Sin intercesión


Sin intercesión
Escrito originalmente por Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com



M
ichael Renevier, pastor ministrando en Suiza, sufrió un terrible accidente automovilístico en el que perdió la vida su hija, una joven -casi una niña- de trece años. El sobrevivió a pesar de las espantosas quemaduras recibidas. Entre los innumerables interrogantes y dudas que generó el traumático evento respecto de su relación con Dios, su fe y ministerio; “¿qué pecado cometí?”, junto con los “¿cómo?” y los “¿por qué”? agobiaron y taladraron su mente y corazón durante largo tiempo sin respuestas.

“Tal vez porque la inercia de ciertos cristianos me había parecido un desafío al cual debía responder, había iniciado una acción en varios barrios de Lausana y su periferia. El objetivo había sido alcanzar a la gente en el lugar donde se encontraba. Venimos a ellos ya que ellos no venían a nosotros” escribió Michael. Las bendiciones y ecos de la campaña evangelística fueron enormes. Los testimonios de personas liberadas del poder de las tinieblas se multiplicaron.

Sin embargo, tuvo que pasar tiempo y una terrible prueba de por medio, que se llevó la vida de su amada hija, hasta que Michael se dio cuenta de dos tremendos errores que en el entusiasmo y devoción por alcanzar a las almas perdidas, habían pasado completamente inadvertidos. “Yo emprendí la tarea muy solo, sin rodearme de un grupo de intercesores consagrados, experimentados en la lucha contra el príncipe de los poderes del aire y animados de un celo profundo por la casa del Señor”, reflexionó. Además, reconoció que omitió ocuparse de cultivar, estimular y fortalecer una relación y comunión profunda entre los hermanos que colaboraban y lo acompañaban en su ministerio.

Sin intercesión, sin contención y sin comunión… o con las tres, pero con grietas. Un aforismo popular en mi país dice: “Mientras más alto es el vuelo más estrepitosa es la caída” y hace alusión nada más ni nada menos que a este tipo de situaciones.

Cuando nuestro ministerio se ve bendecido por la mano del Señor de tal manera que son muchas las almas alcanzadas, nos adentramos en realidad, en un terreno oscuro, peligroso; un valle de sombras de muerte. Estamos caminando sobre fuego rescatando a mano tizones que se queman en las llamas. Podemos gozar de mucho “éxito” y no importa aquí a qué llamemos “éxito”. Tampoco importa el tiempo que pase. El enemigo, el príncipe de las tinieblas no se quedará quieto y a menos que hagamos algo para rodearnos YA MISMO de un grupo de intercesión, en las palabras del pastor Michael, formado por “intercesores consagrados, experimentados en la lucha contra el príncipe de los poderes del aire y animados de un celo profundo por la casa del Señor”; nuestras iglesias nos aporten una contención segura y genuina, y finalmente estemos dispuestos a cultivar, fortalecer, estimular los vínculos y la comunión entre las personas que nos ayudan y colaboran en nuestros ministerios; tarde o temprano tendremos que dar el volantazo que desencadenó la tragedia del pastor Renevier. Y vendrá cuando y por donde menos lo pensemos.

Así que,  el que piensa estar firme,  mire que no caiga.
(1 Corintios 10:12 RV60)

Mientras tanto,  ustedes nos ayudan orando por nosotros.  Así muchos darán gracias a Dios por nosotros a causa del don que se nos ha concedido en respuesta a tantas oraciones.
(2 Corintios 1:11 NVI)

Ustedes,  en cambio,  queridos hermanos,  manténganse en el amor de Dios,  edificándose sobre la base de su santísima fe y orando en el Espíritu Santo,  mientras esperan que nuestro Señor Jesucristo,  en su misericordia,  les conceda vida eterna.  Tengan compasión de los que dudan; a otros,  sálvenlos arrebatándolos del fuego… (Judas 1:20-23 NVI)
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