Cuando el árbol nos tapa el bosque
Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com
Los que saben, coinciden todos en afirmar que un duelo es
una de las situaciones más difíciles de elaborar. Es un proceso que por ser de
nivel inconciente que no se pone en evidencia claramente, no se percibe a
simple vista, pero que sin que uno se dé cuenta de ello, consume ingentes
cantidades de la energía vital de las personas. Sobreviene entonces, la
sensación de cansancio, desánimo, desgano, agotamiento e inclusive depresión en
ciertos casos y no sabemos porqué.
Pero un duelo no solamente se desencadena a raíz de la
triste y lamentable partida hacia la eternidad de un ser amado. La pérdida del
trabajo, una ruptura, una separación, una partida, inclusive la pérdida de un
objeto o un bien; no importa su valor material, sí en gran manera su valor
afectivo; también pueden ser determinantes de una situación de duelo.
Pero aún hay más. El no poder lograr lo que tanto deseamos
es capaz de generar un duelo. Hay períodos en la vida en que nos encontramos
profundamente desmotivados. Nada nos conforma, nada nos entusiasma. Las cosas
que hemos logrado comienzan a perder valor y unas cuantas bendiciones recibidas
se pierden tras un velo de apatía.
Es así como la desesperanza y la frustración comienzan en
mayor o menor medida, a ganar terreno sobre la fe y la esperanza. “¡Dios no me
quiere!” “¡Dios no me está bendiciendo!” son pensamientos comunes que cruzan
por nuestra mente. Y es que intento tras intento, en el transcurso del tiempo,
hemos estado fracasando en alcanzar ese sueño tan anhelado, tan preciado. Tal
vez el sueño de la casa propia tarda en concretarse, hemos afrontado el fracaso
escolar de un hijo, perdimos o no pudimos
alcanzar un bien o un objeto de elevado valor para nuestro corazón, o el
ascenso en el trabajo se frustró. Es cuando, precisamente, el árbol tapa el
bosque.
Unas noches atrás, al final de uno de esos “días D” en la
oficina, una reflexión sobrevino en mi mente mientras habría la pesada puerta
para salir del edificio. Poco más de un año atrás, estaba sin trabajo. Había
sido despedido sin explicación alguna una semana antes de Navidad. Una mañana,
en la búsqueda de un nuevo trabajo, había pasado por ese mismo lugar, frente a
esa misma puerta que hoy abría para salir, diciéndole a Dios “Señor! ¿Dónde
está mi oportunidad?”. Lo que menos me imaginaba entonces, es que justamente
tras esa misma puerta estaba la oportunidad por la que clamaba a Dios. Ello no
me hizo olvidar los tropiezos, decepciones y sinsabores laborales que he
tenido, pero me motivó a pensar en las bendiciones que Dios ha estado poniendo
en mi camino y no las supe valorar por estar obsesionado con otras cosas.
También me sirvió para entender el origen de mi cansancio y depresión. ¡Sin
saberlo he estado consumiendo demasiada energía vital elaborando el duelo de un
árbol tapándome todo un bosque!
Bendiciones tienes. Que los “No” o “Todavía no” de parte de
Dios no sean el árbol que tape el bosque pleno de bendiciones que Dios derrama
sobre ti.
Estad
siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con
vosotros en Cristo Jesús. No apaguéis al Espíritu.
(1 Tesalonicenses 5:16-19 RV60
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