Como si fuera el último día
Por: Luis Caccia Guerra para
www.devocionaldiario.com
“Usa tus ojos como si mañana fueras a
quedar ciego; escucha la música de las voces y el canto de un pájaro
como si mañana fueras a quedar sordo”. (Helen Keller).
Lo hizo con autoridad, cuando escribió esta
cita. Me asombra y provoca admiración la vida de Helen Keller,
escritora, oradora y activista política sordo-ciega estadounidense
nacida en Alabama, EE.UU. en junio de 1880. A la temprana edad de 19
meses, sufrió una grave enfermedad que le provocó la pérdida total
de la visión y la audición. En un estado de aislamiento casi total,
su incapacidad para comunicarse desde tan pequeñita fue
terriblemente traumática no sólo para Helen sino también para su
familia, por lo que a la edad de siete años, sus padres buscaron una
instructora personal para ella. Fue así como el Instituto Perkins
para Ciegos les envió a una joven especialista, Anne Sullivan, quien
se encargó de su formación y logró un notable avance en la
educación especial. Es más, Helen continuó viviendo al lado de
Anne Sullivan hasta la muerte de esta, acaecida en 1936. Después de
graduarse de la escuela secundaria en Cambridge, Keller ingresó en
el Radcliffe College, donde recibió una licenciatura, convirtiéndose
en la primera persona sordo-ciega en obtener un título
universitario. Es autora de multiplicidad de artículos y de más de
una docena de libros sobre sus experiencias y modos de entender la
vida, entre ellos “La historia de mi vida” (1903) y “Luz en mi
oscuridad” (1927) (Wikipedia.
https://es.wikipedia.org/wiki/Helen_Keller).
“Cuando atravesamos un valle oscuro y
deseamos morir, me parece que una lanza se atraviesa en su costado,
porque El nos dio la vida para que la disfrutáramos. Porque como
padre amante El desea que confiemos en que El está cerca a pesar de
que en muchas ocasiones no lo podamos sentir”. (Gracias por tus
inspiradoras palabras, Brendaliz Avilés).
Después de una semana terrible en el trabajo,
el viernes al término de la jornada, me derrumbé. El clamor de mi
alma se parecía bastante más a “Elí, Elí, ¿lama sabactani?”
(“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” -Mateo
27:46) pero no como el desgarrador clamor de Nuestro Amado Señor
terminando con su humanidad en los dolores de la cruz, sino más bien
en medio de un mar de quejas, de demandas, en medio de un nefasto
sentimiento de orfandad y abandono.
Los ecos de las inspiradoras palabras de Helen
y Brendaliz no dejan de sonar en mi mente. Toda vez que mirar hacia
mi propio interior muchas veces me inspira pavor, como abrir una
puerta y asomarse al abismo. Cada vez que consigo abrir esa puerta,
no deja de asombrarme mi propia ingratitud para con Dios y con la
vida.
Cada día al amanecer despierto escuchando los
trinos de los pajaritos. Aun está oscuro, aún es de noche, pero sus
gorjeos anuncian con júbilo el inminente amanecer. PUEDO OIRLO.
Cuando gradualmente las tinieblas van dejando
paso a las luces del amanecer, puedo festejarlo, saludarlo con
alegría. PUEDO VERLO.
A veces el alma está
tan ciega y tan sorda… que lo gris de los días difíciles resulta
ser suficiente para teñir con ese tono todo lo que el Señor nos
manifiesta con su dulce presencia. Alma imperfecta, sentimientos
cambiantes y engañosos, fe fluctuante... una para nada favorable
alianza suficiente para cegar el alma a esas cosas que Dios nos
muestra, para cerrar sus oídos al trino de los pajaritos anunciando
con esperanza el amanecer. Escuchamos entonces, el rugir de los
vientos, el bramido de las olas y los truenos a nuestro alrededor
como Pedro hundiéndose en medio de la tormenta cuando caminaba hacia
Jesús (Mateo 14:30).
El Señor tenga a
bien bendecir tu vida, familia, trabajo, salud y ministerio, hoy y
cada uno de los días de tu vida. A pesar de las circunstancias por
las que pasas, ¡VIVE HOY COMO SI FUERA EL ÚLTIMO DÍA DE TU VIDA!
El
sana a los quebrantados de corazón,
Y
venda sus heridas.
(Salmos
147:3 RV60)
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