EL BAUTISMO Y LA EXCOMUNION

Cuando nos reunimos como Iglesia 
EL BAUTISMO Y LA EXCOMUNIÓN
Texto original del mensaje compartido por el Pastor Diego Brizzio el 10/09/2017
Iglesia Cristiana Evangélica “Sígueme”


Imaginate que sos un rey, y que reinás sobre un vasto imperio. Muchas naciones están bajo tu autoridad, pero no podés estar personalmente en todas ellas, y supongamos que tampoco hay medios de comunicación contemporáneos. ¿Cómo harías para comunicar tu voluntad y cuidar tus asuntos en cada nación? Tal vez enviarías embajadores, o emisarios. ¿Y qué tipo de personas deberían ser? Seguramente, querrías que esos representantes pensaran y actuarán como vos. ¿Y qué sucedería si dejaran de pensar y actuar como vos? Seguramente los corregirías, o harías que dejaran de ser tus representantes… Algo similar sucede con Cristo… 
Leamos Mateo 28.18-20 y Mateo 18.15-20. Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mt 28.18–20).  “Por tanto, si tu hermano peca, vé, repréndelo estando tú y él solos. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano; pero si no escucha, toma contigo a uno o dos, para que por boca de dos o de tres testigos quede firme toda palabra. Y si los desoye a ellos, dilo a la iglesia; y si desoye a la iglesia, sea para ti como el gentil y el publicano. De cierto os digo que todo cuanto atéis en la tierra habrá sido atado en el cielo, y todo cuanto desatéis en la tierra habrá sido desatado en el cielo. Otra vez os digo, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidan, les será hecha por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi Nombre, allí estoy Yo en medio de ellos” (Mt 18.15-20).
Hoy, para terminar con la serie “lo que hacemos cuando nos reunimos como iglesia”, vamos a hablar de dos cosas para las cuales también nos reunimos:
El bautismo y la excomunión
Antes de ver específicamente la responsabilidad y la autoridad que la iglesia reunida tiene para bautizar y excomulgar, veamos una verdad que sirve de marco referencial para todo eso:
I.          El Rey y su asamblea de representantes  
El NT presenta o identifica a Cristo y a la iglesia de varias maneras; pero hay una manera que se encuentra particularmente en el evangelio de Mateo, y reflejada en los pasajes que leímos…
A.        Cristo es el Rey. En todo su evangelio, Mateo destaca muy particularmente que el Señor Jesús es el Rey divino que Dios había prometido desde la antigüedad en el AT, el Rey divino designado para gobernar el mundo. Esto queda clara por el hecho de que: öCon él se cumplen las profecías que anunciaban la venida del Rey o Mesías. öLos astrónomos de Oriente vienen buscando al Rey de los judíos. öDurante su ministerio Cristo ostenta toda autoridad: autoridad para perdonar pecados, para expulsar demonios, para enseñar, para sanar enfermedades, para resucitar muertos, para controlar los vientos y el mar, para juzgar, para reinar,[1] etc. öEn el juicio que le hacen (si bien es todo una farsa) queda claro que él es el Rey; öy tras la resurrección también se demuestra que él es el Rey. Él mismo dice: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra”. Autoridad plena, y autoridad universal. Así que, todo el evangelio de Mateo nos presenta a Jesús como el Rey, como el Soberano. Mateo tiene una perspectiva regia o imperial del Señor. Y esto no es una mera metáfora. Es un hecho cierto, una verdad, algo firme y eterno. Toda la autoridad de Dios se concentra hoy en la Persona de su Hijo. De hecho, su reino ya comenzó: su aspecto presente no abarca político todavía, sino sólo espiritual; pero en un futuro, su reino abarcará lo espiritual y lo político. Cristo es el Rey.
B.        La iglesia es la asamblea autorizada de Sus representantes. En Mateo 28.19, el Rey le dice al grupo de los suyos: “Toda autoridad me ha sido dada; por tanto, vayan por todas las naciones… Y he aquí yo estoy con vosotros”. Así que, los discípulos de Jesús, aparte de ser discípulos, también son “enviados del Rey”, emisarios, embajadores o representantes del Soberano. Su función —nuestra función— es hablar y actuar “en el nombre del Rey”, hacer lo que él ha mandado, y de la forma que él lo ha mandado, cuidar muy de cerca los intereses y la honra del Soberano a quien representan. Pablo dice: “Somos embajadores en nombre de Cristo” (2 Co 5.20). Ahora bien, que los embajadores actuemos y hablemos en nombre del Rey, significa que él nos ha investido de una autoridad delegada, de su propia autoridad. Si para representarlo hacemos lo que él nos mandó, de la forma en que él lo indicó, entonces lo que hacemos y hacemos tiene su regio respaldo, tanto si se trata de algo personal como de algo corporativo o en asamblea. Esto también se ve muy bien en Mateo 18.18, 20: “…Si la persona no acepta la decisión de la iglesia, trata a esa persona como a un pagano… Les digo la verdad, todo lo que prohíban en la tierra habrá sido prohibido en el cielo, y todo lo que permitan en la tierra habrá sido permitido en el cielo… Pues donde se reúnen dos o tres en mi nombre, yo estoy allí entre ellos”. Está claro: cuando la iglesia se reúne en el nombre de Cristo, para hacer lo que él mandó, de la forma que él lo mandó, cuenta con Su regia autoridad. Cuando la asamblea de los representantes del Rey se reúne para ocuparse de un asunto del Rey, y de acuerdo con la Palabra del Rey, esa asamblea tiene la autoridad del Rey. Está absolutamente respaldada por él. Debemos tomar consciencia de esta realidad, hermanos.
Así que, hermanos queridos, Cristo es el Rey, y la iglesia es asamblea de representantes del Rey, autorizada por él. Esta presentación de Cristo y la iglesia es especialmente importante para las dos actividades que vamos a ver ahora:
II.         Responsabilidad y autoridad de la iglesia respecto del bautismo
El bautismo —ese acto de sumergir y sacar a una persona del agua— es muy importante para Cristo, porque mediante ese acto se reconocen oficialmente los nuevos representantes del Rey, los nuevos embajadores. ¡Eso es muy importante! Por eso le ha encomendado a la iglesia que lleve a cabo el bautismo con mucho cuidado, siguiendo Sus indicaciones. Tres cosas que la iglesia debe hacer con la autoridad del Rey, conforme a su Palabra:
A.        Hallar en la persona evidencias bíblicas de que ahora pertenece al Rey. Antes de bautizar a una persona, la iglesia debe haber hallado en ella algunas evidencias de que esa persona ya es de Cristo. Hay dos extremos en que podemos caer al buscar esas evidencias: el primero es que busquemos evidencias demasiado elevadas (por ejemplo, que haya dejado ya todos los pecados ¿?); y el segundo extremo es que nos conformemos sólo con que la persona diga: “—Me quiero bautizar”. Debemos cuidarnos de no caer en estos extremos. En condiciones normales de vida y salud de la persona, las evidencias bíblicas que debemos buscar hoy en nuestro medio son estas tres: öLa persona debe tener una conciencia de haberse arrepentido de sus pecados, y de haber confiado en Cristo como el único y suficiente Salvador. öLa persona debe mostrar un interés genuino por seguir a Cristo y seguir aprendiendo de él… öY la persona debe dar muestras de sentirse parte de la comunidad, habiéndose reunido regularmente desde su profesión de fe. Así que, dada la importancia del bautismo, y puesto que es la asamblea de representantes del Rey, la iglesia, antes de bautizar a alguien, tiene la responsabilidad y la autoridad de buscar estas evidencias en la persona. Si NO las encuentra, no debería bautizar. Si las encuentra, entonces debe proceder con autoridad al próximo punto:
B.        Declarar oficialmente que la persona es un nuevo representante del Rey. Cuando el Rey dice que debemos bautizar “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, quiere decir que, mientras bautizamos, tenemos la responsabilidad y la autoridad para decir o declarar oficialmente a todos los presentes que esta persona ahora está directa y responsablemente asociada o identificada con la persona de Dios; es decir, que esta persona se ha apegado a Dios y su autoridad, y ahora es Su representante. Puesto que hemos hallado evidencias de que esta persona es de Cristo, como iglesia tenemos la responsabilidad y la autoridad de declarar oficialmente que esa persona ahora es un nuevo embajador del Rey; y de ese modo lo sumamos o incorporamos a nuestra asamblea. Luego de haber hecho esto, la iglesia hace también lo siguiente:
C.        Seguir enseñando a la persona a guardar todo lo que mandó el Rey. Cuando dice: “Enseñándoles a guardar todas las cosas que os mandé, Cristo quiere decir que la iglesia tiene la responsabilidad y la autoridad para ser la enseñadora de esa persona, para enseñarle a guardar todas las cosas que Cristo el Rey ha mandado. La iglesia debe responsabilizarse de formar a esa persona, para que se asemeje a Cristo. Deberá hacerlo con las enseñanzas generales y corporativas, pero también con acercamientos  personales, cara a cara, escuchándola, acompañándola, instruyéndola más particularmente, animándola, amonestándola, y hasta aplicando ciertas medidas que la hagan reflexionar, arrepentirse y restaurarse.
Así que, como asamblea de representantes del Rey, autorizada por Él, la iglesia tiene la responsabilidad y la autoridad de hacer estas tres cosas respecto del bautismo. Haciéndolo conforme a su Palabra, tiene todo el respaldo de Cristo. Todo esto es muy importante.
III.        Responsabilidad y autoridad de la iglesia respecto de la excomunión
La excomunión también es muy importante para Cristo, porque mediante ese acto se deja de reconocer oficialmente que una persona es representante del Rey, o embajador suyo. ¡Eso sumamente importante! Por eso le ha encomendado a la iglesia que lleve a cabo la excomunión con mucho cuidado, siguiendo Sus indicaciones. De ese modo, esa excomunión estará respaldada con Su autoridad. Veamos cuál es la responsabilidad y la autoridad de la iglesia respecto de la excomunión:
A.        Asegurarse de que se trata de un pecado visible, grave e impenitente. Mateo 18, y otros pasajes de la Biblia, enseña que la iglesia debe asegurarse de lo siguiente: öDe que el supuesto representante de Cristo ha cometido un pecado, es decir, la violación de algo ciertamente bíblico, no de una tradición humana, ni mucho menos de un capricho. öDe que el pecado es grave (no podemos explayarnos aquí lo que significa “grave”). öDe que el pecado es visible o comprobado. No debe ser un pecado supuesto o imaginado. Debe ser probado o evidenciado. öY por último, debe asegurarse de que la persona se mantiene impenitente ante el pecado, de que no da muestras de arrepentimiento ni de querer abandonarlo, ni siquiera después de haber sido corregida repetida y progresivamente. Así que, la iglesia debe asegurarse de que se trata de un pecado visible, grave e impenitente. Si se trata de un pecado así, entonces viene el otro punto:
B.        Declarar oficialmente que ya no considera a esa persona como representante del Rey. Cristo nos indicó: “Si desoye a la iglesia, sea para ti como el gentil y el publicano”. Un genuino representante de Cristo, habría querido honrar al Rey, y se habría arrepentido en alguna de las instancias correctivas previas de la iglesia. Pero esta persona no lo ha hecho. Por tanto, la iglesia debe dejar de considerarla como representante o embajadora del Rey. Esa persona debe dejar de formar parte oficial de la asamblea. En 1 Co 5.2, 4-5 Pablo se refiere a un supuesto hermano que está cometiendo impenitentemente una especie de incesto con su madrastra, y dice: “¿No debierais más bien lamentarlo y haber quitado de en medio de vosotros al que cometió tal acción? … En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesucristo, el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús… Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros”. Y en Tito 3.10-11, escribe: “Al que cause divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo, sabiendo que el tal se ha pervertido, y que peca y está condenado por su propio juicio”. Así que, en casos de pecados graves, visibles e impenitentes, la iglesia tiene la responsabilidad y la autoridad de declarar oficialmente que ya no considera a una persona como representante del Rey.
C.        Negarle la Cena del Señor, y cuidar su influencia para con la iglesia. Solamente en este punto, la iglesia debe impedir que alguien participe de la Cena del Señor. Antes no. No debe impedirle que visite la iglesia, ni mucho menos que escuche la Palabra, pero sí debe negarle la Cena. Porque la Cena simboliza comunión con la iglesia y con Cristo, y ahora esa persona ya no la tiene. Aparte, la iglesia debe tener muchos cuidado de que esa persona no corrompa a otros hermanos, ni los conduzca por un camino semejante.
Hermanos, Cristo es el Rey, y la iglesia es la asamblea de sus representantes. Siempre que hagamos lo que él nos mandó, y de la forma que él nos indicó, contamos con su autoridad y respaldo. Entre lo que debemos hacer, tenemos la responsabilidad y la autoridad de bautizar, para reconocer nuevos representantes del Rey; y de excomulgar, para dejar de reconocer a alguien como representante del Rey. Que el Señor nos ayude a hacer esto de una forma fiel. Amén.



[1] (Mt 9.6; [Mr 1.27; Lc 4.36, Mt 10.1]; Mt 7.29; Mt 9.6-8; [Mt 25.31-46; Jn 5.22, 27; Hch 10.42; 17.31]; [Mt 19.28; 26.64 Dn 7.13-14]).

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