Mi Jehová de los Ejércitos

Por: Jésica Andrea para www.mensajesdeanimo.com
 
 Varias son las noches en las que me he quedado hasta altas horas de la madrugada pensando y repasando mi vida en estos jóvenes años que tengo.
He pensado en cuantas son las “batallas” que he ganado y he perdido y no tengo muchos fracasos en mi adolescencia y niñez. He tenido más éxitos que fracasos y de los fracasos he aprendido mucho más. El Señor me ha enseñado a lo largo de todo este tiempo a, valorar, entender, aprender, a amar en estas batallas perdidas.
Hay fracasos que en su momento lo fueron, pero después ya no, los cuales he llorado varias veces, con esfuerzo y de tanto remarla y pelearla se convirtieron en éxitos.
Algunos fracasos se miden por el tamaño de su dificultad, a mí en lo personal tanto en la primaria como en la secundaria me batí a duelo con una materia que nunca pude aprobarla sin llevármela “Matemáticas” Nunca fui buena para los números ni lo soy, pero con el paso del tiempo empecé a ver mis “dones” por llamarlos de alguna forma, que fueron; el primero dibujar y segundo escribir. Mi batalla era esta, la tercera (y ya contaré el porqué es la tercera) fue mi relación con mis compañeros, al ser diferente a ellos, era diferente, pero yo no quería serlo, quería ser como ellos y que me aceptaran en el gran grupo que conformaba el curso.
De los cinco años que duró la secundaria de artes y artesanías, creo que formé parte de dos grupos nada mas, los cuales eran pequeños, compartí muchas cosas en ese grupo de chicas que, de a poco algunas, fueron abandonando los estudios y con otras se fue cortando la “amistad” que habíamos logrado en los primeros años. Después me quedé sola, frente a un grupo de compañeros interesados y al igual que yo adolescentes. Sufrí mucho durante los últimos tres años de la secundaria, tuve que soportar críticas, burlas y falsedades, “caretas” que venían a buscarme cuando debían rendir materia o pedir tareas. Y yo aún así los ayudaba. No quería ser diferente a ellos, pero lo era. Sin saberlo lo era, varias veces lloré en silencio al sentirme mal. Con el tiempo lo fui superando.
Mi primer gran batalla” marcaría el inicio de lo que hoy soy, esa batalla la gané. Sin saberlo, la gané. Esta batalla empezó con los mis primeros años de vida, no recuerdo si tenía 1 o 2 años, por razones que no quiero contar a fondo, pero diré que dos personas me hicieron mucho daño y hace unos meses atrás decidí perdonarlos, pese al daño que me hicieron.
Tuve en ese momento a Jehová de los Ejércitos conmigo, no sabía nada, pues era muy pequeña. El peleó por mí, me rescató, me salvó. Gracias a El estoy aquí, gracias a El vencí a la muerte y hoy puedo hacer feliz a mi familia, mis padres, escribir aquí, expresar lo que siento y soy. Hoy puedo prepararme para hacer la obra de Dios y sus propósitos.
El me buscó, me abrazó. Él ya tenía celo por mí, no quería que nadie me arrebatara de sus brazos; me amó, me ama y me amará como a la niña de sus ojos. Su amor me salvó, El peleó por mí, extendió su mano de salvación para que hoy estuviera aquí, tal vez estaría arriba con El, pero decidió que me quedara aquí por un tiempo para cumplir su propósito y su obra.
Para mí la batalla más difícil y donde salí victoriosa es esta. Seguro vendrán más, pero sabré como enfrentarla y cómo ganarlas porque tengo conmigo desde antes que naciera y para siempre a Jehová de los Ejércitos. El me da fuerzas cuando no las tengo, me alienta a seguir, a no caer.
El quiere que lo busque, que lo nombre, que lo llame, que constantemente piense en él, porque quiere darme su amor, quiere que sepa que estuvo, está y estará siempre, pese a mis faltas y mis errores. Quiere que hable con él y de él, que lo invite a formar parte de cada instante de mi vida, me llama a su presencia.
Gracias! Gracias Señor por tu infinito, gran y verdadero amor para mí! Gracias!
Así como yo tengo mis batallas, tú tienes las tuyas. Tienes al más grande, al poderoso, al omnipotente, a “El Gran Yo Soy”, de tu lado. Búscalo, llámalo, estés donde estés, no importa el lugar ni la situación por la que estés pasando, El te quiere amar, quiere llenarte con su amor.
El pelea por ti y por mí.

¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado.
(1 Corintios 9:24-27 RV60)

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