IDEOLOGÍA DE GÉNERO - PARTE 1

Por: Lic. Diego Brizzio




Hay un material que dice que en la escuela debe enseñarse a los niños pequeños que todas las formas de vivir la sexualidad son normales e igualmente válidas, y que nadie debe decir lo contrario, porque eso es discriminador y malo.
Todos los días aparecen en los medios de comunicación “ejemplares y emotivas” historias en las que personas del mismo sexo pueden tener una hermosa relación afectivo-sexual, a pesar de todos los prejuicios.
También casi todos los días nos enteramos de personas que reclaman al registro civil que se le haga algún cambio de identidad, porque ya no se percibe más como los datos biológicos y los registros dicen, sino que ahora se perciben de otra forma: puede percibirse como del sexo opuesto, o como de otra edad, etc.
Preguntamos: ¿quiénes están detrás de toda esta movida? ¿Qué pensamientos la sostienen? ¿Cómo llamamos al gran aparato de conceptos que movilizan todo esto? Lo llamamos:
Ideología de Género (IdG) – Parte 1
Ideas principales y respuestas cristianas
Leamos Romanos 1.22-27: “Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío.” Detrás de esas cosas que vimos al comienzo, hay personas como las que se mencionan en este texto: personas que han querido buscar el disfrute y la satisfacción profunda, pero no en el maravilloso ser de Dios, ni tampoco como él lo enseña, sino que, por el contrario, dejaron de lado a Dios, y dependiendo de su propia razón, empezaron a filosofar, y propusieron una práctica dañina, y están llegando a los niveles más bajo de la destrucción personal y social, y se están atrayendo el justo juicio de Dios. Personas así son las que están detrás de esas cosas que vimos, detrás de la IdG. Aquí vamos a ver de modo muy general qué dicen sus exponentes principales, y qué respondemos o sostenemos nosotros como cristianos.
Quiénes son y que dicen los exponentes principales
Algunos de los grandes exponentes o promotores de toda esta movida, de la IdG, son Wilhelm Reich, Michel Fucoult, Herbert Marcuse, Simone de Beauvoir, Kate Millet, Shulamit Firestone, Zillah Eisenstein, Monique Wittig, Beatriz Preciado, Judith Butler y Leonor Silvestri. Algunos escribieron en la primera parte del siglo XX, otros a mediados, otros a fines, y otros todavía están vivos y escriben y enseñan en universidades. Todos ellos se sentían oprimidos, cuestionados en su forma de ser, sufridos, angustiados, vacíos, sin sentido, limitados. Entonces se preguntaron: «¿Por qué sentimos y vivimos esto? ¿A qué se debe? ¿Quién tiene la culpa o es responsable?» Y todos llegaron a la misma respuesta: la culpa la tienen todos los demás. La responsable es la sociedad, por la forma de pensar y la forma de ser. Las mujeres dicen: «—Nos sentimos así porque históricamente la sociedad nos ha discriminado: nos ha sacado de los asuntos importantes y trascendentes del mundo, y nos ha limitado a lo emocional, a lo estético, lo sexual, lo reproductivo, lo familiar y lo doméstico. ¡Por eso nuestra vida no tiene sentido y nos sentimos oprimidas!» Y los tres varones, quienes —importante detalle— eran todos homosexuales, dicen: «—Nos sentimos así porque históricamente la sociedad nos ha discriminado: nos ha dicho que somos raros, y se han burlado, y nos han sacado de muchas esferas. ¡Por eso nos sentimos mal!»
Viéndose así, las mujeres y los no-heterosexuales comienzan a verse como una gran porción de la sociedad que está siendo discriminada por otra gran porción de la sociedad. Interpretan que esa es la causa de todos los males. Y entonces comienzan a hacer reclamos, y así comienza a armarse una verdadera ideología.
Las mujeres dicen: «—No queremos que por el sólo hecho de haber nacido mujer nos marginen. Queremos llegar a ser tan libres como el varón, y a cumplir las mismas funciones que el varón. Queremos que se borre toda diferencia, ¡toda diferencia!» Y los homosexuales reclaman: «—No queremos que por el solo hecho de tener otra forma de vivir lo afectivo-sexual nos marginen. Queremos ser tan aceptados y útiles como todos los demás». En síntesis, estas mujeres y estos homosexuales reclaman: «—Queremos que la sociedad deje de imponer cómo deben ser, cómo deben comportarse y a qué deben dedicarse las personas en función de su sexo o de sus vivencias afectivo-sexuales. Queremos absoluta libertad; cero restricciones, cero límites. Queremos ser como se nos ocurra, hacer lo que se nos ocurra, y dedicarnos a los que se nos ocurra».
Estos ideólogos de género postulan: «Esta sociedad debe darse cuenta de que es machista o patriarcal. Los varones no quieren perder el control de las cosas importantes del mundo, no quieren dejar de ser los que toman las decisiones. Quieren que todo gire alrededor de ellos, que se prioricen sus propios intereses. Por eso usan a la mujer sólo como sierva: para el placer estético y físico, para tener a alguien que lo contenga y lo atienda en casa, para llegar a tener una descendencia que lo cuide cuando sea viejo, que continúe su apellido o renombre, que reciba su herencia, y que se acuerde de él. ¡El varón quiere ser el centro de todo! Aparte, esta sociedad también debe darse cuenta de que es heterosexista. Sólo acepta como legítima o sana la relación afectivo-sexual con un adulto del sexo opuesto. Impone o normaliza la heterosexualidad. Es heteronormativa. Rechaza como mala o perversa toda otra forma de vivir lo afectivo-sexual.»
«—Para mantener ese machismo y heterosexismo —sigue diciendo la IdG— esta sociedad ha impuesto o construido una “forma de ser varón”, y “una forma de ser mujer”. Ha dictado qué cosas debe caracterizar a cada uno de los sexos biológicos en cuanto a atributos personales, comportamientos y roles sociales. En otras palabras, ha creado una cultura de lo masculino y de lo femenino, ha dictado en qué consiste cada una de esas categorías. Es a cada una de estas formas de ser que la sociedad atribuye a cada sexo, y espera de él, que llamamos “género”. “Género” es la forma en que debe verse o se ve la persona respecto de su afectividad o sexualidad, en la sociedad. Esta sociedad históricamente ha impuesto o hecho creer que el varón, por naturaleza, es —y debe ser— fuerte, racional, estable, productor, orientado hacia lo público, eróticamente atraído por las personas que tienen vagina, la parte activa en la relación sexual, padre, proveedor, protector, dominante, jefe, etc. Y respecto de la mujer, esta sociedad ha impuesto y hecho creer que, por naturaleza, ella es —y debe ser— débil, emocional, inestable, propia de la casa y lo doméstico, afectiva y eróticamente atraída hacia los varones, casada con uno, romántica, dependiente, vulnerable, sumisa, servidora, la parte pasiva en la relación sexual, la que debe cumplir con la obligación natural y el más alto propósito y realización de darle hijos al esposo —concebirlos, gestarlos, parirlos y criarlos—, etc. »
«Construyendo o inventando estas características, formas de ser, o “géneros” para cada uno de los sexos biológicos, e insistiendo en que cada uno las tiene “de fábrica” o “por naturaleza”, la sociedad hetero-patriarcal ha logrado que el varón se entienda o vea a sí mismo como principal o privilegiado respecto de la mujer, jerárquicamente ubicado por encima de ella, pudiendo servirse de ella para los intereses propios; y ha logrado también que la mujer se entienda o vea a sí misma como secundaria, acompañante o supeditada respecto del varón, debiendo servirlo a él para sólo así alcanzar su realización. Por otro lado, esta sociedad también ha logrado invisibilizar o marginar o burlar a los no heterosexuales. Es por eso que una gran porción de la sociedad se siente oprimida y sin sentido.»
«Sin embargo —continúa la IdG— no hay nada biológico en el varón y en la mujer que por naturaleza los lleve a ser y hacer lo que la sociedad hetero-patriarcal le ha dictado que sea y haga. Por ejemplo, en el cuerpo del varón no hay nada que “por naturaleza” lo haga fuerte, racional, orientado hacia lo público, atraído por las mujeres, padre, proveedor, protector, dominante o jefe. Lo mismo en relación con la mujer: en su cuerpo no hay nada que “por naturaleza” la haga débil, emocional, doméstica, atraída hacia los varones, deseosa de casarse, dependiente, vulnerable, sumisa, servidora, deseosa de ser madre, etc. Esta sociedad debe entender que el género de cada persona —la forma de ser y lo que hace en función de su sexualidad— no tiene nada que ver con su biología, sino solamente con lo que la persona aprende de la sociedad o la cultura, con lo que desde bebé absorbe o asimila, observa o escucha, del entorno en que vive. Hasta el día de hoy, la sociedad ha sido machista y heterosexista, enseñando que solamente hay dos géneros, y que cada uno consiste en las características que ya se han enumerado.»
«Esto equivale a decir que, cuando el individuo adquiere consciencia de todo esto, y tiene libertad, y lo determina, puede y debe comenzar a construir su propio género, como a él se le ocurra. Puede crear su propia forma de ser, y decidir qué hacer, qué no hacer, como comportarse y cómo no comportarse.»
«Por todo lo dicho anteriormente, entonces, lo que hay que hacer es apuntar a la sociedad y hacer una revolución cultural, cambiarla completamente. Hay que deconstruir o destruir esas formas de ser que se ha armado para la mujer y para el varón. Hay que bombardear con la idea de que la mujer puede ser —y debe ser— como el hombre, tan libre como él para todo, arrasar con todas las diferencias entre ellos. En realidad, lo que hay que lograr es elevar a la mujer, masculinizándola, y bajar al varón, feminizándolo. En cuanto a la mujer, hay que elevarla, liberándola de lo siguiente: (1) de la maternidad. Si las mujeres quieren seguir siendo madres, nunca van a llegar a ser como el varón. Van a seguir teniendo hijos, y van a seguir limitadas por el cuidado propio y el de sus críos, y no van a poder perseguir en libertad su propio proyecto de vida. Así que, hay que darles todo tipo de anticonceptivos, y que tenga el recurso del aborto legal, seguro y gratuito. Si el día de mañana aparece la tecnología suficiente (que ya casi está), la mujer que quiera tener un hijo debe usar esa tecnología en que ella no participe ni en el acto sexual ni en la gestación. Y cuando esos hijos nazcan, el Estado debe cuidarlos y formarlos en ambientes apropiados y con doctrinas apropiadas, a finde que la mujer no esté limitada por esa tarea. (2) También hay que liberar a la mujer de la imposición de la heterosexualidad. Lo mejor de todo, es que la mujer opte por vivir su afectividad y sexualidad como lesbiana, y de ese modo no se relacione de ningún modo con el varón. (3) Hay que liberar a la mujer del matrimonio y de la familia, porque son relaciones, instituciones o escenarios en que la mujer llega a ser de alguna manera propiedad del varón, su servidora, y la madre de eventuales hijos. (4) Por supuesto, hay que hacer que la mujer se inserte y domine los asuntos más trascendentes del mundo, tomando decisiones, tanto como el varón. Con todas estas liberaciones, se elevaría a la mujer.»
«Y en cuanto al varón, hay que rebajarlo, hay que feminizar a ese varón ha formado. Hay al menos dos cosas que deben hacerse: (1) callarlo, decirle que no se meta, ridiculizarlo, acusarlo… hacer que desaparezca de escena. (2) Debilitarlo como macho, impulsándolo a la homosexualidad como algo normal y bueno.»
«Por último —sigue la IdG—, después de haber elevado a la mujer y rebajado al varón, la última gran estrategia de la libertad, y para la libertad, es estimular o promover la multiplicación de formas de vivir la afectividad y la sexualidad, lograr la diversidad de género. Esto es posible, porque, como ya dijimos, cada individuo puede y debe construir su propio género, como a él se le ocurra. Porque no tiene nada biológico que lo condicione o determine de nacimiento. Puede crear su propia forma de ser, y decidir qué hacer, qué no hacer, como comportarse y cómo no comportarse. Así que, hay que lograr que los géneros se diversifiquen, que la cultura sea multi-género, que se multipliquen indefinidamente, hasta el absurdo, sin límite alguno. Que haya asexuales, transexuales, homosexuales, bisexuales, demisexuales, lithsexuales, sapiosexuales, skoliosexuales, pansexuales, polisexuales, pornosexuales, autosexuales, antrosexuales, etc. Mientras más géneros haya, más se borrarán los bordes de la sexualidad, y más libertad habrá. Cada uno podrá llegar a ser lo que se le ocurra, el tiempo que lo desee, las veces que quiera. El machismo y el heterosexismo se habrán acabado para siempre y la sociedad habrá llegado a la paz y al bienestar soñados.»   
«Por supuesto, no hay que decir todo esto de una sola vez en los medios de comunicación, porque de lo contrario la sociedad, tan acostumbrada a lo tradicional, nos va a tratar de locos. Hay que ir despacito, avanzando a medidas que se vayan logrando las cosas. Pero que quede claro que esa es nuestra agenda general. Eso queremos.»
Qué respondemos o sostenemos nosotros como cristianos
Creo que podemos responder a la IdG basados principalmente en las primeras páginas del Génesis.
1. Decimos que es verdad que, a lo largo de la historia, y en casi todas las sociedades del mundo, ha habido patriarcado, más o menos como hemos escuchado que lo define la IdG. El varón se ubicó solo en los grandes asuntos del mundo, para tomar él las decisiones allí; y a la mujer la usó para su placer y servicio, conforme a sus propios intereses. ¿Sacamos esto solamente de la observación histórica y del juicio propio, o también de la Biblia? También de la Biblia. Dios mismo anunció que así sería, inmediatamente después de que Adán y Eva pecaron: “Tú desearás controlar a tu marido, pero él gobernará [tendrá dominio] sobre ti” (Gn 3.16, NTV). Así que, Dios mismo anunció que toda la historia sería una historia en que el varón dominaría a la mujer, incluso cuando quiere dominarlo a él. Ojo; cuando Dios anuncia esto, no está dictaminando que así debía ser, sino avisando que, en general, y como triste resultado del pecado, la relación entre los sexos sería tensa, y el varón lograría pecaminosamente dominar sobre la mujer. No es la voluntad de Dios que esto suceda, pero esa es la realidad. Así que, en cuanto a la existencia misma del patriarcado, los cristianos estamos de acuerdo. También reconocemos que se maltrata y se excluye a los homosexuales, como si se tratara de seres humanos inferiores. Realmente se los ha marginado y se los margina. Luego, puesto que estas dos cosas son pecaminosas, los cristianos (y todo el mundo) estamos llamados a notar, denunciar y hacer algo por acabar con todo aquello que, a la luz de la Biblia, resulte realmente injusto, en cualquier nivel. Por supuesto, no todo lo que la IdG dice que es injusto, para Dios es injusto; y no todo lo que la IdG propone para resolverlo, para Dios es válido. Al contrario, casi ninguna estrategia de la IdG es válida para Dios.
2. Aunque aceptamos que el patriarcado y el maltrato de los homosexuales existen, negamos que sea el problema que esté causando todo problema social, como parece sostener reduccionistamente la IdG, así como también lo hizo con otro discurso la ideología marxista o comunista, y la ideología nacionalsocialista de Hitler. Negamos también, por tanto, que haciendo desaparecer el patriarcado (como quiera que eso fuese posible) vayan a desaparecer todos los problemas, y vayan a aparecer la paz y la armonía social tan ansiados. Génesis (y también Romanos, como ya leímos) deja bien claro que la causa de todo problema social o relacional (e incluso personal o individual) es el pecado: la incredulidad contra contra Dios, la rebelión, la independencia de él, la ignorancia de él. Sólo creyendo en el evangelio de Cristo, conociéndolo, disfrutándolo, dependiendo de él y obedeciéndole, comienzan a resolverse algunos conflictos. Y éstos, sin embargo, no desaparecerán completamente hasta el día glorioso en que Dios haga nuevas todas las cosas.
3. Calificamos de anticientífico y falso que la forma de ser del varón y la forma de ser de la mujer sea exclusivamente una construcción o un invento de la sociedad. Negamos que la biología sea neutra en la determinación de la psicología, afectividad y sexualidad de cada uno. De la misma manera, negamos que alguien pueda construir saludablemente su propio género de un modo completamente desvinculado de su cuerpo o constitución natural. Lo negamos, por dos razones, una bíblica y la otra científica. La bíblica es que explícitamente se afirma que Dios hizo al ser humano “varón y mujer” (Gn 1.27), y todo el contexto sugiere que las diferencias entre ellos, aparte de ser corporales o biológicas, también eran psicológicas y de habilidades. Entendemos que Dios los constituyó relativamente distintos, para que en la vida real fuesen relativamente distintos y así se complementaran y ayudaran. La razón científica es esta: importantes y serios estudios han demostrado que las diferencias cromosómicas, hormonales, cerebrales y anatómicas entre varones y mujeres generan realmente por naturaleza algunas conductas, preferencias y habilidades más propias de un sexo que de otro.[1] Así que, es anticientífico y falso decir que el ser humano viene completamente en blanco en cuanto a su forma de ser como varón o mujer, y que todo lo aprende de la sociedad, o lo puede cambiar él por propia voluntad.
4. Afirmamos que todas las características naturales de la mujer son útiles y necesarias, no solamente para el ámbito de la pareja, familia y toda actividad social o humana, sino también para el ámbito de los grandes asuntos políticos, económicos y estructurales del mundo. Por eso Dios encargó que ambos gobernaran el mundo, que ambos participaran, tal como se desprende de los verbos imperativos en plural: “Gobiernen sobre la tierra. Reinen…” (Gn 1.28). Por tanto, coincidimos en que la mujer debería estar presente, y opinar, y tomar decisiones en esas esferas. De la misma manera, afirmamos que todas las características naturales del varón son útiles y necesarias, no solamente para el ámbito no doméstico, sino también para el doméstico, personal y familiar. De hecho, Dios le encargó a la pareja humana el trascendente trabajo de formar, proteger, alimentar y disciplinar a los hijos, y eso incluye, sin lugar a duda, cada detalle de esa tarea (¡salvo darle de mamar, claro!). Por tanto, coincidimos en que el varón debería estar presente, y compartir todas esas responsabilidades. En todas las áreas debería haber un reconocimiento y un ejercicio serio y profundo de la complementariedad sexual, de la valoración mutua, y la interdependencia.
5. Ante el menosprecio que la IdG muestra por la maternidad-paternidad-familia, y el gran valor que le otorga a lo público o estructural, como cristianos afirmamos que, para Dios, ninguna de esas dos esferas es más o menos trascendente que la otra. Ambas son excelentes y esenciales. Ninguna debería ser menospreciada ni devaluada en beneficio de la otra. Entre ambas debe haber un equilibrio, tanto en el sistema social, como en el sistema de valores de cada persona.
6. Sobre la base de lo anterior, los cristianos defendemos el binarismo de sexo y el heterosexismo, siempre que esas palabras no incluyan ninguna connotación de desprecio personal, ni de negación de dignidad, ni de privación de los derechos humanos. Afirmamos que la única forma saludable de vivir lo afectivo-sexual es con una sola persona del sexo opuesto, y nunca entre un mayor y un menor, ni entre parientes directos. Esto se basa en tres hechos: (a) en que Dios creó una pareja heterosexual; (b) en que Dios dice que en esa relación hay plena satisfacción a las necesidades afectivo-sexuales (Pr. 5.18-19); yen (c) en que Dios prohíbe que se practique toda otra relación (p. ej. Ro 1.17-22). Por eso, si alguna persona, por algún tipo de experiencia o relación dañina en algún momento de su vida, o por cualquier razón tuviese una aversión psicológica al sexo opuesto, o alguna atracción hacia el propio sexo, le desaconsejamos la práctica sexual en sí misma, con todo lo difícil que eso puede sonar. Desaconsejamos absolutamente toda cirugía y todo tratamiento hormonal tendiente a asemejar el cuerpo propio al cuerpo del sexo opuesto. Nunca habrá tal cosa como “el cambio de sexo”, porque es imposible, genéticamente hablando. En lugar de cualquiera de esas opciones, esa persona debe reconocer la anormalidad, y buscar algún tipo de ayuda espiritual, emocional o psicológica.
7. Es importantísimo que los cristianos, tanto varones como mujeres, seamos los primeros en abandonar patrones, actitudes y conductas machistas. Por ejemplo: privar a la mujer que se desarrolle en algún área distinta de la doméstica; que el varón esté libre de responsabilidades domésticas; que el varón sea servido en casa; que el hombre puede ser infiel; que la mujer es un objeto sexual; que ella es la que debe hacerse cargo de los niños; que el marido debe controlar el dinero en la casa; etc. Antes que eso, deberíamos ser ejemplos de delicadeza, honor, y valoración para con las mujeres por todo lo que ella representa y puede representar en todas las esferas de la vida. Varones y mujeres cristianos también debemos mostrar en el nombre de Cristo un genuino amor por toda persona que tenga vivencias afectivo-sexuales no heterosexuales. Como Cristo hacía con todo tipo de pecadores, y como lo hizo con nosotros, debemos acercarnos, ser sus amigos, interesarnos por sus necesidades, y compartir con ellos, sin por eso compartir sus pensamientos y sus pecados.
8. Por último, por supuesto, afirmamos el valor de la familia.


[1] Las diferencias biológicas generan, por ejemplo, que la mujer tenga mayor empatía, que sea una mejor observadora, que interprete mejor los rostros y el estado de ánimo, que sea más dada a comunicarse verbalmente, que sea más afín a crear lazos emocionales, que madure antes, que tenga inclinaciones maternales, que sienta atracción afectivo-sexual por los varones, etc. Generan que el varón sea físicamente más activo, enérgico e impulsivo, que tenga más fuerza física, que tienda más a la competencia y menos a la colaboración, que sienta atracción afectivo-sexual por las mujeres, que su apetito sexual sea más periódico e inclinado hacia lo físico, etc.

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