El que quiera venir en pos de mí… SÍGAME
Se reserva la identidad de su autor a su solicitud
Jesús dijo: “Si alguno quiere
venir en pos de mí, niéguese a sí
mismo, y tome su cruz, y sígame” (Mateo 16:24).
Qué bueno es que como hijos de
Dios aceptamos este desafío de caminar con Él, de ser dirigidos por sus pasos,
de negarnos a nosotros mismos. Cuánta dicha encontramos en caminar y en seguir
a nuestro Salvador.
Cuando el pastor ve que una
ovejita está perdida corre en su búsqueda hasta encontrarla. El Señor Jesús habló mucho acerca de esto. Él mismo dijo que vino a buscar y a salvar a
los que estaban perdidos. El corazón de
Dios muestra un deseo permanente por aquellos que todavía no le han conocido.
Desde Génesis hasta Apocalipsis Dios nos muestra que quiere que todos los
pueblos, que todo linaje, que toda nación, le conozca a Él y la obra que Cristo
hizo en la cruz para que todos los hombres puedan reconciliarse con Él.
Jesús lo dijo a sus discípulos
y sus discípulos a la Iglesia y la Iglesia se abocó a esta tarea de contar la
obra que el Señor Jesús había hecho. Y
hay un interés especial en el corazón de Dios por aquellos que todavía no le
conocen.
Cuando Pablo le escribía a
Timoteo, en el cap. 2 lo exhortaba a que hicieran prerrogativas, oraciones por
todos los hombres, porque esto es bueno y agradable delante de Dios, que no
quiere que ninguno se pierda, sino que todos vengan a arrepentí miento. En Pedro
también, hablando de ese momento en que Jesús volverá -porque sabemos cómo termina la historia-
vemos que el Señor va a venir triunfante y que toda rodilla se doblará, porque
Él es digno de toda la Gloria. Pero Pedro dice: “el Señor no retarda su venida como algunos entienden por tardanza,
porque Él es paciente, porque quiere que todos los hombres vengan al
conocimiento de la verdad”.
El texto que quizás, más
repetimos, nos habla del amor de Dios, Juan 3:16, dice que Dios envió a su Hijo
para que nadie se pierda, sino que todos se arrepientan. Y estaba pensando en
esta tarea que el Señor nos encomendó, Él les dijo: “Id y haced discípulos a
todas las naciones”. En Lucas 24 Jesús les abre su entendimiento y les dice que
era necesario que el Cristo padeciera y que resucitase de los muertos; pero
también sigue diciendo que también es necesario que se predique el
arrepentimiento y el perdón de pecados a todas las naciones, comenzando desde
Jerusalén.
Y esa es la tarea que el Señor
nos encomendó a nosotros, su pueblo, sus hijos, para que seamos parte del plan
de Dios para que las personas, para que todos los hombres, puedan conocerlo.
Y estaba pensando acerca de
“perder”.
Hay algunas cosas que nosotros no tenemos que perder para que podamos
estar alineados con el plan de Dios para que todos los hombres lo conozcan:
·
NO PERDER
EL TIEMPO
Once jornadas hay desde Horeb, camino del monte de Seir, hasta Cades-barnea. Y aconteció que a
los cuarenta años, en el mes
undécimo, el primero del mes, Moisés habló a los hijos de Israel conforme a
todas las cosas que Jehová le había mandado acerca de ellos, (Deuteronomio 1:2-3 RV60)
Ahí estaba el pueblo de
Israel, había salido de la tierra de Egipto, una tierra de esclavitud, una
tierra de opresión; el Señor los había librado de una manera maravillosa, de la
situación en la que ellos se encontraban.
Y les había prometido que los iba a dirigir a un lugar de bendición,
donde ellos iban a poner la planta de sus pies y lo iban a conquistar. La
Escritura dice que sólo había once días de camino desde que ellos salieron de
Horeb hasta que llegaron a Cades- Barnea, el límite hasta donde ellos tenían
que cruzar el Jordán y entrar en la tierra prometida. Sólo once días de camino
y CUARENTA AÑOS DESPUES el pueblo no había conquistado el lugar que Dios ya les
había dado. Estaban perdiendo el tiempo. Llegaron hasta ese lugar, tuvieron
temor, no creyeron lo que Dios les había dicho. Y por cuarenta años estuvieron
dando vueltas en el desierto sin avanzar hasta el lugar a donde Dios los estaba
enviando. Sin cumplir la tarea a lo que
Dios les había dicho que tenían que ir y conquistar ese lugar.
Y ¡qué triste, que nosotros
como hijos de Dios, como Iglesia, estamos dando vueltas porque no nos decidimos
a avanzar hacia el lugar donde Dios ya nos mostró que tenemos que ir! Y ahí
estaba el pueblo de Israel. Por temor, por no creer en las promesas de Dios,
perdiendo tiempo en el desierto.
¡Qué triste es perder el tiempo!
Dios dice que retarda su
promesa, que es paciente esperando, y nos ha comisionado a nosotros la tarea de
dar a conocer su Nombre. Allí en el lugar donde estamos, comenzando desde
Jerusalén, pero hasta lo último de la tierra. Este es el encargo que se nos ha
confiado.
De manera general, pero
también de manera particular, Él nos pone delante nuestro, desafíos para que
avancemos. La “tierra prometida” para nosotros es un lugar donde las promesas
de Dios se hacen reales para nuestras vidas. Él quiere que lleguemos hasta ese
lugar. Pero muchas veces, nos encontramos con nuestro “Cades-barnea” personal.
Ese lugar donde tenemos que decirle si le creemos a Dios y avanzamos, o nos
quedamos en ese lugar en donde estamos dando vueltas. El tiempo pasa y no
regresa. ¡Qué triste es cuando perdemos el tiempo!
·
NO PERDER
EL PODER
Los hijos de los profetas dijeron a Eliseo: He aquí, el lugar en que moramos contigo nos es
estrecho. Vamos ahora al Jordán, y
tomemos de allí cada uno una viga, y
hagamos allí lugar en que habitemos. Y
él dijo: Andad. Y dijo uno: Te rogamos que vengas con tus siervos. Y él respondió: Yo iré. Se fue, pues,
con ellos; y cuando llegaron al
Jordán, cortaron la madera. Y aconteció
que mientras uno derribaba un árbol, se
le cayó el hacha en el agua; y gritó
diciendo: ¡Ah, señor mío,
era prestada! El varón de Dios preguntó:
¿Dónde cayó? Y él le mostró el
lugar. Entonces cortó él un palo, y lo echó allí; e hizo flotar el hierro. (2 Reyes 6:1-6 RV60)
Ahí estaban los hijos de los
profetas junto con Eliseo, este gran siervo de Dios y fueron estos jóvenes a
decirle al anciano: “el lugar donde
estamos nos es estrecho . ¡Me encanta que este lugar está quedando
estrecho! ¡Vayamos juntos y extendámonos!
Ensancha el sitio de tu tienda, y las cortinas de tus habitaciones sean
extendidas; no seas escasa; alarga tus cuerdas, y refuerza tus estacas. (Isaías 54:2 RV60)
¡Extiende tus tiendas, alarga
tus cuerdas, hay más espacio!
En 2da. Reyes, van los jóvenes
a decirle al anciano: “vayamos juntos”. Dios ha encomendado esta tarea de dar a
conocer el nombre de Dios a la Iglesia. Y es Su Cuerpo y es donde cada uno de
nosotros tenemos un rol, cada uno tenemos una tarea. No es una tarea que vaya a
hacer uno solo, sino que dice: “cada uno con su viga” (6:2). No iba uno
llevando diez. Cada uno llevando la suya. Cada uno cumpliendo la tarea que le
correspondía.
Pero cuando estaban cortando
la madera, el hierro del hacha de uno, cayó al río. ¡Era PRESTADA! Eso era lo
que le permitía hacer su trabajo. Eso era lo que le permitía seguir avanzando
con esta tarea, y ya no lo tenía.
¡Qué triste es perder el PODER!
Y ¿de qué poder estoy
hablando? Del poder del Espíritu que el Señor nos ha dado para que podamos ser
capaces de hacer esta tarea que Él nos encomendó. Él dijo:
pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu
Santo, y me seréis testigos … (Hechos 1:8 RV60)
¿Qué es el “ESPÍRITU”? Es lo que convence, lo que atrae, lo que quebranta. Sin el
Espíritu no tenemos la capacidad de hacer esta tarea. Y muchas veces, cuando perdemos nuestra
COMUNIÓN con Dios, cuando estamos lejos de Él, perdemos este poder que nos
capacita para hacer esta tarea. No se trata de nosotros. Es Dios obrando con
nosotros. Y si no estamos caminando con Él, si no lo estamos siguiendo a Él, NO TENEMOS EL PODER.
Y este joven podría haber
seguido golpeando, golpeando, golpeando…
PERO SIN PODER NO PASA NADA. Y
muchas veces estamos haciendo cosas, pero no tenemos este poder, porque
necesitamos estar cerca de Dios, necesitamos que sea Él, el que haga la Obra, a
través de nosotros. No perdamos, hermanos este poder. No permitamos que ningún
pecado nos aleje o interrumpa nuestra comunión con Dios porque sin Él no
podemos hacer nada. No perdamos ese poder que proviene de Dios que nos capacita
para hacer su tarea.
·
NO PERDER
EL GOZO
No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu
santo Espíritu. Vuélveme
el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente. Entonces enseñaré a los transgresores
tus caminos, Y los pecadores se convertirán a ti. (Salmos 51:11-13 RV60)
Ahí estaba el salmista. Se
había alejado de Dios. Había perdido este poder y le dice al Señor: “No me quites el gozo de la SALVACIÓN”.
Sabemos que todos los que
somos hijos de Dios estamos en su mano y nada nos puede arrebatar de ese lugar.
Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida,
ni ángeles, ni
principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, (Romanos 8:38 RV60)
Porque dice Dios que no hay
ninguna cosa, ni la muerte que nos pueda separar del amor de Dios que es en Cristo
Jesús. Fuimos puestos en ese lugar por la sangre de Cristo, por la victoria
suya en la cruz del Calvario.
PERO PODEMOS PERDER EL GOZO DE LA SALVACIÓN. No estoy hablando de “ALEGRÍA”. La “alegría”
es de las circunstancias. Tampoco de “FELICIDAD”. Todo eso es por los
sentimientos.
El GOZO viene de DIOS. El GOZO es lo que nos permite estar en la
cresta de la ola; estar en el túnel oscuro pero ver la luz; es la paz de Dios que viene en cualquier
circunstancia y podemos experimentarla por más adversa que sea; es SU PRESENCIA
OBRANDO EN NUESTRA VIDA.
Pero cuando perdemos la
comunión, perdemos el poder, y perdemos el GOZO.
Y es fácil darnos cuenta, CUANDO
PERDEMOS EL GOZO. Venimos a la Iglesia y no pasa nada, vemos todas las cosas
malas, todo lo negativo, no tenemos ganas de servir. O cuando estamos sirviendo
nos parece una carga. Ahí es el momento de clamar, donde se cayó, donde se
perdió ese poder, de clamar “Ah! Señor,
dámelo de vuelta!” Es el momento de
decirle: “Señor, no quietes de mí tu espíritu,
devuélveme el gozo de la Salvación”. Necesitamos de este gozo para caminar
con Él, para hacer frente a los ataques de nuestros adversarios, del enemigo
que está atentando contra el avance de la Obra de Dios.
¡Qué triste que es perder el tiempo!, el tiempo no vuelve.
¡Qué triste que es perder el poder!, no tenemos lo que se necesita
para hacer la tarea que Dios me dice.
¡Qué triste es perder el gozo!
Necesitamos el gozo, sentir la
presencia de Dios en nuestra vida. Estar en este gozo continuo, en esta vida
abundante, que Él tiene preparado para nosotros.
El pecado había interrumpido
su comunión con Dios, pero ¡qué bueno que él se dio cuenta! Y allí donde había
perdido, dijo: “devuélveme el gozo de la Salvación” y Dios se lo devolvió.
·
NO PERDER
EL PRIMER AMOR
Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi
nombre, y no has desmayado. Pero tengo contra ti,
que has dejado tu primer amor. (Apocalipsis
2:2-4 RV60)
No perdamos hermanos ese
primer amor. Ese primer amor que conquistó nuestro corazón, que nos hizo
rendirnos a los pies de Cristo. Que nos hizo decirle al Señor: “¡Señor aquí estamos, haz de mí lo que tú
quieras!” Ese amor que nos moviliza.
Cuando conocí a mi esposa,
teníamos 14, 15 años… Cuando la ví dije: Uhh! ¡No me importaba nada! ¡Lo que
hubiera que hacer por estar cerca!… Veía
un negocio, veía una cosa linda, esto es para ella! Escuchaba una canción y me
hacía acordar a ella. Ahora trato de ser igual, aunque a veces me olvido, pero
trato de no perder ese primer amor.
Ese primer amor que nos lleva
a mover nuestro corazón, a poner nuestra disposición, a DEJAR DE LADO CUALQUIER
OTRA COSA. Ese amor que proviene de Dios, ese amor que Dios derramó en nuestros
corazones.
Cuando los hombres le
preguntaron a Jesús “Qué era lo más importante”. El Señor Jesús les dijo: “amen
a Dios con todo su corazón, con todas sus fuerzas, con toda su mente; y el
segundo es tan importante: a sus prójimos como a ustedes mismos” (Lucas 10:27).
Mostramos nuestro amor a Dios
cuando amaos a los que tenemos cerca. Mostramos nuestro amor a Dios cuando
amamos al perdido. El Señor Jesús decía que miraba a las multitudes y tenía
compasión porque eran como ovejas sin pastor (Mateo 9:36). Jesús miraba a estas
personas y decía: “oren al Señor de la mies que envíe obreros a su mies” (Mateo
9:38). Él veía los campos que estaban blancos, ya listos para la siega y decía
“oren al Señor de la mies” porque amaba a esas personas.
Ahora que me toca aprender un
poco de tareas rurales, he visto que
cuando el campo está listo y nadie lo recoge, esa cosecha se pierde.
Por eso el Señor dice: “No
pierdan ese primer amor”. El Señor dejó ese ejemplo para que siguiéramos sus
pisadas y Él amaba a las personas. Él amaba al Padre y estaba unido a SUS
PROPÓSITOS y a SU VOLUNTAD.
Y el Señor me dice: que no te pase esto. Que no pierdas ese primer amor,
que te empuja, que te anima a responderle al Señor: heme aquí, aquí estoy. Quiero
ser testigo en micasa, en mi barrio, en mi lugar de trabajo, y si tú lo
quieres, en otro lugar. Pero AQUÍ ESTOY, el amor es lo que mueve, el amor es la
respuesta a lo que Dios hizo por nosotros.
Hermanos: Dios ama a los
perdidos, pero quiere que nosotros no perdamos TIEMPO. Hay grandes promesas,
grandes desafíos para nosotros. Él nos anima, avancemos hacia esa tierra
prometida.
No perdamos el PODER.
Necesitamos la presencia de Dios en nuestras vidas para estar alineados con sus
propósitos.
No perdamos el GOZO de la
Salvación, el gozo de disfrutar de su presencia.
No perdamos ese PRIMER AMOR
que nos anima a caminar junto a nuestro Dios, a mirarlo para recibir de Él y
ser obedientes a lo que Él nos encomiende.
Que Él nos anime, queridos
hermanos a mirar al mundo con el mismo
amor con que Él lo mira. Y de esa forma podamos estar abocados como hicieron
aquellos primeros seguidores de Jesús, que estuvieron dispuestos a negarse, a
tomar la cruz y a seguirlo; que nosotros seamos contados dentro de ese grupo.
Cuando Jesús hizo esta
declaración, había mucha gente alrededor de Él. Pero el Señor no se lo dijo a
todos. Él dijo: “El que quiere venir en
pos de mí, sígame.”
Que nosotros podamos ser contados dentro de ese grupo.
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