Mensajes
Mensajes
Por Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com
Autorizado para ser publicado en
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ay mensajes y mensajes… Los hay claros y
contundentes. Hay mensajes subliminales que llegan y envenenan el alma
subrepticia y silenciosamente. Hay mensajes directos e indirectos. Hay mensajes
de amor y los hay también de odio. Hay mensajes superficiales, que pronto se
olvidan... o que tal vez vale la pena olvidar. Algunos se expresan con
palabras. Otros con gestos, actitudes, imágenes… No importa el modo ni los
medios de expresión.
En este siglo XXI con la asombrosa evolución y
simbiosis de los medios tecnológicos de la información y las
telecomunicaciones, nuestras vidas han experimentado un impredecible cambio de
rumbo. Vivimos literalmente “bombardeados” por mensajes desde todas partes.
Medios masivos como radio y televisión; diarios y revistas; publicidades
urbanas cada vez más sofisticadas; la telefonía celular y las computadoras; han
transformado nuestras vidas en un constante receptor de mensajes hasta tal
punto que entre tan enorme maraña, muchas veces de tanta luz, no se ve nada.
Pero entre toda esta vorágine de mensajes, también los
hay de esos que provienen desde lo profundo del corazón y su destino es lo más
hondo de las almas. Esos que el mundo tiende a rechazar, pero que vienen impregnados
con esa impronta inconfundible de Cristo. Ese grato olor fragante, ese bálsamo
para el alma que trae consigo la paz y la dulzura de la incomparable unción del
Espíritu de Dios.
Pero… ¿cómo hacen estas personas para decir lo que
dicen? Pues, bien: no hay secretos. Los mensajes más auténticos y profundos son
los que muchas veces provienen del dolor… o en todo caso, de un corazón
quebrantado –que no es lo mismo, aunque el efecto final sea bastante parecido.
Un corazón quebrantado está literalmente desnudo,
expuesto en todo su ser. Adán en el Paraíso, le dijo a Dios: “-Estaba desnudo,
tuve miedo y me escondí.” No le dijo: “-Me dio vergüenza, sentí pudor” o cosas
por el estilo. ¡Se dio cuenta de que todo su ser había quedado expuesto ante la
mirada de Dios y eso le causó un gran temor!
Desnudar el alma no es cosa sencilla. Pero cuando
el corazón se quebranta ante Dios, es cuando quita los cerrojos y abre
finalmente las puertas de su alma para que ilumine la luz de Cristo. Tal vez lo
que se ve no sea justamente bonito, aunque sea expresado en términos elegantes,
pero es necesario que así sea.
La mujer que trajo la vasija de alabastro con el
perfume de nardo puro ante Jesús, podría haber simplemente vertido su
contenido. En cambio, optó por romperla. Por ello, otra vez digo: Cuando el
corazón se quebranta se rompen los cerrojos del alma, ilumina la luz de Cristo
y se libera el perfume del alma como un prisionero sin sus pesadas cadenas que
lo atan a este mundo.
Cuando un corazón se quebranta, es cuando está en
condiciones de ver y de percibir lo que los otros no pueden ver ni sentir, más
allá de los sentimientos y de la razón. Asoma la empatía, la comprensión y un
hombro presto para servir de apoyo al dolido, para llevar consuelo a un corazón
quebrantado.
Estos mensajes, entre tanta vorágine superficial e
interesada, entre tanta apatía e indiferencia; no pueden pasar inadvertidos, toda
vez que tienen un único y exclusivo canal: la bella unción del Espíritu de
Dios.
Pues
me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. Y estuve entre vosotros
con debilidad, y mucho temor y temblor;
y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana
sabiduría, sino con demostración del
Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los
hombres, sino en el poder de Dios.
(1 Corintios 2:2-5 RV60)
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