Cautivos en Babilonia
Cautivos en Babilonia
Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com
“He aquí vienen días
en que todo lo que está en tu casa, y
todo lo que tus padres han atesorado hasta hoy,
será llevado a Babilonia, sin
quedar nada, dijo Jehová. Y de tus hijos
que saldrán de ti, que habrás
engendrado, tomarán, y serán eunucos en el palacio del rey de
Babilonia.” (II Reyes 20:17 y 18) fue la severa advertencia que profetizó
Isaías ante el rey Ezequías. Cuatro capítulos más delante (cap. 24 y 25) la
Escritura narra con crudeza cómo fue sitiada la ciudad, el pueblo con capacidad
de servir y el oro, la plata y el bronce del Templo fueron deportados a
Babilonia. Sólo los más pobres y de escasos recursos quedaron para que labrasen
los viñedos. Estaba claro que todo esto era consecuencia directa del extravío
del pueblo de Dios y su reiterada actitud de rebeldía y rechazo contra El. Sin
embargo, en los cap. 35 y 40 del libro de Isaías podemos leer mensajes de
consolación y de esperanza para un pueblo cautivo y abatido. Un pueblo que
había sido severamente castigado por su maldad y rechazo, sí; pero que aún a
pesar de esas circunstancias, Dios lo amaba entrañablemente.
No todas las situaciones son lo mismo; no todas las personas
ni los casos tienen porqué ser así. Pero en el caso particular de quien esto
escribe, no puedo menos que sentirme profundamente identificado con estas
amargas circunstancias por las que pasaba el pueblo de Dios. Lo veo en mi
propia vida, lo veo en las vidas de unos cuantos de mis amados hermanos. Puedo
percibirlo, inclusive, en unas cuantas congregaciones que sutilmente se han
apartado del camino y de la Palabra.
A veces, mientras en lo profundo del corazón abrigamos la
falsa esperanza de que Dios nos va a proteger y que de tal o cual situación
vamos a salir airosos e ilesos; contrariamente a lo que era de esperarse, somos
entregados en manos de quien nos hace literalmente la vida imposible, los
negocios se caen, la salud se quebranta, las finanzas tambalean, la familia se
resquebraja, las arenas del desierto espiritual queman.
Y no es que el otro, o las circunstancias tengan más poder
sobre nosotros, ni mérito alguno; sino que tal vez sea el momento de pensar
seriamente en que el Todopoderoso en su gran amor por nosotros, ha permitido
que seamos deportados a Babilonia.
Hoy llegan muchas personas a nuestras iglesias, que aún no
se han dado cuenta de que permanecen cautivas en Babilonia. Cuando una persona
llega a una iglesia, es porque tiene necesidades espirituales. Cuando se va de
esa iglesia, lo hace exactamente por las mismas razones que por las que vino:
porque tiene necesidades espirituales. Toda vez que acercarse a una iglesia no
es lo mismo que acercarse a Dios. Van de la mano una con la otra, pero no
significan, ni son lo mismo. Se puede permanecer años en una congregación, e
inclusive tener “un nombre de renombre” dentro de ella, pero el corazón
permanecer completamente lejos y apartado de Dios.
¿Quién
podrá entender sus propios errores?
Líbrame de los que me son ocultos. Preserva
también a tu siervo de las soberbias;
Que no se enseñoreen de mí;
Entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión. Sean
gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti,
Oh Jehová,
roca mía, y redentor mío.
(Salmos 19:12-14 RV60)
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