Patito feo
Patito feo
Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com
Todos conocemos, aunque sea a grandes rasgos, el famoso
cuento escrito por el dinamarqués Hans Christian Andersen en 1843. Un huevo de
cisne que por esos intrincados caminos de la vida, va a parar por error a una
granja de patos. Cuando todos los huevitos eclosionan, las diferencias no
tardan en aparecer. Obviamente el cisne parece ser más feo, torpe, grande y
desproporcionado en comparación con sus “hermanitos” los patitos. Y es que
evidentemente es un ser distinto.
El rechazo, el aparteid, la indiferencia del resto del grupo
se hacen más y más crudos y vehementes, inclusive su propia “mamá pata” lo vapulea
por ser como es. Triste, apartado, solitario, logra verse en el espejo de agua
de un estanque y su figura distorsionada por el movimiento del agua le hace
sentir un ser realmente feo y abominable. Una mamá cisne, pasa por allí en ese
momento, reconoce en él a la bellísima ave que será algún día cuando crezca, y
lo adopta en su familia con amor y ternura de madre. Es así como el “patito
feo” se va con su nueva familia alegre y feliz ante el asombro de los patos,
que antes le prodigaron todo tipo de desprecios y ahora vienen a ser la parte
fea de la historia.
Los primeros destinatarios del cuento fueron los niños, con
la intención de proporcionarles un mensaje que les ayudara con su autoestima y
a resolver sus diferencias, pero es triste decir que hoy es una penosa realidad
tanto en los niños como entre los adultos de hoy y aún dentro de ciertos grupos
y comunidades denominadas “cristianas”.
Debo confesar que en el transcurso de muchos años, me ha
tocado estar en ambos lados de la calle. Digo: tanto haber sido parte de “los
normales” como ser el “patito feo” del grupo. En ciertos grupos y comunidades,
ser diferente, algo mayor que la mayoría del resto del grupo; no poseer lo que
en los estándares “comúnmente aceptados” sería un buen parecido; ello unido a
pensar distinto, tener códigos y escalas de valores no incorrectas, pero a
todas luces divergentes del resto, me fue llevando a ser el “patito feo” del
grupo. Y con ello pude experimentar el rechazo, el aparteid, las actitudes
descalificantes y desvalorizantes, la exaltación de los desaciertos en desmedro
de las virtudes y los logros. Finalmente, uno comienza a creer que es realmente
“el feo del grupo” y que no tiene más posibilidades de nada.
Sin embargo, Dios siempre estuvo poniendo a mi lado “mamás
cisne” para hacerme notar a quién realmente pertenezco; los aspectos buenos y
positivos de mi vida, que no todo es torpeza ni desacierto en ella; que aún
tengo mucho de bueno para dar y que finalmente, siendo como soy, tomado de la
mano de Dios es justamente como puedo ser de bendición para los demás.
Patos y cisnes son generalmente torpes en tierra, pero
hábiles nadadores en el agua. Dios: eres el viento que me empuja hacia tus
cálidas y mansas aguas…
Porque
somos hechura suya, creados en Cristo
Jesús para buenas obras, las cuales Dios
preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.
(Efesios 2:10 RV60)
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