Alyson Kieda
Ministerios Nuestro Pan Diario
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Carlos y su pandilla robaban casas, autos y tiendas, y peleaban con otras pandillas. Finalmente, Carlos fue arrestado y sentenciado. En la cárcel, se convirtió en «mandamás», alguien que repartía cuchillos caseros durante los disturbios. Al tiempo, lo pusieron en confinamiento solitario. Ensimismado en su celda, experimentó una especie de pantallazos de eventos claves de su vida… y de Jesús siendo clavado en la cruz y diciéndole: «Hago esto por ti». Carlos cayó llorando al suelo y confesó sus pecados. Luego, le compartió su experiencia a un capellán, quien le explicó más de Jesús y le dio una Biblia. «Ese fue el comienzo de mi trayecto en la fe», dijo Carlos. Por fin, lo regresaron con el resto de los presos, donde fue maltratado por su fe, pero sentía paz porque «había encontrado un nuevo llamamiento: hablarles a otros presos sobre Jesús». En su carta a Timoteo, Pablo habla del poder de Cristo para cambiar vidas: Dios llama a dejar una vida de maldad, para seguir y servir a Jesús (2 Timoteo 1:9). Cuando lo recibimos por fe, deseamos ser testigos vivientes de su amor. El Espíritu Santo nos capacita para hacerlo, aun cuando sufrimos, en nuestra misión de compartir la buena noticia (v. 8). Como Carlos, vivamos a la altura de nuestro llamamiento. De Alyson Kieda | ¿Cuándo compartiste el evangelio con alguien y cuál fue el resultado? ¿Alguna vez te llevó a sufrir? ¿Qué sucedió? Dios, gracias por ofrecerme un nuevo llamamiento. |
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