DIOS TE LLAMA
Dios te llama
Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com
Cuando leo la historia de Jonás, a quien Dios lo llamó a
predicar a Nínive y él se tomó el barco para el lado contrario; no puedo menos
que sentirme profundamente identificado con él. Debo reconocer que yo
intentaría lo mismo. Puedo ser muy desenvuelto a la hora de decir algo por
escrito, pero soy extremadamente tímido y me cuesta toda una odisea acercarme
personalmente a los demás. Ni hablar de abordar un púlpito y decir algo ante un
auditorio lleno de gente. Sufro de crisis de pánico cuando me toca decir algo
ante una audiencia. Obviamente lo mío es la palabra escrita. Aunque humildad y
nobleza obliga, debo reconocer que así como mis escritos han sido de gran
bendición para muchas personas, también he sabido hacer mucho daño a través de
la palabra escrita. Desde estas líneas, humildemente pido perdón por ello. Es
por esto que me permito una vez más insistir en que si algo bueno has visto en mí,
eso se lo debes al Señor y nada más que a El.
En unas cuantas oportunidades he recibido mails de personas
de distintas partes del mundo que no me conocen, y me dicen “pastor”. Con mucho
tacto, respeto y diplomacia, en cuanto se presentó la oportunidad apropiada
aproveché para hacer conocer a mi interlocutor: “gracias, pero no soy pastor”.
Unas cuantas personas que me escribían dejaron de hacerlo después de esta
declaración. Pero más allá de esto, debo reconocer que tanto el “título
equivocado” como la respuesta mía siempre me han dejado una mezcla de vacío y
de interrogante dentro mío. “¿Y por qué no? Podría ser pastor” es una pregunta
recurrente que siempre quedaba en mi mente cada vez que una situación como esta
se presentaba.
La primera vez que tuve esta clase de inquietud, fue a poco
de conocer al Señor. Hacía un tiempo que me congregaba en la iglesia -¡qué
cosa, la misma a la que hoy asisto después de tanto tiempo!- y el pastor me
pidió que pasara al púlpito, ante un templo lleno de gente, a leer una porción
de las Escrituras. En ese momento no tuve inconvenientes en hacerlo. Cuando
bajé, alguien me dijo: “parecías un pastor”, por lo que poco después, le pedí al
pastor una audiencia de consejería en su oficina y le dije que creía que Dios
me había llamado al pastorado. La respuesta fue desalentadora, pero hoy
agradezco eso a Dios.
Hasta que la oportunidad de mi vida llegó un par de años
después. Junto con otro hermano quedé al frente de una pequeña iglesia durante
la ausencia de su pastor, por el término previamente acordado de un año. Si
bien al regreso de su pastor titular, entregamos una congregación del doble en
número de miembros de la que habíamos recibido, debo reconocer que la
experiencia en lo personal fue verdaderamente desastrosa y demoledora. Tal vez
mi juventud, malas experiencias de vida no resueltas, y la presión de un
ministro que quería un pastor en cada joven varón y bien dispuesto al servicio
que llegaba a su iglesia, jugaron en contra. Esta última es una actitud de
muchos ministros hacia los jóvenes. De lo que no me cabe duda alguna es que indudablemente ese no era el momento para mí,
por lo que hoy recuerdo con gratitud esas terribles experiencias.
Jesús leyó el libro del profeta Isaías en el templo, a sus
jóvenes doce años. Aún era un niño cuando lo hizo. Sin embargo, su ministerio
comenzó realmente unos veinte años después, luego de la tentación en el
desierto (Lucas cap. 4). Hubo, a pesar de ser Dios mismo encarnado en un ser
humano, un tiempo de preparación previo al ministerio. Y aquí no hablamos de
universidades cristianas ni seminarios. Jesús tuvo que aprender a cruzar el
desierto.
Ser PROBADO para resultar APROBADO. Esta es una de las
claves, que sirve para definir el llamado a cualquier servicio que Dios haya
puesto en tu corazón.
Tiempo atrás, aproveché la oportunidad del reportaje al pastor
Diego Brizzio
para preguntarle cómo había sido el llamado de Dios en su vida al pastorado. Creo
que, si bien la pregunta encajaba perfectamente en el contexto de la entrevista
que más tarde sería publicada en nuestra revista, en realidad, la pregunta
respondía a una duda y una lucha interna propia de quien esto escribe.
“Dios llama a sus
albañiles cuando ya tienen la cuchara y el balde de mezcla en sus manos”
fue su respuesta.
Amad@: Dios te llama hoy. Y eso tiene que ver mucho con tu
compromiso actual y preparación que has adquirido y deseas adquirir.
Otra de las claves, es que una vez pasado el desierto, Dios pone en tu corazón tanto el querer como
el hacer.
Hoy no tengo la menor de las dudas de que el Señor me ha
llamado al ministerio… de la Palabra
Escrita. Soy un Ministro de la Palabra Escrita.
El lo hizo.
Aunque le vine a conocer realmente a los diecinueve años de
edad, amé a Dios y le busqué con devoción desde mi más tierna infancia, desde
que tuve uso de razón. ¡Por ello no me sorprende que mi primera redacción, hoy
me sorprenda más y más cada vez que la leo! ¿Se entiende? La escribí a los seis
años, cuando apenas había aprendido a leer y escribir. Hoy, a más de cuarenta
años, aún la conservo escrita a lápiz y en un papel ya amarillento por el paso
del tiempo. Esa escritura es mi contrato de Dios para conmigo.
Hoy puedes ser uno de esos albañiles de Dios en lo que haces
y sabes hacer. En los talentos y dones que Dios te ha proporcionado, en lo que
te ha puesto a hacer en su Obra. Aún más podrás hacer, con la preparación
adecuada. Pero indudablemente Dios te encaminará en un desierto y pondrá en tu
corazón tanto el querer como el hacer. No funciona de otra manera.
Indudablemente Dios necesita en sus iglesias pastores
serios, bien entrenados y preparados para los desafíos del mundo de hoy, y tal
vez tú puedas ser uno de ellos. Pero en aquella pequeña iglesia en la que un
año fui pastor, vi fracasar a unos cuantos en un falso llamado a un pastorado.
No siempre el llamado de Dios es un pastorado, pero siempre
es A SU SERVICIO.
Ahora
bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay
diversidad de ministerios, pero el Señor
es el mismo. Y hay diversidad de operaciones,
pero Dios, que hace todas las
cosas en todos, es el mismo. Pero a cada
uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho.
(1 Corintios 12:4-7 RV60)
Aviso legal: La imagen que ilustra el presente artículo es propiedad de www.devocionaldiario.com
Todos los derechos reservados.
Comentarios
Publicar un comentario
Tu comentario nos interesa