Mene, Mene, Tekel, Uparsin
MENE,
MENE, TEKEL, UPARSIN
(Contado,
Pesado y Dividido)
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Y tú,
su hijo Belsasar, no has humillado tu corazón, sabiendo todo esto; y
contra el Señor del cielo te has ensoberbecido, e hiciste traer
delante de ti los vasos de su Casa, y tú y tus príncipes, tus
mujeres y tus concubinas, bebisteis vino en ellos: además de esto, a
dioses de plata y de oro, de bronce, de hierro, de madera, y de
piedra, que ni ven, ni oyen, ni saben, diste alabanza; y al Dios en
cuya mano está tu alma, y cuyos son todos tus caminos, nunca
honraste. Entonces de su presencia fue enviada la palma de la mano
que esculpió esta escritura. Y la escritura que esculpió [es]:
MENE, MENE, TEKEL, UPARSIN. La declaración del negocio es: MENE:
Contó Dios tu reino, y lo ha rematado. TEKEL: Pesado has sido en
balanza, y fuiste hallado falto. PERES: Tu reino ha sido roto, y es
dado a [los] medos y [a los] persias. Entonces, mandándolo Belsasar,
vistieron a Daniel de púrpura, y en su cuello fue puesto un collar
de oro, y pregonaron de él que fuese el tercer señor en el reino.
La misma noche fue muerto Belsasar, rey de los caldeos.
(Daniel
5:22-30 RV2000)
El
banquete
transcurre,
por
otra
parte,
en
un
momento
en
el
que
la
ciudad
se
hallaba
sitiada
por
Ciro.
Confiado
en
la
falsa
seguridad
de
sus
fortalezas
y
la
abundancia
de
provisiones,
Belsasar
desprecia
las
acciones
del
ejército
de
Ciro
y
convoca
un
caprichoso
banquete
para
mil
de
sus
príncipes.
Como
la
cosa
parece
que
“pintaba”
bien,
manda
traer
mujeres
y
los
vasos
dedicados
a
la
adoración
de
Dios.
Con
nuestras
propias
vidas
en
el
presente,
ocurre
algo
bastante
parecido.
Muchas
veces
la
mano
de
Dios
irrumpe
en
nuestras
vidas
en
pleno
banquete.
Tiempos
de
bonanza,
cuando
todo
parece
ir
“bien”;
cuando
los
negocios
prosperan,
los
ascensos
en
el
trabajo
simplemente
“vienen
uno
tras
otro”,
la
vida
nos
“sonríe”.
Rara
vez,
en
medio
de
tales
circunstancias
nos
damos
cuenta
de
que
nuestro
pequeño
y
-por
cierto-
frágil
mundito
se
halla
sitiado
por
las
huestes
del
mal
al
asecho
(Efesios
6:12).
Como
el
rey
Belsasar,
tenemos
en
alguna
parte
del
pequeño
palacio
de
nuestro
corazón,
de
la
casa,
o
de
ambos;
un
lugar
“delante
del
candelero
y
sobre
lo
encalado
de
la
pared”
donde
se
hallan
representadas
las
lisonjas
de
nuestras
propias
hazañas,
triunfos
y
grandezas
para
que
tanto
a
nosotros
mismos
como
a
los
que
nos
rodean
no
se
les
puedan
pasar
desapercibidas
por
ninguna
razón.
Absolutamente
confiados
en
que
Dios
está
de
nuestra
parte,
sin
importar
el
camino
que
estamos
tomando,
bebiendo
del
vino
de
la
vida
en
los
vasos
que
Dios
nos
ha
dado
para
su
adoración.
No
alcanzo
a
imaginarme
cabalmente
la
escena.
En
plena
orgía,
absolutamente
despreocupados
por
lo
que
ocurría
puertas
afuera
de
la
ciudad,
los
dedos
de
Dios
irrumpen
con
una
inscripción
que
en
lugar
de
decir
algo
así
como:
“Qué
grande
es
nuestro
rey”
dice:
“contado,
pesado
y
dividido”
profetizando
nada
más
ni
nada
menos
que
la
inminente
caída
de
un
reino
corrupto.
Pero
sí
puedo
discernir
con
claridad
cómo
los
dedos
de
Dios
escriben
muchas
veces
en
nuestras
vidas
cosas
que
no
podemos
entender
y
hay
que
llamar
a
alguien
“que
sepa”
para
tratar
de
medianamente
comprender
cómo
ayer
la
vida
literalmente
“nos
sonreía”
y
hoy
lloramos
ante
un
reino
dividido
y
una
vida
rota.
Todos
podemos
ser
un
Belsasar
en
nuestras
propias
vidas.
Todos
tenemos
un
pequeño
mundito
en
el
que
nos
podemos
llegar
a
creer
reyes
absolutos
y
vivir
en
un
banquete
despreocupado
bebiendo
en
los
vasos
que
le
pertenecen
a
Dios.
Unas
cuantas
veces
he
visto
escrito
en
“lo
mejor”
de
mi
vida:
“Mene,
mene,
tekel,
uparsin”.
No
tengo
deseos
de
verlo
de
nuevo.
Por
tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en
el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.
(Efesios
6:13 RV60)
Así
que, el que piensa estar firme, mire que no caiga.
(1
Corintios 10:12 RV60)
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