PARTICIPACION DE LA MUJER-RAZONES Y MODOS
Mensaje compartido por el Pr. Diego Brizzio el 01 de Octubre de 2017
Iglesia Cristiana Evangélica "Sígueme"
España 155 - Godoy Cruz - Mendoza
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El domingo pasado vimos “lo que puede y lo que no
puede hacer la mujer cuando nos reunimos como iglesia”. Lo que no puede hacer es:
interrumpir los mensajes de Dios, y enseñar o explicar la Palabra de Dios. Y lo que sí puede hacer es: orar,
compartir algún testimonio o alguna palabra de exaltación a Dios, cantar o
pedir canciones o himnos, animarnos y conducirnos en los cantos, leer algún
pasaje de la Escritura (sin comentarlo ni explicarlo), levantar las ofrendas,
servir el pan y el vino, y dar los anuncios o promocionar actividades… Hasta
ahora, ellas no hacían esto, pero dijimos que desde ahora sí podrán hacerlo.
Lo que hoy vamos a considerar es: Por qué la mujer no
puede interrumpir ni exponer una enseñanza de Dios, y cómo la mujer debe hacer
en público lo que puede hacer. En otras palabras, veremos…
Razones y modos para la participación de la mujer
(Su
participación pública cuando nos reunimos como iglesia)
Vamos
primero con…
I.
Por qué la
mujer no puede interrumpir ni exponer una enseñanza de Dios
1 Co 14.34-35: “34vuestras mujeres
callen en las congregaciones, porque no les es permitido hablar, sino que deben
estar sujetas, como también la Ley lo dice. 35Y si quieren aprender
algo, pregunten en casa a sus maridos, porque es indecoroso que una mujer hable
en la congregación”.
1 Ti 2.11-14: “11La mujer aprenda en
silencio, con toda sujeción. 12No permito a la mujer enseñar, ni
ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio, 13pues Adán
fue formado primero, después Eva; 14y Adán no fue engañado, sino que
la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión.”
En los mensajes o
enseñanzas generales, Dios mismo está comunicándole a su pueblo doctrina, ética
y dirección; Dios mismo está comunicándole a su pueblo en qué debe creer, cómo
debe vivir, y hacia dónde debe dirigirse. Ese es el momento definitorio por
excelencia, es la instancia en que con autoridad se pronuncia lo que debe ser
recibido y obedecido por todos. Es un momento solemne, más de lo que nosotros
creemos. Lamentablemente nosotros solemos tomarlo con liviandad. Bueno, es para
este momento que Dios ha mandado que la mujer haga silencio. Es para esa
instancia que Dios ha prohibido que la mujer enseñe, y que interrumpa con preguntas,
aportes, correcciones, etc.
La pregunta que nos hacemos
ahora es: ¿por qué se le prohíbe enseñar y se le manda silencio? Y la respuesta
es: porque hay un orden, un principio que en ese momento la iglesia debe tener en
cuenta, aceptar y respetar. ¿Cuál es ese orden o principio? Es el que ha
quedado establecido en la creación del ser humano, de Adán y Eva, en particular
en tres hechos fundamentales: (1)
“Adán fue formado
primero, después Eva” (1 Ti 2.13). Respecto de la cronología, Adán
fue formado antes, Eva después. (2)
“El varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón” (1 Co 11.8). En
relación con la materia o la sustancia, Adán no fue hecho a partir del cuerpo
de Eva. ¿A partir de qué fue hecho Adán? … A partir del polvo de la tierra. Eva
sí fue formada a partir del cuerpo del varón. ¿A partir de qué parte, específicamente?
… De una de sus costillas. Así que, materialmente el varón es la fuente, el
punto de origen o la materia prima de la mujer. (3) “El varón no fue creado por causa de la mujer, sino la mujer
por causa del varón” (1 Co 11.9). Respecto del motivo, Adán no tuvo
su razón de ser en Eva, no le debió su existencia a ella. ¿Cuál fue la razón de
ser más básica de Adán? … El labrado o la administración del mundo. En cambio,
Eva sí tuvo su razón de ser en Adán, ella sí debió su existencia a Adán. ¿Cuál fue
precisamente el motivo o la razón? Ayudar y acompañar a Adán.
Así que, en la creación,
Adán tiene anterioridad o precedencia; Adán es fuente o punto de origen, y Adán
es causa o motivo. Según Dios, estos tres hechos fundamentales de la creación establecen
el siguiente orden o principio: El
varón define. Este es el orden o principio que la iglesia debe tener en
cuenta, aceptar y respetar en los mensajes y enseñanzas. El varón es quien representa
—y debe representar— a Dios frente al pueblo de Dios en los momentos
definitorios. El varón es quien en nombre de Dios le dice con autoridad al
pueblo de Dios en qué debe creer, cómo debe vivir y hacia dónde debe dirigirse.
Y también el varón es quien podría interrumpir un mensaje, si realmente fuese
necesario. Hermanos, en los momentos definitorios de la asamblea, la mujer
debe permanecer callada. Dios no le da permiso ni para interrumpir, ni para enseñar.
Cuando Pablo le dice a las
mujeres que “deben
estar sujetas” (1 Co 14.34), y que deben
permanecer “con toda sujeción” (1 Ti
2.11), usa la palabra griega de la familia hupotasso, que precisamente significa “bajo orden”. Así que Pablo está diciendo “que
respeten el orden de Dios”.
Este orden o principio no
tiene absolutamente nada que ver con las capacidades personales, ni con la
dignidad, ni con ninguna otra cosa más allá de las tres que mencionamos. Dios
sólo establece ese orden para que, en los momentos definitorios, no haya caos
ni choque, sino un responsable ya designado.
Al escuchar esto, alguien podría
decir: “—No es justo que los varones tengan este privilegio, y las mujeres no”.
Pero yo les digo: es verdad que en cierto sentido es un privilegio definir de
parte de Dios delante del pueblo de Dios, pero también es verdad que en otro
sentido es una carga, y una carga bien pesada, una gran responsabilidad.
Es causante de mucha tensión emocional, de una fuerte lucha espiritual, de largas
horas de trabajo mental, de insomnio nocturno, de acidez y gastritis, de críticas
fraternales, de tiempo que no se pasa con la familia, etc. Así que, si alguna mujer
quiere verlo como la privación de un privilegio, véalo así; pero quizá debería
verlo mejor como la concesión de un alivio, o la liberación de una carga.
Aparte, tenga presente que
lo dicho hasta aquí es aplicable solamente a interrumpir y exponer una
enseñanza delante del pueblo de Dios reunido como tal (la iglesia convocada
como iglesia). En privado ella pueda corregir al predicador, y en grupo
ella puede enseñar. Y todavía más: ella hasta tiene el deber de ayudar en esas
esferas…
II.
Cómo debe la
mujer hacer lo que tiene permitido en público
Lo
que queremos decir es con qué tipo de actitudes o de conductas debería la mujer
orar, compartir algún testimonio o alguna
palabra de exaltación a Dios, cantar o pedir canciones, animarnos y conducirnos
en los cantos desde el frente, levantar las ofrendas, servir el pan y el vino, etc.
¿Cómo debe participar en esas actividades que tiene permitidas? Vamos a leer
dos pasajes. Primero…
1 Co 11.3-10: “3Pero quiero que sepáis que Cristo
es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios es la
cabeza de Cristo. 4Todo varón que ora o profetiza con la cabeza
cubierta, deshonra su cabeza. 5Pero toda mujer que ora o profetiza
con la cabeza descubierta, deshonra su cabeza, porque es lo mismo que si se hubiera
rapado. 6Si la mujer no se cubre, que se corte también el cabello; y
si le es vergonzoso a la mujer cortarse el cabello o raparse, que se cubra. 7El
varón no debe cubrirse la cabeza, pues él es imagen y gloria de Dios; pero la
mujer es gloria del varón, 8pues el varón no procede de la mujer,
sino la mujer del varón; 9y tampoco el varón fue creado por causa de
la mujer, sino la mujer por causa del varón. 10Por lo cual la mujer
debe tener autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles.”
Este pasaje tiene cosas
que están bien claras, y cosas que, a causa de ambigüedades lingüísticas y
desconocimiento cultural, están bastante oscuras. Las cosas que están claras son dos: la conducta de las
mujeres corintias, y las consecuencias en la iglesia y en las visitas. En
cuanto a la conducta de las hermanas de Corinto, es claro que ellas habían
dejado de usar, o se negaban a usar, una prenda o accesorio, una especie de
chal que les cubría la cabeza. En aquella cultura y aquel tiempo, se esperaba
que todas las mujeres usaran ese chal cuando salían de casa y se mostraban en
público; pero las hermanas de Corinto, cuando estaban en el culto, no querían
usarlo. En cuanto a las consecuencias de esa conducta en la iglesia y en las
visitas, es claro que estaban acarreando vergüenza y deshonra, tanto para
sí mismas, como para los maridos o varones en general. Es decir, no usar ese
chal era, para aquella cultura, un signo de que la mujer le estaba faltando el
respeto a su marido, y se estaba rebajando también ella misma.
Luego, las cosas oscuras de este pasaje también son
dos: el significado exacto de ese chal en
aquella cultura, y las razones por las cuales las creyentes ya no querían
usarlo. ¿Qué significaba que las mujeres usaran ese chal en aquella cultura?
No hay suficiente información para asegurar cuál era la razón. Tal vez significaba
que aceptaban la autoridad masculina; o tal vez era parte del decoro sexual, usado
para cubrirse el cabello para no provocar a los varones. Esta opción es más
probable. ¿Y cuáles eran las razones por las que estas creyentes ya no
usaban el chal? No hay suficiente información para asegurar cuál era el
significado. Tal vez es porque querían imitar a las mujeres ricas, las cuales
no lo usaban en público (a ellas no les importaba qué sentían los varones). Tal
vez no lo usaban porque estaban llevando a un extremo la doctrina de que en
Cristo mujeres y varones son iguales, y ellas querían ser como los varones:
“—Si ellos no usan este chal, y nosotros somos iguales, entonces nosotros
tampoco queremos usarlo”.
Lo cierto es esto: las
mujeres oraban, profetizaban y participaban en el culto con una conducta que, a
los ojos de aquella cultura, era irrespetuosa. Entonces, ante esa conducta y
esas consecuencias, Pablo presenta el siguiente principio, principio que sigue
vigente hoy en día: La mujer no debe participar de las actividades del culto
con algún tipo de actitud o conducta que, culturalmente, sea considerada liberal,
o irrespetuosa o deshonrosa, en particular respecto de su marido, aunque
también respecto del resto. Por el contrario, debe participar de un modo notablemente
ubicado, respetuoso y honroso, tanto para sí misma, como para su marido y para
el resto. (Por supuesto, este principio, es muy válido también para los varones.)
öCiertamente, la forma en que la mujer se viste para
el culto puede ser irrespetuosa. Ya vamos a hablar de eso en el próximo pasaje.
Pero hay otro tipo de conductas: öQue una mujer insinúe o diga explícitamente algo
feo de su marido mientras ora, o mientras da un testimonio, eso es irrespetuoso
(salvo que él esté de acuerdo). öAlgunas veces, cuando se predica sobre los
matrimonios, y el predicador dice algo que favorece a las esposas, puede verse
a mujeres codeando al marido, o mirándolo acusadoramente, de modo que muchos
pueden ver eso. ö Una mujer una vez se paró al frente y se quejó de algo
que habían hecho los pastores. Esa es una conducta irrespetuosa. Ella podía
quejarse, pero no en público, sino en privado. Veamos otro pasaje:
1 Ti 2.1, 9-10: “1Exhorto ante todo, a que se hagan
rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres… 9Asimismo,
que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia: no con
peinado ostentoso, ni oro ni perlas ni vestidos costosos, 10sino con
buenas obras, como corresponde a mujeres que practican la piedad”.
Pablo está hablando del
momento de la oración en la iglesia, del culto público y de la participación
femenina, y dice que ella debe cuidar su forma de vestir. Básicamente, son dos
las cosas que indica:
Una forma sencilla de
vestir: quiere decir una forma
no ostentosa, no demasiado cara, no re-producida ni recargada, etc.
Una forma decente de
vestir: quiere decir, una forma
que no muestre zonas ni partes íntimas, provocando o evocando los instintos
sexuales del varón (que son estimulados por la vista). Hermanas, cuidado con lo
corto o abierto, lo apretado y lo transparente. öLo corto o abierto: escotes, minifaldas, puperas,
etc. öLo apretado: jeans, calzas, etc. öLo Transparente…
Es inaceptable que las
mujeres participen en las actividades del culto público (y en realidad también
fuera de casa) mostrando, marcando o sugiriendo demasiado explícitamente sus
partes íntimas. Una mujer no puede orar, conducir el canto, dar testimonio público, distribuir el pan y el vino… vestida
de un modo provocativo. A propósito: también es inaceptable que padres o madres
cristianos animen a sus hijas jóvenes a mostrar su cuerpo, sólo “porque son
jóvenes y bonitas”, o sólo “porque ahora pueden hacerlo”. Deberían enseñarles y
practicar la decencia y el pudor.
Para las reuniones de
iglesia, las mujeres cristianas no deben vestirse mal, ni fuera de moda, ni
feamente. Pueden embellecerse y adornarse, si quieren; pero deben hacerlo
sencilla y decentemente.
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