NUNCA PREGUNTES POR QUÉ TODO TIEMPO PASADO FUE MEJOR

Alex López
La Catapulta
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Hay preguntas que no debemos hacernos, porque sólo llevan a la desesperanza.

Anoche mientras cenábamos, salió el tema de los recuerdos. Cenábamos diez a la mesa. No sólo mi familia, sino una pareja amigos de hace más de tres décadas y sus hijos.

El papá contaba cómo recordaba una memoria tan vívida, que cada vez que pensaba en ella, se veía y sentía de niño en su casa, acostado, tomando pacha – biberón – y viendo la serie de los Tres Chiflados en la tele. Mientras lo contaba, sus ojos se humedecían más de lo normal. Los recuerdos mueven el alma.

Uno a uno comenzamos a contar historias. Algunos de viajes, otros de las experiencias compartidas con sus abuelitos, como cuando la abuelita de esta niña, le servía café en una mini taza que había hecho y juntas jugaban al respecto.

Sin lugar a dudas hay recuerdos tan especiales de nuestra niñez y del ayer. Pero los recuerdos presentan un riesgo. El sabio Salomón – el multimillonario tercer rey de Israel – lo sabía bien cuando escribió el libro de Eclesiastés. Un libro que toda persona debe leer para entender la vida sin Dios y la vida con Dios a pesar que por lo mismo pasamos todos en esta vida y cuál debe ser nuestra respuesta ante el Creador a pesar que en la vida: “Todo es correr tras el viento”. Su cierre al discurso dado, es maravilloso.

Salomón dijo: “Nunca preguntes por qué todo tiempo pasado fue mejor. No es de sabios hacer tales preguntas.” La Biblia en Eclesiastés 7:10

El sabio sí que tiene destreza para vivir. Pero esa destreza comienza con el reconocimiento que el principio de la sabiduría es el temor de Dios. Reconocer su existencia, su grandeza y majestad y honrarlo en base a ello. Lo contrario al sabio es el necio, el tonto o el ignorante. El sabio nunca se pregunta por qué todo tiempo pasado fue mejor, pero el necio sí y sufre las consecuencias.

¿Por qué Salomón nos anima como sabios a no preguntarnos por qué todo tiempo pasado fue mejor? El pasado tiene su lugar, especialmente cuando aprendemos de lo bueno y por qué ocurrió, para replicarlo. O aprendemos de lo malo, para evitarlo y así, honrar a Dios. Pero esta pregunta es para necios, porque declara el ayer como lo mejor. Y cuando ayer fue lo mejor, hoy es lo peor. La esperanza ha muerto. Y sin esperanza, no hay futuro.

Recuerde lo bueno del ayer, pero no declaré ni que será lo mejor que pudo haber vivido. Aunque nunca vuelva a vivirlo, mantenga sus ojos delante. Dios es la esperanza. Fue la esperanza de Adán y Eva en medio de su vergüenza, culpabilidad y desnudez. Aunque los expulsó del Jardín del Edén por su pecado, cubrió su vergüenza y desnudez con pieles de animales. Vemos aquí la gracia de Dios a pesar de la rebelión de los primeros seres humanos ante su voluntad.

La esperanza de Dios siempre es a futuro. La esperanza es salvación. Perdón y nueva vida hoy. Y esperanza eterna con él.

Ya sea que recuerde al ser querido que partió o momentos especiales del ayer, que el ayer sea un recuerdo que haga que broten lágrimas, pero que esas lágrimas no declaren que lo pasado era mejor. El futuro de esperanza es un cielo y una tierra nueva cuando viviremos con Dios. E incluso, volveremos a ver a aquellos que han muerto en unión con Cristo.

La esperanza siempre es a futuro y en Dios quien nunca falla. No ponga su mirada en el ayer, porque se tirará al abandono. Hay preguntas que no debemos hacernos, porque sólo llevan a la desesperanza. Las que sí, llevan a la reflexión, al aprendizaje, a la acción y a honrar a Dios.

“Así dice el Señor: «Cuando a Babilonia se le hayan cumplido los setenta años, yo los visitaré; y haré honor a mi promesa en favor de ustedes, y los haré volver a este lugar. Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza. Entonces ustedes me invocarán, y vendrán a suplicarme, y yo los escucharé.” Jeremías 29:10-12


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