Vuelo por instrumentos
Vuelo por
instrumentos
Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiairo.com
Cierta oportunidad supe de la increíble aventura de un
piloto civil que volaba su propio avión durante una noche de gruesos nubarrones
y estuvo a punto de estrellarse.
Volaba en una densa noche sin luna por sobre una espesa
formación nubosa. A las personas en el suelo, les tapaban las estrellas pero en
su avión particular, podía volar por sobre ellas. Arriba un cielo espectacular
lleno de estrellas. Por debajo, en lugar de las luces de la ciudad, un denso
mar de nubes.
Así estuvo volando por más de una hora, hasta que salió de
la formación nubosa, y para su amarga sorpresa, en lugar de aparecer las luces
de la ciudad y la potente antorcha del faro cerca de la costa, se hallaba en el
medio del mar.
Invadido por el desconcierto, la angustia y la desesperación
comenzó a llamar frenéticamente por la radio del avión hasta que un barco le
respondió y le proporcionó el dato de su posición. Se encontraba a trescientos
kilómetros mar adentro, al este de la ciudad de destino. Con el combustible
justo alcanzó a volver y llegar sano y salvo sin estrellarse en el medio del
mar.
¿Qué había sucedido? En aquella época, las comunicaciones no
estaban tan avanzadas ni unidas a la informática como en la actualidad, pero
existían radiofaros y sistemas de posicionamiento locales que a través de los
instrumentos del avión, le proporcionaban a los pilotos precisiones suficientes
sobre posición, rumbo y altitud. Sin embargo, nuestro piloto en un exceso de
confianza en sí mismo y en su experiencia, había decidido guiarse sólo por su
intuición e instinto; tan sólo había dejado librada la navegación a su propio
parecer, en una noche densa y oscura. Sin tener las luces de la ciudad como
punto de referencia, un viento de cola lo había empujado a gran velocidad, a
trescientos kilómetros de la costa sin poder percatarse de ello.
Y así somos muchas veces los creyentes. A menudo olvidamos
el hecho de que somos seres espirituales inmersos en la densa oscuridad de un
mundo en donde gruesos nubarrones nos tapan permanentemente las luces de
nuestra Ciudad de Destino. Vientos espirituales nos empujan de aquí para allá
sin que podamos percatarnos de ello. Nuestro parecer con frecuencia nos engaña,
nuestras emociones se equivocan. Es más fácil de lo que podemos imaginarnos,
perder el rumbo. No es de extrañarse que aún los más experimentados creyentes a
veces tengan dificultades con esto.
Por esto, nuestro amado Dios nos ha dejado un poderoso
tablero de instrumentos, un verdadero manual de navegación para cruzar las
regiones celestes sin perderse y sin estrellarse en el intento: La Biblia, su
Palabra.
Aunque a veces no la entiendas, aunque a veces lo que diga
te parezca disparatado y sin razón, aunque a veces lo que Dios dice y te ordena
esté completamente fuera del mapa de tus pensamientos y de tu racional parecer,
continúa leyendo, continúa confiando, continúa obedeciendo. Más adelante, en
algún punto de tu recorrido hallarás aliviado cuánta razón tenía, o acudirás
desesperado por auxilio como el piloto guiado por su propio parecer.
Los hombres somos generadores de circunstancias. Dios es
trazador de destinos.
¡Cuán
dulces son a mi paladar tus palabras!
Más que la miel a mi boca. De
tus mandamientos he adquirido inteligencia;
Por tanto,
he aborrecido todo camino de mentira.
Lámpara
es a mis pies tu palabra, Y lumbrera a
mi camino.
(Salmos 119:103-105 RV60)
Aviso Legal: La imagen que ilustra el presente
artículo es propiedad de www.devocionaldiario.com
Todos los
derechos reservados.
Comentarios
Publicar un comentario
Tu comentario nos interesa