Avergonzado por un pagano



Avergonzado por un pagano
Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com


Muchos creen que el vibrante relato de Gen. cap. 20 es duplicado del que se encuentra en el cap. 12 de este mismo libro.

En aquella ocasión, Abraham hace pasar a Sara, mujer bella y de hermoso aspecto; SU MUJER, por cierto; como su hermana, por temor a que los egipcios lo maten para quedarse con ella. Mas, a consecuencia de este error, Dios castiga en seria manera la casa de Faraón con grandes plagas, hasta que todo es puesto en descubierto y finalmente restaurado.

Ocho capítulos más adelante hallamos una situación bastante similar. Ante Abimelec, rey de Gerar, nuevamente hace pasar a su esposa por su hermana y por la misma razón que ante los egipcios: tenía temor de que lo matasen por causa de ella. Una vez más hallamos a Dios esgrimiendo su espada de justicia y derramando desgracia, en esta oportunidad, sobre la casa de Abimelec por causa de este acto falaz. Y de nuevo, puesta en evidencia la verdad, Dios procede a restaurar y sanar lo que había sido enfermo por causa del pecado.

En ambas oportunidades vemos a un pagano salir decorosamente de tales situaciones y a un Abraham –el hombre de fe, el hombre de Dios– avergonzado por causa de su propio mal proceder.

Personalmente no creo que se trate de capítulos o relatos duplicados en las Escrituras. Sí creo en hechos duplicados. A la vez que no me sorprende, aunque se vea mal y esto no hable bien de quien esto escribe, me gusta. No lo apruebo, pero me gusta.

No me sorprende porque Abraham, prócer del pueblo de Israel, hombre de la galería de los héroes de la fe de Hebreos cap. 11, era un ser humano como tú, como yo. Con sus días brillantes y con sus días negros, con sus aciertos y con sus errores, con sus victorias y con sus derrotas, con sus éxitos y con sus fracasos.

Y aunque se vea mal, me gusta, porque al igual que Abraham; como hombres de Dios, como creyentes, cada uno de nosotros tenemos duplicados y versiones de la más extensa variopinta de un mismo pecado. Una y otra vez volvemos a caer en lo mismo. Una y otra vez Dios seca las fuentes de bendición para nosotros hasta que todo resulta descubierto y finalmente restaurado. Es un proceso doloroso. Triste, penoso y doloroso, por cierto. Pero necesario para nuestra salud espiritual.

Y estas cosas les acontecieron como ejemplo,  y están escritas para amonestarnos a nosotros,  a quienes han alcanzado los fines de los siglos. Así que,  el que piensa estar firme,  mire que no caiga. No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana;  pero fiel es Dios,  que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir,  sino que dará también juntamente con la tentación la salida,  para que podáis soportar.
(1 Corintios 10:11-13 RV60)

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