mucha importancia.
Bueno,
no quiero irme por las ramas. El motivo de mi carta es que hace dos semanas, en
una iglesia que fui porque me invitaron unos amigos, luego del mensaje me
acerqué a las intercesoras y les pedí si podían orar por mí, para que Dios
librara mi alma y mi corazón. Cuando salí del lugar, sentí un alivio, algo
había comenzado a suceder. Esa noche, por mí, muy bien. A la mañana siguiente,
un llamado poco habitual y bastante raro:
-Hola,
Meli!! ¿Cómo estás? Me enteré de que estás sola, necesito unas zapatillas que
me olvidé. ¿A qué hora estás, así voy?
Otra
vez esa voz, ese jadeo asqueroso en mi oído. Mi corazón comenzó a acelerarse,
empecé a transpirar y corté la llamada. Ahí estaba otra vez él. Mi mayor miedo.
El que atormentaba mi niñez con su sucia y asquerosa perversión, mi opresor del
silencio.
Pasé
tres días llorando sin consuelo. Pero… ¿sabés? Busqué ayuda. Te puedo decir,
querido hermano que los profesionales han sido de mucha ayuda. Pero Dios está
trayendo luz y calma a mi vida. No quiero que estés mal. Sé que esto puede ser
doloroso para quienes no tuvieron nada que ver. Quería que fueras vos el
primero en enterarse, tus sospechas son acertadas. ¿Recuerdas, aquél que decía
“cuidarme”? ¿Aquél pariente que solía “jugar” demasiado conmigo cuando yo era
niña? ¿Ese que de grande no le dirigí más la palabra? ¿Sí, recuerdas, verdad?
Es
doloroso para mí siquiera escribir su nombre, pero sé que sabes de quién te
hablo.
Te
pido que ores por mí, hermano, porque mi ser tiene deseos de venganza, hay odio
en mi corazón.
Te
cuento que elegí este día para ayuno, meditación de la Palabra y oración. Luego
de terminar, agarré mi celular, sólo tenía un wsp (era la respuesta a mis
oraciones).
-Dios
mío, ayudame, no quiero errar!!...
Ahí
estaba. Era un poco largo el mensaje. Decía en una parte:
“Siempre
hay que hacer lo correcto en todo lo que hagamos, porque podrías estar dando
ejemplo y ser de bendición para alguien más.”
A
su vez pensaba en lo que leí en Romanos 1:18-29 y recordé que yo también
(inconscientemente) y sin saber por qué, en un momento de mi vida comencé a
cometer muchas inmoralidades sexuales. ¡Ojo, nunca obligué a nadie! Y comencé a
pedir perdón por mis pecados y mis errores. El pecado había sido implantado en
mí por aquél que sin misericordia, de una niña pequeña decidió robarle la inocencia.
Pero,
¿sabes qué? Esto a su vez fue permitido, para que hoy salga a la luz. Pero
tiene que ser hecho por Él y no por mí. Mi buen Dios va a ir poco a poco;
porque esta victoria no es mía, es de Él; Dios me está usando para su Obra:
-Basta
de la mordaza de la culpa
-Basta
de vergüenza
-Basta
de impunidad
-Basta
de silencio
Dios
Todopoderoso escuchó mis oraciones del pasado y hoy seca con sus manos mis
lágrimas. Ora mucho, querido hermano para que no sea yo quien entorpezca su
obra. Y con mi herido corazón en las manos, te pido por favor no me censures,
no me calles, sé que tienes los medios para hacer que mi carta sea pública para
que pueda servir a que otras víctimas enfrenten a su “Opresor del silencio” y
que confíen en que Dios es el único que puede sanar, y la justicia será quien
juzgue por lo que hizo.
Te
dejo un hermoso salmo, el 143.”
Dios
bendiga tu camino. Con cariño. Meli.
Hay una salida
Convirtiendo las
cicatrices en condecoraciones
Pero yo os digo: Amad a
vuestros enemigos, bendecid a los que os
maldicen, haced bien a los que os
aborrecen, y orad por los que os
ultrajan y os persiguen;
(Mateo 5:44 RV60)
“Llegó
el momento de dejar de vivir en el pasado y preguntarse por qué. En vez de eso,
aprenda a dejar que Dios transforme sus cicatrices en estrellas.” (Joyce Meyer;
El poder del perdón).
Joyce
Meyer, una de mis autoras cristianas favoritas, repetidamente menciona en sus
conferencias y en sus libros que fue abusada sexualmente por su padre desde que
era una niña hasta entrada la adolescencia. Ella logró perdonar a su padre. Aún
cuando nunca existió un pedido de perdón de parte de él, ni atisbo de
conversación, ni la más mínima señal de arrepentimiento.
Pero
a partir de ese paso de obediencia, Dios reconstruyó su vida desde los despojos.
Hoy es una mujer feliz, con una bella familia y Dios ha hecho, como
conferencista internacional y autora de numerosos libros, que su triste pasado
sea de mucha bendición para millones. Convirtiendo las cicatrices en condecoraciones…
El poder del PERDÓN
Es
que hay que humillarse para PEDIR PERDÓN…
pero tal vez sea necesario humillarse aún más delante de Dios, para DAR
PERDÓN. Cuando el alma duele. Cuando el alma sangra. Cuando el alma llora en
gemidos indecibles de dolor en silencio, en oscuridad y en soledad. Cuando el
alma transita profundos valles de sombras de muerte no es cosa sencilla dar
perdón. Pero PERDÓN no es una cuestión de sentimientos, es una DECISIÓN.
Aquí
hablamos de una clase de perdón que no libera a su victimario de culpa y cargo,
ni le concede ninguna clase de impunidad por lo que hizo. Hablamos del perdón
que libera el corazón de la víctima de las tenazas del odio, la amargura, el
resentimiento, la vergüenza, la humillación y el dolor del pasado. Hablamos de
un perdón que llena de paz el alma, que le concede sanidad y restauración, que
hace que el recuerdo de lo pasado sea sólo un mal recuerdo, no un recuerdo
doloroso que hoy sigue mordiendo el alma como demonio del pasado.
Pero
también tú, ¡Sí! ¡Leíste bien! Tú también necesitas del perdón, del tuyo propio
y el de Dios.
Aprende
a perdonarte a ti mismo por haber accedido a lo que no tenías que hacer. Por
haber permitido ser convencido, por haberte entregado, por haberte dejado
seducir. Por haber guardado silencio. Por haber tenido miedo. Los niños
confían, se entregan. Así es su corazoncito y así era el tuyo. Pero hecha
pedazos, entrégale tu almita rota en las dulces manos del Señor, tómate de la
mano de Jesús. Y no te digo: “Ya no la
sueltes” porque la puedes soltar. Dile a Jesús que Él te tome fuertemente
de la mano porque Él es quien nunca te soltará. Él te ama.
Ora
intensamente al Señor pidiendo perdón por todas y cada una de las cosas malas
que pasaron en tu vida. Tal vez te asalten recuerdos, sueños, pesadillas, inclusive
deseos de repetir algunas cosas. Ese es justo el momento de buscar la presencia
de Dios y decirle:
“Papá, este mal
recuerdo, esta pesadilla, este feo sentimiento, esta tentación, este deseo que
me sobreviene y que me hace daño, también te lo entrego a ti. Renuncio a eso, lo pongo sobre tus
hombros para que lo claves en la cruz por mí. Y también te pido perdón por todo
el mal que vino a mi vida. Algunas cosas, en mi inocencia las permití; otras
no. Pero es que yo también tengo mis propios pecados delante de tu presencia:
ira, enojo, resentimiento, odio, amargura, deseos de venganza… malos deseos,
fantasías, pensamientos indecorosos, malos hábitos y cosas sucias en lo oculto
de mi intimidad. Por TODAS te pido perdón. Y ese perdón que tú me das a mí, se
lo doy a quien abusó de mí, a aquél que robó mi inocencia.”
porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.
(Mateo 11:30 RV60)
Abandonar la “zona de
confort”
Recuerda
que fuiste liberado de Egipto y de las cadenas de la esclavitud. Que Faraón te
quiere de vuelta con él para seguir maltratándote y para que tú mismo repitas
la experiencia y maltrates a otros. Recuerda que el pueblo de Israel renegaba
de Dios cuando se paró ante el mar Rojo y los carros egipcios venían por ellos.
No es fácil cambiar la mentalidad de esclavo. No es fácil cambiar la mentalidad
de niñito/a abusado/a. Habrá muchos carros egipcios tras de tí cuando hayas
emprendido el camino de tu liberación. Los demonios del pasado lo intentarán de
nuevo. Habrá muchos “mares rojos” que cruzar. Exige FE. Exige lucha. Exige
tiempo y esfuerzo. Como el pueblo de Israel, puede que en algún momento te sientas
tentado de arrepentirte de haber comenzado ese camino. Paradójicamente, la
“zona de confort” era quedarse donde estabas, sufriendo el dolor en silencio y
lamiéndote las heridas de tu almita rota.
No
es fácil. Por la misma puerta por donde el dolor entró tiene que salir y habrá
que enfrentarlo, sufrirlo; llorar el dolor de las heridas. Hay períodos en los
que vas a estar muy aferrado de la mano del Señor, subido en “una burbuja
espiritual” de la que parecerá que no vas a bajar jamás. Pero ahí es donde más
cuidado hay que tener. Habrá caídas. Y recaídas dolorosas. Puede que vuelvas a
aborrecerte a ti mismo. Puede que vuelvas a avergonzarte de ti mismo. Tal vez te
falles a ti mismo, a los que te rodean y a Dios mismo y llegues a sentirte tan
poca cosa, tan miserable, que ya no quieras estar en la presencia de Dios. Tal
vez lejos de querer acercarte, quieras huir de Dios. Si te avergüenzas delante
de Dios, está bien. El corazón de Dios se conmueve en gran manera ante un
corazón quebrantado.
CONFÍA.
Dios sabe. Dios te busca. Dios te quiere. Dios te ama. Dile a Dios lo que
sientes, lo que te pasa y dáselo a Él. Una hermana me escribió hace muy poco en
un momento de dolor, tristeza y debilidad: “Dios
guarda en un frasco cada una de tus lágrimas.”
Visión, Ciencia y
Sabiduría
También
ora intensamente a Dios por una transformación en tu forma de ver, pensar y
sentir. Que te dé visión para verte
a ti mismo como Dios te ve, no como tú te ves. Cuando estás en el fondo del
pozo y miras las paredes que te rodean, estás viendo tus propias
circunstancias, tu depresión, tu tristeza y autocompasión, el pasado oscuro que
muerde tu alma. Así no vas a salir nunca. Deja de mirar las paredes del pozo,
MIRA HACIA ARRIBA Y GRITA HACIA EL CIELO para que DESDE ARRIBA alguien pueda
acudir, te arroje la cuerda o te baje una escalera por la que podrás empezar a
subir.
Ora
intensamente a Dios por que te dé ciencia,
conocimiento. Porque te guíe hacia las personas que te puedan ayudar. Ciencia,
para conocer los procesos por los que te tocó pasar, los que pasas y los que han
de venir. Hay procesos mentales inconscientes. Pide a Dios que te los revele.
Hay cosas que te pasan, sientes, dices, piensas y haces y no sabes por qué.
Aprende a conocerte a ti mismo. Asómate con valentía al abismo de tu alma. No
te va a gustar lo que ves, pero aprende a ACEPTARLO. Lo quieras o no, lo hayas
buscado o no, hoy forma parte de ti. Ciencia, conocimientos, para saber qué
debes esperar y qué no. Qué pasa dentro de ti y qué no debe pasar.
Ora
intensamente a Dios cada día de tu vida por sabiduría, que no es otra cosa que saber qué hacer con la visión y el conocimiento.
¿Quién podrá entender sus propios errores?
Líbrame de
los que me son ocultos.
(Salmos 19:12 RV60)
Oh Jehová, oye mi oración, escucha mis ruegos;
Respóndeme por tu verdad, por tu justicia. Y no entres en juicio con tu
siervo;
Porque no se justificará delante de ti ningún
ser humano. Porque ha perseguido el enemigo mi alma;
Ha postrado en tierra mi vida;
Me ha hecho habitar en tinieblas como los ya
muertos. Y mi espíritu se angustió dentro de mí;
Está desolado mi corazón. Me acordé de los
días antiguos;
Meditaba en todas tus obras;
Reflexionaba en las obras de tus manos.
Extendí mis manos a ti,
Mi alma a ti como la tierra sedienta. Selah Respóndeme pronto, oh Jehová,
porque desmaya mi espíritu;
No escondas de mí tu rostro,
No venga yo a ser semejante a los que
descienden a la sepultura. Hazme oír por la mañana tu misericordia,
Porque en ti he confiado;
Hazme saber el camino por donde ande,
Porque a ti he elevado mi alma. Líbrame de mis
enemigos, oh Jehová;
En ti me refugio. Enséñame a hacer tu
voluntad, porque tú eres mi Dios;
Tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud.
Por tu nombre, oh Jehová, me vivificarás;
Por tu justicia sacarás mi alma de angustia. Y
por tu misericordia disiparás a mis enemigos,
Y destruirás a todos los adversarios de mi
alma,
Porque yo soy tu siervo.
(Salmos 143:1-12 RV60)
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una menos
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Bibliografía:
El poder del
perdón. Joyce Meyer. Peniel. Colombia. 2005.
La Iglesia al
desnudo. José Luis Cinalli-Silvia Cinalli. José Luis & Silvia
Cinalli Editores. Resistencia. 2012.
Abuso sexual de
niños. Danya Glaser-Stephen Frosh. Paidós. Buenos Aires. 1997.
https://www.unicef.org/uruguay/spanish/Abuso_sexual_infantil_digital.pdf
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