Llevando la cruz


Llevando la cruz
Escrito originalmente por Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com

H
ace un tiempo, un querido amigo me envió un mail en el que se veía a unas personas, cada una llevando una pesada cruz. Una de ellas le dijo al Señor que quería cortarla un poquito así podría llevarla mejor. Con la misma excusa, cortó la pesada madera varias veces hasta hacerla convenientemente llevadera. Pero cuando todos llegaron a un abismo, la usaron como puente y pudieron cruzar, mientras que el que la había cortado se tuvo que quedar en el camino. La había cortado tanto que no le alcanzaba el largo para usarla de puente y llegar a la otra orilla.

No son muchas las cargas que tengo en lo personal, pero sí pesadas. Me causan dolor, zozobra, profunda tristeza, frustración, desaliento… culpa también. Mantengo reserva al respecto, no con la intención de ocultar algo, ni por hipocresía, ni por llevar una doble vida; sino por respeto al amado lector, y si se quiere, también por pudor. ¡Menos mal que es Dios quien escudriña los corazones!. El comprende, se compadece, tiene empatía por los más íntimos sufrimientos con los que cargamos cada uno y especialmente por el mío. Aun con todo ello a este pobre siervo le dio un Ministerio ¡y de lo más bajo de este mundo hizo una bendición para multitudes! El mundo nada sabe de mi dolor, ni tiene por qué saber. Mejor que no sepa nada, porque este mundo aún viviendo en pecado y en rebeldía contra Dios, me condenaría y se constituiría al mismo tiempo en mi fiscal, juez y verdugo. En cambio, Dios me ama y me perdona.

Con todo ello, sigo adelante en la certeza de que Aquél que la buena obra empezó habrá de terminarla y perfeccionarla el día que me toque “volver a casa”. ¡Oh, Dios… cómo anhelo ese día!

Y esto no es muy distinto de la cruz que lleva cada uno en la Viña del Señor. Algunos llevan más cargas que otros. Algunas cargas son más livianas o más pesadas que la de otros. Algunas cargas se ven a simple vista. Otras, en cambio … ¡mejor que no se vean!. Pero todos y cada uno de nosotros es portador de su propia cruz… y sus clavos son dolorosos.

Muchas veces cruzó por mi mente salir corriendo de este mundo ingrato y lleno de decepciones. Muchas veces he deseado terminar ya de una vez con mis días y correr al encuentro de mi Señor. Muchas veces he tenido la tentación de cortar esa cruz para hacerla más fácil de llevar, como el de la fábula con que comienza el presente artículo… o lisa y llanamente despojarme de ella para no tener que soportarla más.

Pero me alienta el comprender y saber que esa cruz que me toca llevar a mí, no fui yo quién la eligió. Así como la cruz de Jesús tampoco la eligió El. Es por ello que hoy a pesar de todo, y aún con dolor le doy las gracias a Dios por la cruz que me toca llevar. Yo sé que tú te avergonzarías si tuvieras que llevar la mía, al igual que yo no sería capaz de llevar la tuya. Hoy he comprendido que cuando esté ante el abismo, no sé cómo, pero esa cruz, Mi Cruz; será el puente con el que podré cruzar victorioso.

Es hora de darle las gracias a Nuestro Señor por esa cruz que te toca llevar. Es hora de orar los unos por los otros para que Nuestro Amado Señor nos dé las fuerzas necesarias para llevarla victoriosos hasta el día en que nos toque volver a casa.

Entonces Jesús dijo a sus discípulos:  Si alguno quiere venir en pos de mí,  niéguese a sí mismo,  y tome su cruz,  y sígame.
(Mateo 16:24 RV60)

Porque para mí el vivir es Cristo,  y el morir es ganancia.
(Filipenses 1:21 RV60)

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