Mene, Mene, Tekel, Uparsin


MENE, MENE, TEKEL, UPARSIN
(Contado, Pesado y Dividido)
Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com

Y tú, su hijo Belsasar, no has humillado tu corazón, sabiendo todo esto; y contra el Señor del cielo te has ensoberbecido, e hiciste traer delante de ti los vasos de su Casa, y tú y tus príncipes, tus mujeres y tus concubinas, bebisteis vino en ellos: además de esto, a dioses de plata y de oro, de bronce, de hierro, de madera, y de piedra, que ni ven, ni oyen, ni saben, diste alabanza; y al Dios en cuya mano está tu alma, y cuyos son todos tus caminos, nunca honraste. Entonces de su presencia fue enviada la palma de la mano que esculpió esta escritura. Y la escritura que esculpió [es]: MENE, MENE, TEKEL, UPARSIN. La declaración del negocio es: MENE: Contó Dios tu reino, y lo ha rematado. TEKEL: Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto. PERES: Tu reino ha sido roto, y es dado a [los] medos y [a los] persias. Entonces, mandándolo Belsasar, vistieron a Daniel de púrpura, y en su cuello fue puesto un collar de oro, y pregonaron de él que fuese el tercer señor en el reino. La misma noche fue muerto Belsasar, rey de los caldeos.
(Daniel 5:22-30 RV2000)

La mano de Dios escribió, como dice la Escritura, delante del candelero sobre lo encalado de la pared del palacio real (Daniel 5:5) es decir, en un lugar de privilegio donde podía ser visto por todo el mundo. Justo donde los reyes mandaban inscribir «títulos, victorias y hazañas, para recordar al espectador a cada paso la grandeza real. Es significativo, que en la misma pared donde el rey solía leer las leyendas lisonjeras de su propia magnificencia, contemple él (mismo) la inscripción misteriosa que predice su (propia) caída. » (Jamieson, Fausset, Brown).

El banquete transcurre, por otra parte, en un momento en el que la ciudad se hallaba sitiada por Ciro. Confiado en la falsa seguridad de sus fortalezas y la abundancia de provisiones, Belsasar desprecia las acciones del ejército de Ciro y convoca un caprichoso banquete para mil de sus príncipes. Como la cosa parece quepintababien, manda traer mujeres y los vasos dedicados a la adoración de Dios.

Con nuestras propias vidas en el presente, ocurre algo bastante parecido. Muchas veces la mano de Dios irrumpe en nuestras vidas en pleno banquete. Tiempos de bonanza, cuando todo parece irbien; cuando los negocios prosperan, los ascensos en el trabajo simplementevienen uno tras otro, la vida nossonríe. Rara vez, en medio de tales circunstancias nos damos cuenta de que nuestro pequeño y -por cierto- frágil mundito se halla sitiado por las huestes del mal al asecho (Efesios 6:12). Como el rey Belsasar, tenemos en alguna parte del pequeño palacio de nuestro corazón, de la casa, o de ambos; un lugar delante del candelero y sobre lo encalado de la pared donde se hallan representadas las lisonjas de nuestras propias hazañas, triunfos y grandezas para que tanto a nosotros mismos como a los que nos rodean no se les puedan pasar desapercibidas por ninguna razón. Absolutamente confiados en que Dios está de nuestra parte, sin importar el camino que estamos tomando, bebiendo del vino de la vida en los vasos que Dios nos ha dado para su adoración.

No alcanzo a imaginarme cabalmente la escena. En plena orgía, absolutamente despreocupados por lo que ocurría puertas afuera de la ciudad, los dedos de Dios irrumpen con una inscripción que en lugar de decir algo así como: Qué grande es nuestro rey dice: contado, pesado y dividido profetizando nada más ni nada menos que la inminente caída de un reino corrupto. Pero puedo discernir con claridad cómo los dedos de Dios escriben muchas veces en nuestras vidas cosas que no podemos entender y hay que llamar a alguienque sepapara tratar de medianamente comprender cómo ayer la vida literalmentenos sonreíay hoy lloramos ante un reino dividido y una vida rota.

Todos podemos ser un Belsasar en nuestras propias vidas. Todos tenemos un pequeño mundito en el que nos podemos llegar a creer reyes absolutos y vivir en un banquete despreocupado bebiendo en los vasos que le pertenecen a Dios. Unas cuantas veces he visto escrito enlo mejorde mi vida: Mene, mene, tekel, uparsin. No tengo deseos de verlo de nuevo.

Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.
(Efesios 6:13 RV60)

Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga.
(1 Corintios 10:12 RV60)

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