"La Roca" Nro.73-NOVIEMBRE/2016

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Cierto día, papá estaba muy ocupado en casa.Súbitamente entró su pequeño hijito de cinco años dispuesto a ayudar. Para no frustrar los nobles sentimientos de su corazoncito, pensó en una tarea. Entonces, tomó el diario que se hallaba sobre su escritorio y lo abrió en una página con un enorme mapa mundial. Lo cortó a mano en muchos pequeños pedacitos, los mezcló bien y junto con un rollo de cinta adhesiva se los entregó al niño para que rearmara el mapa del mundo, pensando que la tarea lo mantendría entretenido un largo rato. 

Pocos minutos después, el pequeñín ¡volvió con el mapa perfectamente armado! ¿Cómo hizo? Se preguntaba el papá sorprendido. 

-Detrás del mapa había una figura de un hombre. Respondió el nene. 

-Arreglé al hombre y me quedó el mundo bien… agregó. 

¡Cuántas, cuántas, pero cuántas son las veces que como personas, como comunidad, como iglesia, queremos y aún pretendemos cambiar al mundo que nos rodea, no importa si en ello tenemos empeñados y comprometidos nuestros mejores esfuerzos, oraciones y las más bellas intenciones del corazón! 

Y en tal empresa nos olvidamos que los primeros que tenemos que experimentar un cambio, una transformación profunda, somos –repito– primero nosotros mismos.  

Es que no hay comunidades transformadas sino hay transformación primero en cada uno de los individuos que la proponen, quieren y realmente desean.  

"No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta." Romanos 12:2 (RVR1960) 

El Señor tenga a bien bendecir tus días, hoy y siempre. 

Tu hno. Luis C. G. 

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