Santifícate hoy, que mañana haré maravillas



Santifícate hoy, que mañana haré maravillas
Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com


El Taxodium distichum, Ciprés de los pantanos o Ciprés calvo es árbol emblema de Luisiana, originario del sud-este de los Estados Unidos. Es una conífera caducifolia, puede llegar hasta 40 metros de altura, su copa es piramidal, con ramas horizontales y hojas aciculares. Este árbol vive en lugares soleados y terrenos con intermitencia encharcados, pantanosos o regularmente inundados, aunque gracias a su capacidad de absorber agua, puede vivir en lugares algo más secos. En mi país se cultiva en la bella región del Delta del Paraná, sobre el borde de arroyos, para proteger las orillas contra la erosión hídrica. Es de buena madera, textura fina y homogénea, veteado suave, fácil de trabajar y se utiliza en construcciones de viviendas, vigas y tirantes, entre otros usos.

Una característica muy peculiar de este árbol, es que el proceso de germinación de sus semillas en la naturaleza puede durar entre varios meses, hasta inclusive, varios años. Necesitan de un proceso previo de estratificación en vivero a los efectos de acelerar los tiempos de germinación. Pero una vez que esto ha ocurrido, el crecimiento de la planta es relativamente rápido, pudiendo alcanzar hasta casi el metro de altura en el término del primer año. En su fase adulta llega a ser un árbol inmenso.

La razón por la que las semillas del Taxodium distichum tardan tal considerable tiempo en germinar, es que necesitan desprenderse de una cubierta protectora y ser rehidratadas para que al final puedan brotar.

El pueblo de Israel permaneció cuarenta años en el desierto hasta que estuvo en condiciones de entrar en la Tierra Prometida. Moisés, el formidable líder que de la mano de Dios lo había sacado en victoria de la esclavitud de Egipto, recientemente había sido llamado a la presencia del Señor. “Esfuérzate y sé valiente” (Josué 1:6 y 1:9) le había dicho el Señor a Josué, su mano derecha y ahora a cargo del liderazgo de la misión.

Y Josué dijo al pueblo:  Santificaos,  porque Jehová hará mañana maravillas entre vosotros.
(Josué 3:5 RV60)

Había un inmenso y peligroso río que cruzar, el Jordán que en esa época ya venía crecido y se desbordaba. Había una tierra por conquistar.

Hoy los hijos de Dios tenemos un inmenso río de la vida por cruzar. Una tierra prometida de la vida por conquistar.

La semilla del Ciprés de los pantanos puede estar años enterrada sin poder germinar, hasta tanto logre desprenderse de lo que ya no le sirve. “Santificáos HOY, porque yo mañana haré maravillas”, dijo el Señor a su pueblo. Y hoy nos lo dice a nosotros. Podemos reclamar las promesas de Dios sobre nuestras vidas, pero nada pasará si HOY no te santificas, si HOY no hay una actitud de renuncia a lo malo que hay en tu vida. Si hoy no rompes con esa coraza que te separa de las bendiciones de Dios.

En lo personal, hasta hace poco tiempo, he permanecido en una de las más difíciles y prolongadas crisis de mi vida. Y esto es justamente lo que motivó la presente reflexión. Los problemas venían para quedarse y multiplicarse, y quien esto escribe, paralizado sin poder hacer absolutamente nada. Necesitaba urgente la intervención providencial de Dios y ésta se demoraba. Una dura costra me separaba de la posibilidad de germinar, de emerger hacia la luz. Hasta que tomé la difícil decisión de destruir más de 150.000 archivos de mi computadora que me pesaban (¡sí, no es un error; ciento cincuenta mil, dije!). Sin abundar en detalles que no vienen al caso, sólo diré que su contenido, dependiendo de con qué ojos se lo mirara y más allá de ser considerado en términos polarizados bueno o malo; a todas luces, era de naturaleza absolutamente discutible. Si hay algo de lo que no me quedan dudas, es que me pesaban y no quería reconocer que se lo debía a Dios. Una vez que me libré de esta carga, pasó una semana y no ocurrió nada. Dos semanas y comenzaron a aparecer noticias. Tres semanas y una de las bendiciones tan ansiadas vino por donde menos lo esperaba. Luego, lentamente las aguas comenzaron a retornar a su lugar y en ese proceso me encuentro. Las soluciones a diversas cuestiones van apareciendo. Puertas donde no había comienzan a abrirse.

“Santifícate hoy, que yo mañana haré maravillas” le había dicho el Señor a Josué y este siervo hizo suyas esas palabras.

Cada uno de nosotros es como la semilla del Ciprés de los pantanos. Una semilla a la que Dios le dio todo para crecer y ser un árbol de gran utilidad, pero nada pasará hasta que rompa esa coraza que ya no le sirve y la separa de la luz. El pueblo de Israel no entró en la Tierra Prometida hasta que se santificó, hasta que se separó de lo malo que había entre ellos y Dios. Entonces, el río Jordán se detuvo aguas arriba, para que el pueblo cruzara en seco (Josué 3:16 y 17).

Clama a mí,  y yo te responderé,  y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.
(Jeremías 33:3 RV60)

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