Por: William Brayanes Cuenta la leyenda que cierto día un alumno montando su camello, llegó ante la presencia de su maestro; bajó del animal; entró en la tienda de campaña; hizo una profunda reverencia, y dijo: -Maestro, es tanta mi confianza en Dios, que he dejado suelto a mi camello allí afuera, porque estoy convencido de que Dios protege los intereses de los que lo aman. La inmediata respuesta del maestro fue: -Pues más vale que salgas ahora mismo y ates tu camello para que no se te escape. Dios no puede ocuparse de lo que tú eres capaz de realizar por ti mismo. Querid@ vistante: Es cierto que todas nuestras acciones debemos encomendarlas a Dios, a través de la oración, porque a Él nos debemos y de Él dependemos. Pero eso no significa ubicarnos en la cómoda posición de la inercia, esperando que las cosas se resuelvan como por arte de magia. El atleta no gana la carrera, con solo orar y entrenar la víspera de la competencia. Es necesario un arduo proceso de disc