La justicia de Jonás
Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com
Me fascina la historia de Jonás, ese Jonás que es tragado
por un gran pez que Dios tenía preparado nada más ni nada menos que para él.
Difícilmente haya existido antes una criatura como esa, y después de ese evento
-único en la historia- haya habido otra igual (Jonás 1:17).
Más allá de símbolos, figuras, tipos, representaciones,
inclusive interpretaciones; veo en el Jonás anterior al pez, a un hombre con un
fuerte sentido de la
justicia. Justicia, en los términos humanos, claro está. Muchas
veces la “justicia” del hombre difícilmente concilie con la justicia de Dios.
El hombre por naturaleza es rápido para pedir perdón y clemencia por la
multitud de sus rebeliones cuando sus transgresiones lo dejan en un callejón
sin salida, pero es mucho más veloz, solícito y eficiente a la hora de aplicar
la ley contra su prójimo; acusar, juzgar, condenar y ejecutar mano dura por las
faltas de su semejante (Mateo 18:23-34).
Hay
quienes hablan de códigos de convivencia cuando ellos mismas viven generando
situaciones que hacen difícil y precaria la convivencia. Hablan
de códigos de justicia cuando ellos incurren en discriminación, aparteid, viven
invocando y tomando la Palabra y el Nombre de Dios en vano.¿Has conocido gente
así? ¡Es que resulta tan fácil hallar la paja en el ojo ajeno y estar tan ciego
como para no ver una viga dentro del propio ojo! (Mateo 7:1-5). Muchos de
nosotros en general y en la medida en que nos resulta posible, procuramos
adaptarnos y observar términos de convivencia de tal manera que nuestras
acciones traigan bendición, que construyan y contribuyan al bien común (Romanos
12:16-18). No obstante ello, y esto muy a pesar de nuestros esfuerzos, aparecen
en nuestro camino quienes creen estar en posición de establecer, decretar, inclusive
prohibir, que nosotros sepamos algo, experimentemos un progreso en nuestras
vidas, conquistemos un logro. En este sentido, todos tenemos en mayor o en
menor medida, amenazas de enemigos en este mundo.
En
esta clase de relaciones a veces experimentamos, lejos de procurar y orar por
un arrepentimiento de estas personas, que en algunos casos nos hacen
literalmente la vida imposible, que todo el poder de Dios caiga sobre ellas,
bienes y familia, que la tortura y el mal por fin terminen para nosotros.
¿Quién dijo que los creyentes no sufrimos esta clase de tentaciones,
sufrimientos y resentimientos? Pues, bien, Dios tiene otros planes para esta
gente, y para nosotros dentro de su Soberana Justicia.
Básicamente,
aunque en términos superlativos, en ese contexto se enmarcaba la actitud de
Jonás. El, en realidad no tenía problemas en llevar el mensaje del Señor a
donde fuera… menos a Nínive, una nación transgresora, en gran manera pecadora
que no conocía ni amaba a Dios ni a su pueblo. Su poderosa máquina militar se
cernía sobre lo que quedaba de la nación hebrea. Nínive, nada más ni nada menos
que la capital del imperio Asirio, ejerció el dominio del antiguo Oriente medio
durante unos tres siglos y era vista como una muy seria e inminente amenaza
contra el pueblo de Dios. No es de extrañarse entonces, que Jonás, lejos de
procurar un arrepentimiento en los términos de los planes y la infalible Justicia Divina,
deseara que todo el poder del Altísimo se descargara sobre esta ciudad,
literalmente la exterminara e hiciera desaparecer la amenaza de una vez con
todo su furor y potencia.
Pero
Dios, sin importar el enojo de Jonás (Jonás 3:4-5; 10 y 4:1) tenía otros planes
mejores para Jonás mismo, para su Nación y para Nínive.
“Dios no me quita cosas, me las cambia”, me comentaba un
amado amigo y lector que días atrás nos visitó con su familia en casa. Sin
ánimo de abundar en datos, sólo diré que muy joven perdió a ambos padres y a su
hermana -toda su familia- pero hoy goza de una hermosa familia, un buen pasar y
quien esto escribe ha venido a ser un ”hermano del corazón”, un hermano
adoptivo para él.
Así son los planes de Dios en nuestras vidas, esa es la verdadera Justicia
Divina, aunque a veces nos cueste entenderla, aceptarla,
asimilarla. Dios le cambió a Jonás la destrucción total de Nínive por una
verdadera reconstrucción de vidas. Dios le cambió una familia, por otra
bellísima a mi hermano. Dios nos cambia a nosotros, la justicia de Jonás por Su
Infalible y Soberana Justicia, no para destruir, sino para construir, para
hacer todas las cosas nuevas (II Corintios 5:17).
Ahora
me gozo, … Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para
salvación, de que no hay que
arrepentirse; pero la tristeza del mundo
produce muerte.
(2 Corintios 7:9 y 10 RV60)
El
Señor no retarda su promesa, según
algunos la tienen por tardanza, sino que
es paciente para con nosotros, no
queriendo que ninguno perezca, sino que
todos procedan al arrepentimiento.
(2 Pedro 3:9 RV60)
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