HACIA UNA FAMILIA MEJOR-MJE.5: Algunos pasos que deben dar los hijos en relación con sus padres, y los hermanos entre sí

Por: Diego Brizzio



 Aquí hay realidades familiares diversas: algunos viven solos, otros viven con diez en la misma casa; algunos están muy bien, otros están muy mal. No importa; sea cual sea nuestra realidad, hemos aprendido que se puede mejorar. Si cada paso que damos de ahora en más está de acuerdo con el diseño divino para la familia, nuestra realidad se puede mejorar. En esta serie titulada…
Hacia una familia mejor (V)
Hemos visto algunos pasos que deben dar los no-casados, los casados y los padres. Hoy vamos a ver algunos pasos que deben dar los hijos en relación con sus padres, y los hermanos entre sí. Vamos primero con…
I.          Los hijos en relación con sus padres
El pasaje base, conocido por todos, es Éxodo 20.12. “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová, tu Dios, te da”. Este es el paso general que los hijos deben dar en relación con sus padres. Pero alguien podría preguntarse qué quiere decir honrar… Bueno, vamos a ver cuatro pasos más específicos, incluidos en ese “honrar”:
A. “Hijos, obedezcan a sus padres porque ustedes pertenecen al Señor” (Ef 6.1-2). “Hijo mío, atiende a la educación paterna y no olvides la enseñanza materna, pues serán corona preciosa en tu cabeza, collar alrededor de tu cuello” (Pr.1-8-9). Desde muy chiquito, el hijo dice “sí” cuando el padre dice “no”, y dice “no” cuando el padre dice “sí”. Hay choque de voluntades. Por eso Dios ha dicho que los hijos deben dar el paso de obedecerlos. Dios ha dicho que la voluntad del hijo, en particular del niño, adolescente o jovencito, debe subordinarse a la voluntad del padre o de la madre. Esto es muy difícil para ustedes, ¿verdad chicos? Sí, porque ustedes piensan que los interrumpen (estoy jugando), o que les mandan algo desagradable (a barrer el pasillo), o que no los entienden, o que son injustos, etc. Y podría ser que en algunos casos fuese cierto. Sin embargo, para que la familia sea mejor, es la voluntad del chico la que debe subordinarse a la de los padres. ¿Por qué? Porque delante de Dios tus padres son los responsables de tu formación y protección. Porque ellos, por su mayor conocimiento y experiencias, advierten peligros u oportunidades que vos quizá no ves. Y por último, porque así como Cristo, en su rol de Hijo, se subordinó a su Padre, así también ustedes. Deben reflejar ese aspecto de la fe cristiana.  Así que, querido, orá a Dios para que te ayude a no resistirte, a no protestar, ni bufar; a ser sumiso, dócil y a aceptar la autoridad de tus padres. Ese es tu paso para avanzar hacia una familia mejor.
B. “No desprecies a tu madre cuando sea anciana…” (Pr 23.22). “Quien mira a su padre en son de burla y desprecia a su anciana madre, los cuervos le sacarán los ojos y será devorado por los buitres” (30.17). “Dios dice: ‘Cualquiera que hable irrespetuosamente de su padre o de su madre tendrá que morir’” (Mt 15.4). “Nunca le hables con aspereza a un hombre mayor, sino llámale la atención con respeto como lo harías con tu propio padre” (1 Ti 5.1). En su opinión, ¿es común que hijos de todas las edades les griten a sus padres, los desprecien, les digan cosas feas, los insulten, se burlen, y hasta los golpeen? … Pues parece que sí. El diario Los Andes de ayer 15 de junio (2019), decía que en Mendoza la mitad (51%) de las agresiones a un adulto mayor es provocada por un hijo o una hija de la víctima.[1] Esto es muy humillante, y grave. Por eso, Dios ordena al hijo que dé el paso de respetarlos. Todo hijo, menor y mayor, debe respetar a sus padres, no humillarlos de ninguna manera. Hay veces que la ira nos desborda; hay veces que los sorprendemos en un error o en un pecado; hay veces que muestran su ignorancia; hay veces que por su vejez se vuelven torpes y nos dan vergüenza, o se ponen lentos y nos agotan la paciencia… A mí me pasa. Sea como sea, no debemos hacer nada que los humille. Debemos respetarlos.
C. El paso de acompañarlos y mimarlos. Les voy a decir algo a los hijos, algo que quizá no tenemos muy en cuenta: los padres no son máquinas de cuidar, mimar y molestar. También tienen necesidades sentimentales hacia nosotros. Necesitan hablar con nosotros, vernos y ser amados. Sería bueno que hiciésemos eso más seguido. Yo entiendo que el tiempo, el trabajo, la distancia y el dinero muchas veces se vuelven limitaciones para hacer eso. Lo digo por experiencia: yo mismo no puedo visitar a mi madre (que vive en Córdoba) todo lo que ella quisiera; y tampoco mi esposa puede visitar a sus padres (que también viven en otra provincia) todo lo que ellos quisieran. Pero tenemos que hacer más esfuerzos para comunicarnos, visitarlos y mimarlos. Lo necesitan mucho. Esto es hacer una familia mejor.
D. “Si una viuda tiene hijos o nietos, que éstos aprendan primero a cumplir sus obligaciones con su propia familia y correspondan así a sus padres y abuelos, porque eso agrada a Dios” (1 Ti 5.3-4; ver Mt 15.5-6). Con el paso de los años, muchos padres se enferman, o se desmejoran mucho, o tienen poca plata. Y Dios no quiere que pasen necesidades básicas. Por eso, nos ordena el paso de ayudarlos práctica y económicamente.  Si alguno de nosotros tiene padres muy achacados, o con recursos insuficientes, nuestra primera responsabilidad cristiana es atenderlos: llevarlos al médico, comprarles los medicamentos, que tengan una calefacción segura, que se alimenten bien, que tengan una buena higiene personal y de la casa, que estén en un lugar seguro, etc. Es muy difícil, pero es nuestro deber. ¿Y qué hay del hogar de ancianos? Desde mi punto de vista, debería ser el último recurso, cuando realmente no queda otra alternativa. Por ejemplo: cuando el viejito necesita ayuda física y médica permanente, o cuando hay solamente uno o dos hijos que pueden cuidarlo, o cuando esos hijos también están físicamente limitados, o cuando trabajan mucho, o están muy lejos. Como última alternativa. Siempre que sea posible, que se quede con alguno de los hijos, o los nietos.
Hemos visto cuatro pasos que los hijos deben dar en relación con sus padres. Estos pasos conducen a una familia mejor. Y dice el Señor que cumplirlos es justo, es lo correcto. Es una cuestión de orden en cuanto a la autoridad, de respeto personal, de retribución al que le ha brindado mucho, y de reconocimiento al que le ha generado la vida. Si damos esos pasos, tenemos la promesa de que tendremos una mejor vida. Sí; una mejor vida. Y si no los damos, la advertencia de que tendremos una peor vida. Así es.
Ahora bien, quizá haya algún hijo aquí que diga: “—Todo eso está muy bien para un hijo que tiene padres normales o más o menos buenos; pero ¿qué hay de mí? Mi progenitor o progenitora me abandonó y se borró, o nunca me proveyó, o fue extremadamente severo o burlesco, o fue alcohólico o drogadicto y me avergonzaba, o me golpeaba, o me abusó sexualmente… ¿Qué hay de mí? ¿Yo también debo hacer todo eso que dijiste, honrarlo?” Bueno, aquí estamos en terreno sagrado, en terreno sagrado que ha sido profanado. Quisiera decir algunas cosas con toda reverencia y humildad: (1) Si actualmente tu padre te está abusando física o sexualmente, dando palizas, o manoseándote, o cosas así, pedí ayuda de inmediato. Esa situación debe detenerse ya mismo. (2) Si actualmente no estás con tu padre o madre, pero él o ella se portó muy mal con vos te digo lo siguiente: si sos adolescente, no voy a poner cargas emocionales que a esta edad no podés llevar. Sólo te pido: tratá de no odiarlo. No les des rienda suelta a tus sentimientos negativos. Eso ahondaría tu herida más de lo que ya está. Pero si sos joven o adulto, quisiera invitarte a iniciar tu sanidad emocional. Tiene que ser con alguien más, en este orden: con Dios, con alguien de mucha confianza, o con el ministerio de Corazón herido, u otro similar. Es muy importante hagas lo siguiente: (a) expresá lo feo que sentís: tu bronca, tu dolor, tu odio, tu vacío. Expresarlo ventilará e iluminará un poco tu corazón. (b) Pedile a Dios que satisfaga tu corazón con Él mismo, que llene con su Espíritu Santo ese vacío con forma de padre que sentís. Él puede hacerlo. (c) De inmediato, comenza el proceso de perdonar. No porque no se lo merezca, sino para dejar el caso en las manos de Dios, y para no seguir enfermando tu corazón. Soltá para siempre tus ganas de “matarlo”. (d) Por último, si es posible, si está a tu alcance, mostrá la gracia que Dios tuvo con nosotros, y procurá tener gestos y acciones de acercamiento y relación hacia ese padre, para conversar sobre el pasado y sobre el futuro. Mi oración a Dios es que tu corazón pueda sanar.
II.         Los hermanos entre sí
Los hermanos son las personas con que compartimos los vínculos de la sangre, de haber vivido juntos la infancia, los juegos, las aventuras, etc. Para Dios, la relación entre hermanos es muy, muy valiosa. Vamos a ver tres pasos para cultivar y fortalecer esta relación:
A. “Un hermano nace para ayudar en tiempo de necesidad” (Pr 17.17; ver 27.10). Aquí tenemos el paso de ayudarse o acompañarse. En los momentos significativos de la vida, pueden estar los padres y los amigos, pero los hermanos no deben faltar. Mi hermano Darío, mientras vivió, fue un ejemplo de esto conmigo, tanto en tiempo de necesidad como en tiempos felices. Por ejemplo: apenas mi papá murió, cuando yo tenía 14 años, y no andábamos bien económicamente, Darío con su trabajo me compró mi primer par de zapatillas de marca. Luego, me compró un tablero de dibujo, que yo necesitaba para la secundaria. Cuando me fui a vivir a San Juan, él quiso acompañarme y llevarme. Cuando me casé, él estuvo conmigo y me ayudó con algunas cosas que necesitábamos. Cuando me fui con Myriam a estudiar a Guatemala, él colaboró con nosotros económicamente. Cuando me gradué, él viajó y me acompañó en ese momento tan significativo. Cuando volvimos, él le regaló el cochecito de bebé a Milagros, que no tenía. Él todos los meses me hacía trámites administrativos y legales en Córdoba, porque yo no podía por la distancia… En fin, mi hermano me dio ejemplo de ayuda y compañía fraternal. Hoy realmente lo extraño. Si tenemos hermanos de sangre, también debemos ayudarnos y acompañarnos entre sí.
B. “Trata a las jóvenes como a tus propias hermanas, con toda pureza” (1 Ti 5.2). Pablo da por sentado que los jóvenes tratan a sus hermanas con pureza. En el Antiguo Testamento, tenemos el caso de Amnón y Tamar, medios hermanos hijos de David. Es un caso lamentable. Sabemos que él la deseaba, y que terminó violándola, y que todo fue un desastre para ambos y para la familia. Esto no debe pasar en nuestras familias. Por eso, este texto que leímos nos enseña como principio que, en particular los hermanos varones jovencitos o jóvenes, que tienen hermanas, deben dar el paso de ser puros con ellas. No deben hacerle ninguna maldad sexual. No deben espiarlas, manosearlas, ni forzarlas… Hay muchas chicas que tienen mucha vergüenza, bronca y dolor en su corazón a causa de haber sido usadas por su propio hermano. Esa maldad debe ser evitada. Hay que ser puros con ellas.
C. “Hay amigo más unido que un hermano” (Pr 18.24). “El hermano ofendido es más tenaz que un castillo fuerte, y los litigios entre hermanos son como cerrojos de fortaleza” (Pr 18.19). En el Antiguo Testamento tenemos varios casos de hermanos peleados y distanciados entre sí: el de Caín y Abel, de Jacob y Esaú, de Raquel y Lea, de José y sus hermanos, de Roboam y Salomón, etc.. Casi todos ellos fueron a causa de envidiar, o competir o rivalizar, y varios terminaron cortando relaciones, distanciándose, y algunos hasta matándose. Y en el presente, ¿quién no conoce a hermanos que, por diferentes circunstancias, han cortado relaciones y ahora están distanciados? Hay muchos hermanos peleados. Y dice Proverbios 18.19 que es muy difícil hacer que esos hermanos se reconcilien. Por eso, Dios dice que debemos dar el paso de ser unidos. Bueno, y el Martín Fierro también lo dice: “Los hermanos sean unidos, porque esa es la ley primera”. Debemos conservar la buena relación y mantenernos cerca, a pesar de las circunstancias y las experiencias de la vida. ¡No tenemos que rivalizar, ni competir, ni envidiar, ni alimentar intrigas! Si tu hermana es más bonita o más fea que vos; o si tu hermano juega al fútbol mejor o peor que vos; o si obtuvo o no obtuvo un logro… O si pudo o no pudo tener hijos… O si tiene más o menos plata que vos… O si hay asuntos de herencia en el medio… ¡No rivalicemos ni compitamos ni envidiemos! ¡Mantengámonos unidos y en buenas relaciones! Ante cada cortocircuito, es bueno hablar, preguntar, solicitar, aclarar, etc., pero no cortar relaciones. En cuanto dependa de nosotros, debemos hacer lo posible por estar en buenas relaciones. Una de mis hermanas tiene pensamientos muy diferentes a los míos sobre política, aborto, sexualidad, y a veces me enojo, o ella se enoja conmigo. Pero tratamos de que las diferencias en esas áreas, no nos impidan pasar tiempos juntos como familia, ni charlar sobre otros miles de temas, ni mucho menos ayudarnos. Este paso es muy importante hacia una familia mejor.
Queridos hermanos, sea cual sea nuestra realidad familia, debemos dar los pasos hacia una familia mejor, los pasos que están de acuerdo con el diseño divino. Si no estamos casados, o si estamos casados, o si tenemos hijos, o si tenemos padres, o si tenemos hermanos, tenemos que dar los pasos aprendidos en esta serie. Que Dios nos ayude a tener familias mejores. Amén.


[1] Federico Fayad, en https://www.losandes.com.ar/article/view?slug=abusos-a-los-adultos-mayores-el-51-es-culpa-de-los-hijos
Imagen: https://pixabay.com

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