Elías, heroísmo y humildad
Elías, heroísmo y humildad
Por: Luis Caccia Guerra para
www.devocionaldiairo.com
La historia de este formidable hombre de Dios, que fue
llevado por Dios en un carro de fuego para no conocer muerte, me fascina. Quien
esto escribe, no le llega ni a la suela de las sandalias, claro está. Pero aún
así no puedo dejar de sentirme profundamente identificado con él en muchos
aspectos. Charles Swindoll, hablando de él, cita a A.W.Tozer:
“Es dudoso que Dios
pueda bendecir grandemente a un hombre, si antes no lo ha herido
profundamente”.
Elías se enfrentó a uno de los más malos y duros reyes que
tuvo Israel, el rey Acab. “Acab, hijo de
Omri hizo lo malo delante de los ojos de Jehová, más que todos los que habían
reinado antes de él” dice la escritura (I Reyes 16:30). Pero este rey tenía
algo peor aún: su esposa Jezabel, que gobernaba la nación desde las sombras y
lo manejaba al rey como quería… y no precisamente para el bien.
Pero Elías, un ignoto de la aldea de Tisbé de Galaad,
surgió de la mano de Dios para recordarles que había Dios en Israel y que le
debían respeto y obediencia. Una misión para nada fácil. Un hombre parado en la
brecha solo contra el mundo, solo contra uno de los reyes más malos que tuvo su
nación.
Pero para llevar a cabo semejante empresa, necesitó de un
período de aprendizaje, de duro y riguroso entrenamiento. El arroyo de Querit con los cuervos que le
traían comida y finalmente se secó, fue una primera etapa. ¡Dios! ¡Cuántos
arroyos de Querit han pasado por mi vida y se han secado! Sarepta fue la
siguiente etapa. Temor de muerte después de haber hecho formidables milagros de
la mano de Dios, que exigieron CONFIANZA y FE EXTREMAS. Una caminata de 40 días y 40 noches a través
del desierto hacia el monte Horeb tras la alimentación del ángel del Señor (I
Reyes 19:8). Y finalmente un carro de fuego que se lo lleva hacia la Eternidad
(II Reyes 2:11).
Todos quienes tenemos o hemos sido llamados a ministerios
de influencia sobre muchas personas, pasamos por arroyos de Querit que se van
secando. Pasamos por Sarepta. Pasamos por desiertos en dirección hacia nuestro
monte Horeb. Qué curioso: el mismo monte en el que Moisés escuchó la voz de
Dios y vio la zarza arder. Es el costo de la obediencia. Es el costo de la
renuncia a nuestros intereses para anteponer los intereses de Dios en primer
lugar. Es que siempre habrá una maravillosa recompensa en la Eternidad que el
mismo Señor se encargará de darnos. Como en los días de Elías, siempre lo que
recibiremos por obedecer será superior a todo lo que perdimos y a lo que
renunciamos por rendir una vida en servicio.
Porque
todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.
(Mateo 16:25 RV1960)
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