Qué puede, y qué no puede, hacer la mujer cuando nos reunimos como Iglesia
¿Qué
hacemos cuando nos reunimos como iglesia? … Exponemos y recibimos la Palabra de
Dios, participamos del pan y del vino, oramos al Señor, expresamos nuestra admiración
por el Señor, nos ayudamos mutuamente, y bautizamos. Lo que nos vamos a responder
ahora es:
Qué puede, y
qué no puede, hacer la mujer
(públicamente
cuando nos reunimos como iglesia)
Antes
de desarrollar el tema, sin embargo, es necesario adelantarnos en algunas
cosas: (1) Este estudio ha sido considerado
por los pastores, los diáconos y los líderes de ministerio de esta iglesia, y
aceptado por unanimidad por todos ellos. Se hizo en el temor del Señor, con el
propósito de agradarle a él, y no de agradar a un sector de la iglesia, ni de
“adaptarnos a los tiempos”. (2) Puesto
que esta enseñanza concluirá en que en algunos puntos debemos dar un giro en
las prácticas de nuestras reuniones, algunos en principio quizá no estén de
acuerdo… y lo entendemos. Sin embargo, rogamos que en ningún momento se
debilite la paz y la unidad de la iglesia por esto. (3) Durante las lecturas de este mensaje aparecerá varias veces el
don de lenguas, que es la capacidad espontánea de hablar en otros idiomas sin
haberlos aprendido; el don de interpretar esos idiomas; y el don de profetizar,
que es la capacidad de recibir espontáneamente una revelación de Dios y
comunicarla literalmente a la iglesia. Estos dones no se practican actualmente
en la iglesia; pero no se distraiga hoy con ese punto. Hoy no estudiaremos cuándo
y cómo se ejercitarían estos dones. Lo que sí sabemos es que son dones en que
el cristiano se expresa verbalmente en voz audible. (4) Algunos detalles del mensaje de hoy quizá generen algunas
preguntas. Esperamos responderlas los domingos próximos. Ahora sí, empecemos:
I.
Qué puede hacer la mujer
Vamos
a leer varios pasajes donde puede verse una reunión, alguna actividad, y varones
y mujeres… Hch 1.14: “Todos estos perseveraban
unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y
con sus hermanos”. Aquí claramente tenemos una reunión en la que hay
varones y mujeres. ¿Es una reunión de la
iglesia? Alguien podría decir que no se trata de una reunión de iglesia
propiamente dicha, pues el Espíritu Santo todavía no había descendido. Lo
aceptamos. Ponemos un ¿? ¿Qué hacen las
mujeres? Oran. ¿Lo hacen
públicamente? No se especifica. Puede que sí, puede que no. Es sugestivo, pero
no explícito.
Hch 2.1-4, 17-18: “Cuando llegó el día de
Pentecostés estaban todos unánimes juntos. De repente vino del cielo un
estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde
estaban; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose
sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a
hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablaran… Los hijos y
las hijas de ustedes profetizarán… derramaré mi Espíritu aun sobre mis siervos
y mis siervas, y profetizarán”. En esta reunión están todos,
varones y mujeres. ¿Es una reunión de la
iglesia? Es precisamente la reunión en que desciende con poder el Espíritu
Santo sobre todos. ¡Aquí se inicia oficialmente la iglesia! Podríamos decir que
es la primera reunión de la primera iglesia. ¿Qué hacen las mujeres? Todos comienzan a hablar en otros idiomas,
sin haberlos aprendido antes, sobrenaturalmente. Probablemente también hayan
profetizado, por lo que dice Pedro. ¿Lo
hacen públicamente? Evidentemente sí, porque todos los escuchan.
Hch 21.9: “Este tenía cuatro hijas
doncellas que profetizaban”. Según 1 Corintios 14.4-5, la profecía es un don
que se ejercita verbal y audiblemente para que la iglesia reciba edificación.
Así que, este pasaje da a entender que las hijas de Felipe, cuando la iglesia
se reúne, profetizan audiblemente. (Colocaremos Sí a todo)
1 Co 14.5, 23-24,
26, 31: “Quisiera que todos vosotros hablarais
en lenguas, pero más que profetizarais” (5). “Si, pues, toda la iglesia se
reúne y todos hablan en lenguas, y entraran indoctos o incrédulos, ¿no
dirán que estáis locos? Pero si todos profetizaran, y entra algún
incrédulo o indocto, por todos es convencido, por todos es
juzgado” (23-24). “Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene
salmo, tiene doctrina[1],
tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación” (26). “Porque podéis profetizar todos uno
por uno, para que todos aprendan, y todos sean exhortados” (31). ¿Es una reunión de la iglesia? Definitivamente, sí. ¿Qué hacen las mujeres? A ver, veamos
las actividades que se mencionan. Son varias: profecía,
idiomas, interpretar, canciones, dar gracias, bendecir, orar, etc. ¿Las hacen
las mujeres? Es casi seguro que sí. Porque las frases: “todos”, “toda la
iglesia”, y “cada uno de vosotros” son frases inclusivas. Por esas frases da
toda la impresión de que varones y mujeres participaban por igual. ¿Lo
hacen públicamente? Por el tipo de actividades, y por el hecho de
que tenían que ser en orden o por turno, es obvio que participaban pública y
audiblemente. (Así que, ponemos que sí).
1 Co 11.3-6 y 13. “Pero quiero que sepáis que Cristo es la
cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de
Cristo. Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta su
cabeza. Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta
su cabeza; porque lo mismo es que si se hubiese rapado. Porque si la mujer no
se cubre, que se corte también el cabello; y si le es vergonzoso a la mujer
cortarse el cabello o raparse, que se cubra… Juzgad vosotros mismos: ¿Es propio
que la mujer ore a Dios sin cubrirse la cabeza?” ¿Es una
reunión de la iglesia? Sí. Aquí no se habla de una reunión
privada, ni de una reunión grupal, sino de una reunión de iglesia. Esto es
evidente porque hay varones y mujeres presentes, porque se ora y profetiza,
porque hay que comportarse con decoro, y porque Pablo está en un bloque donde
trata sobre el culto público (1 Co 11.2 al 14.40. ¿Qué hacen las mujeres? Oran y
profetizan. ¿Lo hacen
públicamente? Alguien ha
dicho que aquí la oración de la mujer bien puede haber sido silenciosa. Pero
esto no puede ser. Primero, porque no se dice eso de ninguna manera; y segundo
porque la oración se menciona lado a lado con la profecía, y la profecía
siempre era pronunciada audiblemente a la iglesia. Así que, las oraciones también
eran audibles y públicas. En este pasaje Pablo no
expresa ningún disgusto ni ninguna prohibición por el hecho mismo de que la
mujer ore pública y audiblemente. Por el hecho en sí mismo, no expresa nada
negativo. Solamente indica cómo debe hacerlo en cuanto al
decoro de tipo sexual, a fin de no ofender ni a su marido, ni al varón en general,
ni a Dios. (El domingo próximo hablaremos un poco más de esto).
Así que, hermanos, en estos pasajes hemos visto varones y mujeres reunidos, mayormente
reunidos como iglesia, como congregación, y hemos visto que allí las mujeres hacen
varias actividades, y las hacen audible y públicamente. Y hoy en día
debería ser igual. Siempre que lo hagan del modo en que la Biblia enseña (de lo
cual hablaremos el domingo próximo), ellas pueden y deben expresar su culto a
Dios y ejercitar algunos dones espirituales en público.
II.
Qué no
puede hacer la mujer
Vamos
a ver algunos pasajes que le prohíben a la mujer hacer algunas cosas en público,
cuando nos reunimos como iglesia:
1 Co 14.27-35. “27Si alguien habla en lengua
extraña, que sean dos o a lo más tres, y por turno; y que uno interprete… 29 Asimismo,
los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen lo que ellos dicen. 30Y
si algo le es revelado a otro que está sentado, calle el primero. 31Podéis
profetizar todos, uno por uno, para que todos aprendan y todos sean exhortados.
32Los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas, 33pues
Dios no es Dios de confusión, sino de paz. Como en todas las iglesias de los
santos, 34vuestras mujeres callen en las congregaciones, porque no
les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice. 35Y
si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso
que una mujer hable en la congregación.” Aquí
ciertamente tenemos algo que a la mujer no se le permite cuando la iglesia está
reunida. Pero, ¿cómo podemos interpretar esta prohibición? Hay dos maneras
posibles de interpretarla: absolutamente, y relativamente.
Primero interpretémosla
absolutamente. Si nos fijamos
en los imperativos “callen” y “no les es permitido hablar”, puede interpretarse
como que Pablo prohíbe toda expresión
verbal audible de parte de la mujer, durante todo el culto congregacional:
que no ore audiblemente, que no profetice, no cante, no dé gracias, no bendiga…
no nada. Hay algunas iglesias que interpretan así absolutamente este pasaje.
Algunas son bien consecuentes, y le prohíben casi todo. Otras son menos consecuentes,
y le prohíben menos. Nuestra iglesia hasta el día de hoy, basándose en este
pasaje, no le ha permitido a la mujer algunas cosas: orar audiblemente en el culto
dominical, ni pedir canciones en la Cena del Señor, ni guiar en la alabanza congregacional…
O sea que lo ha interpretado absolutamente, pero lo ha aplicado parcialmente,
al menos en estos últimos años.
Los pastores, diáconos y líderes de ministerio, cuando
consideramos este pasaje, nos pareció que, aunque es posible interpretar de
modo absoluto, tal interpretación contradice los pasajes que vimos en la
primera parte. Porque, como ya vimos, en el cap. 11 de la misma carta, Pablo da
por sentado que la mujer ora y profetiza en público, y no lo prohíbe; y no sólo
que no lo prohíbe, sino que también da indicaciones de cómo debe hacerlo. También
contradice el lenguaje inclusivo usado por Pablo en el mismo capítulo 14. Y
también contradice los pasajes de Hechos. Así que, no creemos que Pablo esté
haciendo una prohibición absoluta a las mujeres, contradiciendo así lo que él
mismo escribió veinte minutos antes.
Ahora interpretémosla relativamente. Es posible interpretarlo relativamente sin forzar
de ningún modo el texto. Pablo no estaría prohibiendo todo. Prohíbe que se
tome la atribución de interrumpir los mensajes de Dios, para hacer preguntas o
cuestionar. Esta interpretación nos parece la correcta. Veamos: Pablo
viene diciendo que, cuando en la congregación se entregan los mensajes de parte
de Dios —ya sea hablando e interpretando otro idioma, o profetizando, o de
algún otro modo— ese es un momento muy especial de edificación congregacional,
y todo debe hacerse en orden; no debe haber confusión, sino paz. Entonces, allí
aparece la prohibición o limitación relativa a las mujeres. Vamos a ir frase
por frase, explicando cada una:
Vuestras mujeres callen en las congregaciones
|
Es decir, callen mientras se
entregan los mensajes de Dios a la congregación
|
porque no les es permitido hablar
|
Es decir, porque en ese momento
Dios no les da permiso para levantar la voz
|
sino que estén sujetas…
|
Es decir, Dios quiere que se
auto-controlen, que no se den a sí mismas permisos ni licencias para levantar
la voz en esos momentos
|
Y si quieren aprender algo
|
Es decir, si mientras escuchan
los mensajes hay algo que “no les cierra”, y desean aprender más, o
profundizar más, o corregir algo
|
pregunten en casa a sus maridos
|
Es decir, en vez de interrumpir libremente con preguntas, cuestionamientos,
discusiones o juicios, esperen un momento privado
|
porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación
|
Es decir, porque ante Dios no
corresponde que levante la voz para cuestionar, mientras se entrega el
mensaje de Dios congregacionalmente.
|
Así que, Pablo aquí no está
prohibiendo toda expresión verbal audible a la mujer cuando la iglesia está
reunida. Lo que está prohibiendo es que se tome la libertad de
interrumpir pública y audiblemente cualquier mensaje de Dios a la iglesia, para
hacer preguntas y cuestionar, evaluar… y hasta deliberar. Hacer algo
relacionado con los mensajes de Dios, cuando el pueblo de Dios está reunido
como tal, es la más alta instancia de autoridad, y la mujer no tiene esa
autoridad. Sólo la tienen los varones, en especial los pastores, o algún varón
a quien ellos asignen. El domingo que viene Dios mediante explicaremos las
razones por las cuales esto es así.
1 Ti
2.11-14. “La mujer aprenda en silencio, con toda
sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el
hombre, sino estar en silencio”. Este texto es similar al de
1 Co 14. También indica que, en el momento de los mensajes de Dios al pueblo de
Dios, la mujer debe aprender en silencio, subordinadamente, sin tomarse la
atribución de levantar la voz. En este caso Pablo no está pensando en preguntas
femeninas, sino en algo más: en la enseñanza. La mujer no debe enseñar ni
explicar la Palabra de Dios a la iglesia reunida como tal.
Conclusión
Así que, hermanos, pasando
en limpio: hay dos cosas que las mujeres, según Dios, no pueden hacer cuando
nos reunimos como iglesia (no en otros ambientes): interrumpir los mensajes para preguntar o cuestionar; y explicar o
enseñar la Palabra de Dios. Las dos cosas tienen que ver con la más
alta instancia de autoridad frente al pueblo de Dios, y Dios no les ha dado esa
autoridad.
Ahora bien, las mujeres
públicamente sí pueden hacer cosas que no estén relacionadas con las instancias
más altas de autoridad. Los pastores, diáconos y líderes hemos anotados algunas
de estas cosas: Orar, cantar o pedir
canciones o himnos, compartir algún testimonio o alguna palabra de exaltación a
Dios, animarnos y conducirnos en los cantos, leer algún pasaje de la Escritura
(sin comentarlo ni explicarlo), levantar las ofrendas, servir el pan y el vino,
y dar los anuncios o promocionar actividades… Siempre que hagan estas cosas en los momentos designados,
y con decoro y respeto (como lo vamos a enseñar el domingo próximo), la mujer
puede y debe hacer eso, como también los varones. Es su libertad como parte del
pueblo de Dios. Es su culto como redimida de Dios. Es su servicio como parte
del cuerpo de Cristo.
Sabemos que esta enseñanza
hace un giro importante respecto de lo que esta iglesia ha venido practicando,
pero estamos seguros de que así debería haber sido. Rogamos que, cuando en los
próximos domingos comience a implementarse, todo se haga en respeto y en paz.
Por mi parte, yo pido
perdón públicamente por no haber enseñado o implementado esto antes, por haber
participado de algún modo en los límites puestos a las mujeres. Fue porque no
empezamos a estudiar este tema antes, fue porque el proceso de estudio y
convicción personal es lento, y fue porque las reuniones y las consideraciones
grupales también son difíciles de concretar. Sea por lo que sea, yo pido
perdón.
El domingo que viene
seguimos especificando algunas cosas en relación con la participación femenina
cuando nos reunimos como iglesia.
III.
Leamos
Hch 2.41-42, 47: “Los que recibieron su mensaje fueron
bautizados, y aquel día se unieron a la iglesia unas tres mil personas. Se
mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el
partimiento del pan y en la oración… alabando a Dios”. Según este pasaje, ¿quiénes eran los que
llevaban a cabo las actividades cuando se reunían como iglesia? … Los creyentes bautizados.[2] Salvo
para escuchar la Palabra de Dios, para todo lo demás es necesario ser creyente y bautizado. ¿Por qué
“creyente”? Es necesario haber sido regenerado espiritualmente por la
gracia de Dios, haberse arrepentido de los pecados, haber confiado en Cristo
como único y suficiente Salvador, haber recibido el perdón de los pecados,
haber recibido el Espíritu Santo, haber sido incorporado espiritualmente a la
iglesia… Si el participante no ha experimentado todo esto, la participación
realmente será vacía o sin sentido. Por ejemplo: öDijimos
que todo aquel que participa del pan y del vino confiesa que ha sido
beneficiado por el perdón de Cristo, y que ahora es parte de la asamblea de
representantes de Cristo. Bueno, ¿cómo puede tener sentido para un no-creyente
participar del pan y del vino, si él todavía no puede confesar que ha sido
beneficiado por el perdón de Cristo, ni que ahora forma parte de la asamblea de
representantes? Sólo tiene sentido para un creyente. öDijimos
que todo aquel que ora entra a la misma presencia del Padre —del Dios con quien
ahora tiene una relación— para adorar y ocuparse de los asuntos de Dios. Bueno,
¿cómo puede un no-creyente entrar a la presencia de Dios, si todavía no tiene
con él una relación abierta, si todavía no puede adorarlo en espíritu, si todavía
no tiene afecto por sus asuntos? La oración sólo tiene sentido para un
creyente. La mayoría de lo que hacemos cuando nos reunimos como iglesia sólo tiene
sentido para un creyente. En
qué exactamente: en la Cena, ¿y las alabanzas públicas comunitarias? ¿Y las
oraciones?
¿Y
por qué bautizados? Porque
Cristo quiere que antes de que los creyentes
participen públicamente en la
iglesia y en relación con la fe, los creyentes se identifiquen públicamente con la iglesia y con la fe. El acto de
identificación pública por medio del bautismo es como la puerta de entrada o la
credencial para el acto de participación pública de otras maneras. Para Cristo
es contradictorio, o al menos desordenado, alguien que quiere expresarse
públicamente en la iglesia respecto de su fe, mediante la Cena o la
oración, sin antes identificarse con la iglesia y con la fe mediante el
bautismo. Para Cristo, esto es primero que aquello. En la ciudad de Guatemala, por la avenida de las Américas, hay una
plazoleta con un monumento a la Argentina. Todos los 17 de agosto un grupo de
argentinos se reúne frente a ese monumento, y rinde un homenaje a San Martín y
a su país, por medio de un discurso público y de ofrendas florales. ¿Qué tal si
Josué se aparece un día en ese acto, y dice: “—Quiero pronunciar un discurso de
homenaje a mi héroe y a mi país?” ¿Qué piensa que le va a pedir el embajador? …
Por lo menos, el pasaporte con el cual se identifica formal y oficialmente como
argentino (seguramente también querría leer el discurso). Antes de participar
como argentino, él debe constatar oficial y formalmente su ciudadanía
argentina. Algo similar sucede con las actividades cuando nos reunimos como
iglesia: primero corresponde que nos identifiquemos públicamente con la fe y
con la iglesia, luego que participemos públicamente en la iglesia en relación
con la fe.
¿Es pecado que un no creyente participe del pan y
del vino, o que ore, o que cante? No digo que descenderá fuego del cielo ni
sobre él ni sobre la iglesia, pero digo que no es el orden; digo que no tiene
sentido ni eficacia, digo que puede producir un efecto contraproducente y el
corazón de los incrédulos. Cuando nos
reunimos como iglesia, sólo deberíamos participar los creyentes bautizados.
El domingo próximo tal vez veamos algunas excepciones en relación con esto.
[1] Acerca
de esta “doctrina”, Gordon Fee sugiere: “Probablemente tiene que ver con un
discurso inspirado por el Espíritu que asumía la forma de una instrucción, y no
con el uso más común que implica alguna forma de enseñanza formal”. En otras
palabras, esta “doctrina” no se trataría de una enseñanza formal o exposición
de las Escrituras, sino de algo más espontáneo y breve. Pero es muy difícil de
precisar qué era exactamente. Ver Fee, Primera epístola a los corintios: 751.
[2] Antes de explicar esto, es muy necesario
aclarar que, al decir “creyentes bautizados”, de ningún modo queremos decir que
en la Biblia se contemple algún tipo de creyente que permanezca indefinidamente
sin bautizarse. En la Biblia no hay ninguna categoría de creyentes que se
quedan permanentemente sin bautizar. No, por el contrario: en la Biblia, todo
creyente se bautiza en un lapso muy corto, a veces inmediatamente. En aquel
tiempo, la gente se bautizaba casi inmediatamente, porque tenía una noción
bastante clara de lo que significaba un bautismo. Hoy en día, sin embargo, la
gente que se convierte a Cristo no tiene una noción clara de lo que significa
el bautismo. Por eso, antes de bautizarla, ella tiene que entender —y nosotros
tenemos que explicarle— que el bautismo es el testimonio público de haberse
arrepentido de sus pecados, de haber confiado en Cristo para perdón, de querer
seguir a Cristo durante el resto de la vida, y de unirse responsablemente a una
iglesia. Apenas haya entendido eso, el creyente tiene que bautizarse lo antes
posible, cuando mucho en un lapso de meses.
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