SEÑOR ¡ESTOY TRISTE!
¿Quién no ha pasado momentos de tristeza en ocasiones de su vida? La tristeza es una emoción íntimamente ligada a la naturaleza humana y se hace presente una y otra vez, en el transcurso de la vida. Y como creyentes, más de una vez nos hemos visto haciendo un gran esfuerzo por rechazar ese sentimiento de agonía que inunda nuestro ser en medio de la adversidad...
Pero… Si la vida
cristiana es plenitud de gozo... como dice la Biblia, ¿por qué entonces afloran
las lágrimas o lloramos en silencio cuando el dolor de una pena, una partida,
una traición, una injusticia, parece desgarrarnos por dentro? ¿Por qué, entonces,
salimos a enfrentar ese sentimiento negativo que a toda costa nos negamos a sufrir,
presionándonos a nosotros mismos al tiempo que no podemos evitar sentirnos culpables
por padecerlo?
Como creyentes, no nos permitimos tener tristeza. Una y
otra vez afloran en nuestra conciencia versículos como "estad siempre
gozosos", "todo lo puedo en Cristo que me fortalece"… Entonces, a la ya existente tristeza, no conseguimos
otra cosa que sumarle un nuevo motivo para aumentarla: nos sentimos culpables y
débiles, faltos de fe, sin confianza, con las esperanzas visiblemente mermadas.
¿Qué hacemos con esto?
¿Es lícito para un
cristiano estar triste?
Alguien calificó la tristeza como el sentimiento más
inútil de todos. Porque, el miedo te paraliza en ciertas ocasiones, pero
también te carga de adrenalina para reaccionar ante la percepción del peligro
inminente, ya sea para ofrecer batalla o para salir corriendo, lo que más
convenga. La ira, por su parte, produce
una reacción agresiva. Pero la tristeza, en cambio, te convence de que ya no
hay más por hacer, de que sólo resta rendirse ante la adversidad.
Por otra parte, como sucede con todas las emociones, o
por lo menos con una inmensa mayoría de ellas; sabemos a ciencia cierta que tarde
o temprano en alguna vuelta de esquina de la vida, mal que nos pese nos vamos a
tener que topar con ella.
Paradójicamente, muchos artistas y escritores la valoran
como fuente de inspiración. Personalmente, algunos de mis escritos más
profundos han tenido su origen en momentos de intensa tristeza.
Un duelo por una pérdida, separación, desengaño,
traición, fracaso, son situaciones disparadoras de tristeza. Abuso, rechazo,
aparteid, indiferencia, menosprecio, burla, soledad, encierro, baja autoestima;
también lo son. Tareas monótonas, repetitivas y por muchas horas al día; el
dolor por una enfermedad prolongada y devastadora, también son desencadenantes
de tristeza. Y también es un componente
de la depresión.
Una buena noticia
en medio de todo esto: DIOS LO SABE.
Como seres humanos inmersos en esta naturaleza heredada
de nuestro padre natural Adán, no tenemos mínima garantía de que nunca vamos a
pasar por alguna de estas cosas. El Señor jamás nos prometió algo así. Lo que
sí nos prometió, es ESTAR CON NOSOTROS TODOS LOS DÍAS HASTA EL FIN DE MUNDO,
que es cosa bien distinta (Juan 16:16-33 y Mateo 28:20).
La tristeza es una emoción y como tal, forma parte de la
naturaleza humana de la cual los creyentes no podemos escapar. Lo que sí
deberíamos intentar evitar a toda costa, es que la tristeza no venga para
instalarse y termine convirtiéndose en un hábito de vida. El DOLOR no lo
podemos evitar. El sufrimiento aprendido, sí es una elección. En la medida en
que conseguimos capitalizar una experiencia adversa a nuestro favor, es cuando a
través del sufrimiento el Señor va puliendo nuestra vida. Esta es la clase de
tristeza que como creyentes sí nos deberíamos permitir.
TRISTEZA vs. GOZO.
Y por último: para conocer mejor a la sra. tristeza, nos
ayudará tener en claro la diferencia entre ALEGRÍA y GOZO. Es necesario en este
punto, aprender a diferenciar Gozo de Alegría. No son la misma cosa.
Dios nos hizo a su imagen y semejanza. Una importante semejanza, es que como Dios, nosotros también somos SERES TRIPARTITOS. Somos CUERPO, ALMA y ESPÍRITU (I Tesalonicenses 5:23).
El cuerpo es el componente material. El ALMA es lo que
con frecuencia la Biblia alude como “el corazón del hombre”, es decir el
asiento de todas las EMOCIONES. Y el ESPÍRITU es la parte que nos permite
establecer un nexo con Dios.
La Alegría, al igual que su sentimiento contrario, la Tristeza,
son EMOCIONES; por lo tanto tienen su asiento en el alma, no en el espíritu.
Mientras permanezcamos inmersos en esta naturaleza heredada de nuestro padre Adán,
experimentaremos diversidad de emociones… entre ellas, tristezas.
El GOZO, en cambio, proviene de Dios, no es una emoción; por
tanto tiene su asiento en el espíritu, esa parte que viene a ser nuestro nexo
con la presencia de Dios. Lo da Dios.
Por lo tanto ¿se puede tener GOZO en medio del dolor? Sí, se puede tener GOZO aún en el medio de la tristeza. Y ahí es donde encaja perfecto: “Estad siempre gozosos…” (I Tesalonicenses 5:16-18).
UNA PALABRA DE ALIENTO: El Señor es Señor de tus triunfos y alegrías; pero el Señor también es Señor de tus más profundas tristezas y derrotas. NUNCA TE OLVIDES DE ESTO. Entonces, Él levantará tu cabeza y pondrá júbilo en tu corazón.
“Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo
presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de
manifestarse.”
(Romanos 8:18 - RVR1960)
Hermoso y cierto.
ResponderBorrarAmigo mío: No creo que debamos avergonzarnos de una emoción humana como la tristeza: Jesús en su humanidad la experimentó fuertemente, igual que Elías, David, José y otros personajes más, según el texto bíblico. Pero la buena noticia -como dices tú- es que tenemos un Dios restaurador que está pendiente de nuestras aflicciones, que conoce a plenitud nuestra esencia , y que, si se lo pedimos, toma consigo nuestras cargas y nos da descanso (Mateo 11:28); calma nuestra ansiedad (1 Pedro 5:7); levanta nuestra cabeza (Sal. 3:3); nos fortalece (Sal. 62:7)... Y podría seguir... "Y Jesús lloró" ( Juan 11:35).
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