La paciencia de Dios
La paciencia de Dios
Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com
Me emociona el carácter de Dios y su paciencia unida a su
gran y profundo amor. Lo demostró con el pueblo de Israel, que frecuentemente
hacía lo que le venía en gana. Dios había hecho prodigios y milagros para
favorecerlos a ellos y sin embargo, una y otra vez ellos se apartaban de El en
su rebeldía, desprecio e ingratitud.
Les diste pan del cielo en su
hambre, y en su sed les sacaste aguas de
la peña; y les dijiste que entrasen a
poseer la tierra, por la cual alzaste tu
mano y juraste que se la
darías. Mas ellos y nuestros padres fueron soberbios, y endurecieron su cerviz, y no escucharon tus mandamientos. No
quisieron oír, ni se acordaron de tus
maravillas que habías hecho con ellos;
antes endurecieron su cerviz, y
en su rebelión pensaron poner caudillo para volverse a su servidumbre. Pero
tú eres Dios que perdonas, clemente y
piadoso, tardo para la ira, y grande en misericordia, porque no los abandonaste. Además, cuando hicieron para sí becerro de fundición
y dijeron: Este es tu Dios que te hizo
subir de Egipto; y cometieron grandes
abominaciones, tú, con todo, por tus muchas misericordias no los
abandonaste en el desierto. La columna
de nube no se apartó de ellos de día,
para guiarlos por el camino, ni
de noche la columna de fuego, para
alumbrarles el camino por el cual habían de ir. Y enviaste tu buen Espíritu
para enseñarles, y no retiraste tu maná
de su boca, y agua les diste para su
sed. Los sustentaste cuarenta años en el desierto; de ninguna cosa tuvieron necesidad; sus vestidos no se envejecieron, ni se hincharon sus pies. (Nehemías 9:15-21 RV60)
Aun con todo eso, Dios nunca los abandonó. Les protegió,
disciplinó y perdonó una y otra vez cada vez que se arrepentían de su mal y
nunca permitió que nada les faltase, dice Nehemías en este encendido pasaje
(Neh. 9:17).
A veces, cuando resulto ser el blanco de la maldad de otro,
el primer sentimiento natural que aflora, es el deseo de que Dios “haga
justicia” y le aplique todo el rigor de su poder. Sin embargo, en la quietud de
la reflexión, la voz de Dios dice a las claras otras cosas. Una vez escuché a
un pastor esta humorada durante su sermón: “¡Quita TODO lo malo que hay en mí!”
dijo uno dirigiéndose vehemente a Dios… y Dios cumplió al pie de la letra su
clamor. ¡Lo hizo desaparecer de la faz de la tierra! ¡No quisiera estar en sus
zapatos!
Tantas veces me he apartado de sus caminos, demostrado abiertamente
mi ingratitud y rebeldía, que si esa clase de “justicia” se aplicara a quien
esto escribe, ya no estaría en este mundo. ¡Menos mal que Dios piensa las cosas
de otro modo!
Esa misma vara de medida de la justicia divina que Dios
aplicaba una y otra vez con su rebelde y desagradecido pueblo de Israel, hoy
también está puesta en práctica para con este pueblo que resulta ser su Iglesia.
Y aún va más allá. Hoy en día nos enfrentamos con un mundo que se retuerce
entre dolores de muerte. Que así y todo, se empeña en sostener y alimentar una
subvertida y trastocada escala de valores, donde lo que antes estaba a todas
luces mal, hoy ya no es tan malo, o inclusive ¡hasta resulta ser lo correcto!. Aún
con todo, Dios en su eterno amor se muestra paciente, tardo para la ira y
grande en misericordia para con el alma arrepentida.
Nunca lo entenderé completamente hasta que esté ante su
presencia, pero entretanto eso ocurra, me alegra y me llena de gozo permanecer
bajo la sombra de las alas de misericordia, gracia y perdón de mi amado Dios y
Señor Nuestro.
Tú,
SEÑOR, no detengas de mí tus misericordias; tu misericordia y tu verdad me
guarden siempre.
(Salmos 40:11 RV2000)
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