Creo, por eso a veces dudo
Creo,
por eso a veces dudo
Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com
“Proposición
que se asienta por firme y cierta y como principio innegable de una ciencia”.
“Fundamento o puntos capitales de todo sistema,
ciencia, doctrina o religión”.
Son algunas de las acepciones que el diccionario de la
R.A.E. asigna a la palabra “dogma”.
Es decir: “esto es así y no de otra manera”.
Nuestra fe no se trata de la aceptación pasiva y/o sumisa
de un conjunto de enunciados y/o bases establecidas por la institución
religiosa o sus pastores, sobre la iglesia, la vida, Dios y la espiritualidad;
sino que resulta ser más bien, el acto voluntario de hacerse con “la certeza de lo que se espera, la
convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1).
Es por eso que a veces, debo reconocer que la duda me
inquieta. Y en este sentido, debo reconocer, además, que ha habido períodos en
mi vida donde he disfrutado y gozado de una íntima comunión con Dios. Otras
veces, en cambio, la relación con El ha sido tensa, ríspida, tirante, áspera.
Y este año no ha sido la excepción. El primer
día de la semana, el primer día del mes y el primer día del año coincidieron en
un mismo día. Ese día decidí comenzar a congregarme en una nueva comunidad.
“¡Este año será su año!”, “¡Dios quiere prosperarle!”, “¡Profetizo que de aquí
a … meses ocurrirá un gran milagro en su vida!”, etc., etc., etc. son cosas que
escuché desde el primer día del año. Hoy, a pocos días del final del año, debo reconocer con sinceridad
que ninguna de estas cosas ocurrió. No por lo menos en esa magnitud.
Bendiciones, hubo, no lo puedo negar, y sería muy ingrato de mi parte si no lo
reconociera. Pero también es cierto que he tenido que lamentar importantes
retrocesos. Muchas veces me he encontrado pensando que después de remar la vida
y las circunstancias con un tremendo esfuerzo y quedar extenuado y agotado, muy
lejos de arribar a buen puerto parece que hubiese estado remando hacia atrás.
Conformándome con “bendicioncitas” a
cuentagotas en el medio de las arenas quemantes del desierto cuando lo que se
esperaba es que los cielos se vinieran abajo en una lluvia torrencial de
bendiciones.
Parece una queja, pero en realidad sólo intento ser
objetivo en el enunciado de cosas que pasaron… o no pasaron. Por eso digo: Bendiciones
hubo, pero en el medio de retrocesos y me tuve que conformar y dar gracias porque
la cosa pudo haber sido mucho peor. No sé si esto habla bien de quien esto
escribe. Pero ser creyentes no nos hace más ni mejores personas que los
incrédulos. En todo caso, sin importar las circunstancias, nuestra fe en
realidad, muy lejos de elevarnos a nosotros mismos, exalta el Señorío de
Cristo, quien vino a este mundo a vivir nuestras penurias y dio su vida en
rescate por nuestros pecados.
Abraham se pasó toda una vida y terminaron sus días sobre
esta tierra sin poder ver la grandeza de la bendición que Dios le había
prometido. Antes, Moisés no entró en la Tierra Prometida
y Elías, mucho tiempo después, cayó en estado depresivo cuando pusieron precio
a su cabeza y ante la ausencia circunstancial de respuestas de parte de Dios.
Mefi-Boset, hijo de Jonatán, nieto de Saúl, se pasó una gran parte de su vida
aislado y oculto en Lodebar hasta que por fin pudo sentarse a la mesa del rey.
El asistente de Elías le señaló una pequeña nube en el
cielo, del tamaño de la palma de una mano. Cuando nadie presagiaba una mínima
llovizna, esa pequeña nubecita resultó ser el augurio, el anticipo, la señal de
que la bendición de la lluvia torrencial estaba próxima. Mefi-Boset asistió
temeroso a su primer cita con el rey David. Moisés no pudo ver con sus ojos
carnales la Tierra
Prometida, pero la vio con la visión de su espíritu. Y
Abraham recibió un anticipo de la Promesa, cuando avanzada su edad y sin haber
podido tener hijos, un niño le fue anunciado por el ángel del Señor.
Hoy, mientras transito mi Lodebar a la espera de ser
llamado a sentarme en la Mesa del Rey, con mis pies en esta tierra, pero con la
visión en la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve,
convirtiendo pesadillas en sueños… Creo, por eso a veces dudo.
Conforme a la fe
murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo,
y saludándolo, y confesando que
eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Porque los
que esto dicen, claramente dan a
entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de
donde salieron, ciertamente tenían
tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor,
esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse
Dios de ellos; porque les ha preparado
una ciudad.
(Hebreos 11:13-16 RV60)
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