Euroaquilón
Euroaquilón
Por: Luis Caccia Guerra para www.mensajesdeanimo.com
Autorizado para ser publicado en:
http://www.laroca-ministerios.com.ar/; http://www.larocaministerios.blogspot.com/
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Nunca deja de asombrarme toda vez que la leo, la impresionante epopeya de Pablo en el mar, que se relata en Hechos cap. 27. Tan es así que ya he escrito unas cuantas aplicaciones devocionales sobre este pasaje. Pero es como esa película que uno ve una y otra vez. La primera vez que la viste, te gustó y quisiste volver a verla. En esa segunda oportunidad pudiste apreciar detalles y escenas que se te habían pasado por alto. Y así, cada vez que la vuelves a ver, descubres nuevas e interesantes cosas que no habías visto antes… ¡y hasta algunos errores que los editores dejaron en medio del apuro y las presiones por sacar el material en término!
Con la lectura de este pasaje me resulta más o menos lo mismo, con la diferencia de que los únicos errores que encuentro ¡son los míos!.
Con una brisa, pareciéndoles que ya tenían lo que querían, levaron anclas y se hicieron al mar, dice la Escritura. Pero pronto un viento huracanado proveniente del sur, llamado Euroaquilón o Euroclidón, tomó por sorpresa a la nave en la que Pablo viajaba y las cosas se pusieron más que difíciles. Finalmente tuvieron que dejarla a la deriva.
Todo intento de controlarla no sólo había resultado completamente inútil, sino que ponía las cosas peor aún. Dice la Escritura que por causa de unos marinos que querían escapar, tuvieron que soltar y dejar perderse el esquife, el bote auxiliar. Es decir, hasta la última de las oportunidades de naturaleza humana que les quedaba. No apareciendo ni sol ni estrellas por muchos días, y acosados por una tempestad no pequeña, ya habían perdido toda esperanza de salvarse, dice la Escritura.
“Ando con mi Titanic a la deriva” me escribía un amado amigo y hermano desde Buenos Aires, Argentina, hace poco. De eso también, yo sé. Y es que a veces, tomamos decisiones o nos embarcamos en determinados proyectos en tiempos de bonanza, cuando parece que nos bendice la suave brisa del sur. Sin embargo, pronto “la suave brisa” se convierte en el huracanado Euroclidón y ya es un terrible problema cuando gobierna la tempestad y el capitán del barco parece estar dibujado sin poder hacer absolutamente nada. Es cuando ponemos la vida entera a la deriva, sin rumbo y sin saber para dónde nos ha de llevar el viento. Cuando bajamos las velas y el temor se apodera de nuestras vidas, pensando cuál será la próxima ola que nos estrelle y nos haga pedazos contra el acantilado. Cuando la esperanza se convierte en desesperanza. Cuando el sol ya no brilla en lo alto y el negro cielo es todo lo que domina. Cuando la culpa se apodera de nuestro corazón… “si hubiese pensado las cosas de otra manera”, “si no hubiera estado allí”, “si no me hubiera alejado de Dios…” y tantos otros pensamientos que nos hacen sentir que hemos cometido el peor de los errores de nuestra vida.
Sin embargo, Pablo no había cometido ningún error. Estaba siendo llevado por Dios a donde tenía que ir.
Por ello te digo: No importa lo que hayas hecho. No importa cómo ni en qué circunstancias llegaste al estado en el que te encuentras. No importa si lo tuyo es resultado de un error o es Dios quien ha permitido que tú estés en medio de la tormenta… tampoco importa si sabes esto con certeza o estás confundido sin saber qué pasa. Pablo, en medio de tremenda tormenta, tenía una certeza de que Dios tenía propósitos para él y que no había terminado con él todavía. Por lo cual tomó pan, lo bendijo en el Nombre de Nuestro Señor y exhortó a los marinos a comer y a levantar su ánimo, ya que ninguno habría de morir en aquella terrible tormenta.
Hoy bendice tu pan y levanta tu ánimo. Después de muchos días sin sol ni estrellas el amanecer está próximo a hacerse presente con majestuosidad y gracia.
Amad@: si es a Dios a quien amas y sirves de corazón, El no ha terminado contigo todavía y ninguna tormenta duró en este mundo para siempre. En la más absoluta certeza de que te veré y te conoceré “en la otra orilla”, ya no le digas más a Dios cuán grande es tu tormenta… más bien dile a la tormenta CUÁN GRANDE ES TU DIOS!!!
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