Las palabras del silencio
Las palabras del
silencio
Por Luis Caccia Guerra para: www.devocionaldiario.com
Hay silencios cómplices. Hay silencios que reconfortan,
consuelan, transmiten cercanía, consuelo. Hay silencios capaces de transmitir
un cálido abrazo sin usar los brazos. Hay silencios capaces de llenarle de
ánimo al derrotado, levantar al caído. Esos silencios que sin palabras, emiten
palabras dichas con sabiduría del Espíritu. Orientan, consuelan, infunden
aliento.
Pero también hay silencios de muerte. Esos silencios que
comunican oscuridad y fría soledad, zozobra, profunda tristeza, distancia. Esos
silencios que sin palabras susurran con claridad al oído: “muy poco me
importas”, “tengo prioridades y cosas más importantes que atender”. Esos
silencios son el peor de los discursos. Justamente por ser silencios son los
que más mal se interpretan.
Mientras alrededor nuestro hay seres que se desangran en un
valle silente de lágrimas en soledad;
quienes hemos sido llamados a aportar consuelo al caído estamos demasiado
ocupados en una gran agenda de cosas, compromisos y actividades, hasta tal
punto en que todo puede ser prioritario, menos el que sufre a tu lado. Y “tu
lado” no es solamente ese que puedes rozar con tu codo. “Tu lado” también es
ese que está al otro lado del planeta, pero que figura en tu lista de contactos
y abre todos los días su correo esperanzado en leer algo así como… “¿Cómo
estás? Hace un tiempo que no sé nada de ti” “¿Necesitas algo?” “¿En qué te
puedo ayudar?”.
Y el “hace un tiempo” no tiene que ser un año… en tan sólo
un día una persona puede tomar la drástica determinación de quitarse la vida. Tan sólo una
palabra tuya a tiempo y bien dicha hubiera sido suficiente para evitar tan
terrible desenlace. Situaciones bastante menos drásticas y extremistas que ésta,
felizmente son gran mayoría, pero no por ello menos importantes.
Muchos son los que hablan en el nombre de Dios pero no le
permiten hablar a El. Muchos son los que con estridencias actúan en el nombre
del Espíritu Santo, pero no dejan actuar a El. Muchas personas están
apartándose del camino de Dios gracias a esto. El descrédito, el excepticismo, la
decepción, la desconfianza ganan cada día terreno sobre la fe y la esperanza. La
apatía, la indiferencia, el individualismo, las distancias, las agendas y el
“nomeimportismo” hacen el resto y pierden caídos dentro del pueblo de Dios.
Alguien dijo con acertada sabiduría: “La Iglesia es el único ejército que deja
abandonados a sus caídos en batalla.” Y tiene razón, al menos en una abrumadora
mayoría de los casos.
Alguien cuya identidad desconozco escribió estas bellas y
emotivas palabras:
“Si algún día te dan ganas de llorar, llámame.
No prometo hacerte reír, mas puedo llorar contigo.
Si algún día resuelves huír, no dudes en llamarme.
No prometo hacer nada para detenerte, pero puedo huir
contigo.
Si un día no quieres hablar con nadie, también llámame.
Prometo quedarme al lado tuyo en silencio y muy quieto.
Pero si un día me llamas y no respondo… por favor, ven
pronto a mi encuentro.
¡Soy yo quien está necesitando de ti!”
Pero
nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de
amor, y con la esperanza de salvación
como yelmo. Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de
nuestro Señor Jesucristo, quien murió por nosotros para que ya sea que
velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con él. Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis. Os rogamos, hermanos,
que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha
estima y amor por causa de su obra.
Tened paz entre vosotros. También os rogamos, hermanos,
que amonestéis a los ociosos, que
alentéis a los de poco ánimo, que
sostengáis a los débiles, que seáis
pacientes para con todos. Mirad que ninguno pague a otro mal por mal; antes seguid siempre lo bueno unos para con
otros, y para con todos. Estad siempre
gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo,
porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. No
apaguéis al Espíritu. No menospreciéis las profecías. Examinadlo todo; retened lo bueno. Absteneos de toda especie
de mal. Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu,
alma y cuerpo, sea guardado
irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os
llama, el cual también lo hará.
Hermanos, orad por nosotros.
(1 Tesalonicenses 5:8-25 RV60)
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