Cuarentena



Cuarentena
Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com


A mediados de 2009 México emitió con gran eficiencia y celeridad, a través de la Organización Mundial de la Salud, un alerta sobre el brote de una cepa de virus de influenza denominado H1N1. Rápidamente se extendió por todo el mundo afectando la población de numerosos países a lo largo y a lo ancho de todo el planeta y llevándose algunas vidas consigo. Escuelas y universidades, organismos gubernamentales, oficinas y entidades con acceso o gran concentración de público, inclusive algunas iglesias, se vieron tan afectadas que debieron restringir e inclusive suspender actividades.

Esta vez no resulté perjudicado, pero tanto afectados con el virus como quienes no fuimos contagiados, además de extremar las precauciones y cuidados, debimos permanecer en cuarentena un tiempo hasta que el rebrote pasara. Pero unos años antes, hubo una epidemia de parotiditis en la institución cristiana en la que trabajaba y de esta no zafé. Ya siendo un joven adulto resulté contagiado, lo que determinó no sólo un confinamiento en reposo absoluto durante muchos días en medio de intensos dolores y elevada fiebre, sino que también dejó serias consecuencias para la posteridad en mi salud y organismo.

Permanecer aislado y en confinamiento no fue fácil ni agradable, pero si hay un aspecto positivo a rescatar de esa dura y difícil coyuntura, es que hay momentos en la vida de quienes trabajamos y estamos involucrados en los negocios del Señor, en los que experimentamos una especie de obligada “cuarentena espiritual”, durante la cual sin importar las circunstancias que la determinaron –enfermedad, pérdida del empleo, accidente, o lo que sea– apartados o en alguna medida marginados del vértigo cotidiano llega un tiempo de poner las cosas en orden. Como dicen los jugadores de fútbol: “parar la pelota” y mirar alrededor para pensar en una estrategia. Un tiempo durante el cual poder escuchar en quietud la voz de Dios, establecer las pautas de ajuste y tomar las decisiones necesarias.

Podemos asistir a muchos y programados “retiros espirituales”. Sin lugar a dudas cada uno de ellos resultará de gran provecho. Pero en esos retiros nosotros tenemos la facultad de asistir o no, de tomarlos o dejarlos.

Son esos otros “retiros” que Dios a través de las circunstancias de la vida te programa, que no tienes la opción de tomarlos o dejarlos, los que sin dudas resultan ser a la larga, los más provechosos, fructíferos y productivos, toda vez que Nuestro Amado Dios nunca abandona a los suyos, sino que sólo se digna ponerlos aparte un tiempo a fin de que puedan estar a solas con El.

Guarda silencio ante el Señor; espera con paciencia a que Él te ayude.
(Salmos 37:7 DHH)

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