La puerta del dolor
La puerta del dolor
Por: Luis Cacciaguerra para
www.devocionaldiario.com
“Dios no agrega dolores y heridas sobre
nosotros. Pero si otros ya las han puesto allí, Él tiene la
capacidad de transformar los errores en milagros.” (Joyce
Meyer-El poder del perdón)
Uno se esconde tras umbrales de dolor. Va
haciendo de los hechos dolorosos del pasado, puertas. Puertas que va
cerrando con la intención, el deseo, la necesidad desesperada de
“ponerse a salvo”, esconderse del dolor para que no lo encuentre,
no lo vuelva a alcanzar. Esto, sin darse cuenta de que se va
adentrando en la densa oscuridad de su propia agonía, del abismo
interior de su propio corazón.
Los
que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán.
(Salmos
126:5 RV60)
Para la sanidad es necesario abrir las puertas
del dolor, lisa y llanamente ATRAVESARLAS. Esta vez no hacia adentro,
sino hacia fuera, en busca de la luz. Para ello, es necesario
enfrentar asuntos, desnudar verdades, ponerse de pie ante personas
que nos han herido. Eso implica también enfrentarse son nuestros
propios temores, volver a sentir el dolor de la ofensa.
Alguien dijo que el dolor del alma es mucho más
fuerte y terrible que el dolor físico. Y eso es verdad. Es por ello
que la traición, el desengaño, el rechazo, el abandono son tan
dolorosos aún cuando no exista agresión física, dolor corporal.
Pero el dolor por la misma puerta que entró es por donde tiene que
salir. Es así como estamos hechos, es así como nuestro amado Papá
Dios sabiamente nos diseñó, nos construyó, nos hizo.
Para poder entender esto, tuve que probar de mi
propia maldad. Empecé a entender cuando comencé a saborear el
amargo intenso de mis propias cachetadas. La vida tiene vueltas… ¡y
qué vueltas, tiene! Tuve que comprender y admitir cuánto daño
había sido capaz de hacer. Tal vez inconscientemente, tal vez sin
saberlo, o sin tener la capacidad de verlo o admitirlo. Pero una
persona que ministra sin prestarle la debida atención a las
profundas heridas en su alma, es como un perro rabioso, en algún
momento muerde inclusive a sus seres más queridos.
Vivía enojado con los demás, con la iglesia,
con mis padres, con mis hermanos, e inclusive con aquellos que me
hicieron bien y se encontraban bien ¡justamente por lo bien que a
ellos les iba y a mí no, porque ellos no habían tenido que pasar
por lo que yo pasé!
(…)
No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho
Jehová de los ejércitos.
(Zacarías
4:6 RV60)
“No importa cuán grande sea el problema.
Lo que sí importa es dónde está. Si interfiere entre Dios y yo o
si me empuja hacia Él.” (Hudson Taylor)
“Para que el cambio sea duradero debe
venir desde adentro hacia afuera. Unicamente Dios puede hacer ese
tipo de cambio en el corazón. (Joyce Meyer-El poder del perdón).
Tuve que aprender y comprender cuánto perdón
y gracia necesitaba. En una inmensa mayoría de los casos, resulta
ser abrumadoramente más de lo que estaríamos dispuestos a
imaginarnos y reconocer. Y eso sólo el Espíritu de Dios puede
hacerlo, sólo Él tiene el poder de obrar, aportar el discernimiento
que no tenemos y transformar los corazones.
No entendemos nada, pero mucho está dispuesto
a perdonar, quien mucho le ha sido perdonado.
“Cuando te atreves a mirar, de pronto
puedes ver lo que no esperas: a Dios interviniendo con poder. Ese es
el principio de la fe: animarse a mirar más allá de lo que se ve.”
(Guillermo Prein-Ángeles en tus tumbas).
“Mi definición de “misericordia” es
la habilidad de poder ver más allá del hecho, para descubrir la
razón más allá del hecho(…)” (Joyce Meyer-El poder del
perdón)
Siempre las personas hacen algo por alguna
razón. A veces conocida, a veces, completamente desconocida por
ellas mismas, pero siempre por una razón. Muchas veces hacemos o
decimos cosas sin comprender exactamente por qué lo hicimos. Tuve
que aprender a ponerme literalmente en los zapatos del otro. Tanto a
la hora de ver y enfrentarme a mi propia maldad, como de comprender
porqué estaba sufriendo los embates de la maldad de otros.
El presente devocional lo comencé a escribir
hace un par de semanas. Hoy ve la luz. Es que aquél día en medio de
muchos malos momentos, Dios tuvo a bien bendecirme con dos mensajes,
una oración y algunas gotitas de su bálsamo para el espíritu en
medio del dolor.
Los mensajes: las citas de Joyce Meyer y
Guillermo Prein más arriba, mientras buscaba entre mis libros algo
para un amado amigo de Centroamérica que pasa por una delicada
situación.
La oración: reconocer cuánto mal había sido
capaz de hacer, pedir perdón a Dios por cada uno de ellos y perdonar
a quienes no era capaz de perdonar.
Las gotitas de bálsamo: me tocó trabajar por
un ratito en una oficina en la que había otra clase de clima
completamente diferente a lo que tenía que soportar como cosa normal
y habitual.
Pero
a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced
bien a los que os aborrecen;
bendecid a
los que os maldicen, y orad por los que os calumnian.
(Lucas
6:27-28 RV60)
“Deje que Dios sea Dios.” (James
Dobson-Cuando lo que Dios hace no tiene sentido).
PERDONAR no es una cuestión de sentimientos,
sino UNA DECISION. Cuando Dios nos exhorta a amar a nuestros
enemigos, hacer bien a quienes nos aborrecen, bendecir a quienes nos
maldicen, pasa por los canales de LAS DECISIONES, muy lejos de los
sentimientos. No se trata de “enamorarse” de quienes nos
maldicen. No se trata de la ingenua y cándida actitud de darle
nuevamente crédito a quienes ya demostraron que no tienen solvencia
para recibirlo. No se trata ni siquiera de intentar restaurar o
comenzar nuevamente una relación que ya se demostró acabadamente
que no funciona, que no resulta ser sana, constructiva ni edificante.
Se trata de bendecir, orar y esperar en Dios
que haga en nuestro corazón lo que nosotros mismos no podemos hacer,
CAMBIAR NUESTROS SENTIMIENTOS HACIA LAS PERSONAS QUE NOS HAN HERIDO.
SABER RECIBIR LA GRACIA Y EL PERDON Y TENER LA HUMILDAD DE RECONOCER
Y PEDIR PERDON A QUIENES NOSOTROS MISMOS HEMOS HERIDO.
Mirad
bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que
brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos
sean contaminados;
(Hebreos
12:15 RV60)
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