Cadena de favores
Cadena de favores
Por:
Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com
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ace muchos años, en cierta
época de nuestras vidas, nos hallábamos ante una encrucijada, sin saber a dónde
ir, ni qué hacer. Distanciados de Dios por largo tiempo, todas las instancias
para hallar la salida al problema parecían haberse agotado.
Un día se presentó un
pariente con la “solución” a nuestros pesares. Nos proveyó los contactos
necesarios, hablamos con varias personas… y al cabo de cierto tiempo –unos
pocos meses– esa triste etapa de nuestras vidas había quedado definitivamente
atrás y hoy emprendíamos un nuevo camino lleno de esperanzas, agradecidos y ya
algo más cerca de Dios por el milagro recibido. Al menos así es como lo vimos
nosotros.
Todo anduvo bien los
primeros tiempos. Ambas familias, la de este pariente y la nuestra parecieron
haberse fusionado en una nueva etapa. Comíamos juntos, nos visitábamos muy
frecuentemente, nos ayudábamos mutuamente… Pero poco tiempo después descubrimos
que nuestro “altruista” pariente era evidente que no veía las cosas del mismo
modo que nosotros. Comenzó a “pasarnos la factura” por los favores realizados.
Todo el tiempo cada vez que aparecía –y esto bastante seguido– no era más que
pedirnos y pedirnos cosas, meternos en compromisos, demandarnos trabajo, manipularnos
hasta el punto en que estuve a punto de tener graves problemas con mi tarjeta
de crédito a raíz de una transacción de él. Esto encendió un “semáforo rojo”,
levantó una señal de “stop” en nuestro vínculo y contra viento y marea me ví
obligado a terminar con la
relación. Este pariente se había verdaderamente “enquistado”
en mi familia hasta tal punto, que romper con la relación tuvo que ser
literalmente una “cirugía de amputación”. Pero luego de este trabajoso y por
cierto, nada agradable proceso; me sentí liberado. Mi familia había sido
liberada.
Este mundo está lleno de
gente así. Con agendas telefónicas abultadas, llenas de contactos, de
relaciones con muchas personas. Para todo tienen una “solución”. Van por su
vida “ofreciendo” sus favores a incautos que se encuentran en problemas sin
saber cómo resolverlos –tal nuestro caso– pero con intereses escondidos, con la
intención oculta de cobrar un precio demasiado alto a sus “favorecidos”.
He visto personas así en
alguna de las iglesias en las que me tocó servir. Pero el punto no son las
personas, sino el efecto espiritual de esa conducta. No es de extrañarse,
entonces, que haya personas que “intercambian” favores con Dios.
Por fortuna Dios no es
así. En lo personal, me siento agradecido -mas no en deuda- por lo que nuestro
querido Dios me ha dado, toda vez que La Obra -yo mismo, inclusive- es de Él y
de nadie más que de Él.
Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas
obras, las cuales Dios preparó de
antemano para que anduviésemos en ellas.
(Efesios 2:10 RV60)
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