El Equipo Ganador

EL EQUIPO GANADOR
Síntesis del mensaje compartido por Jonathan Miranda el 08/01/2017
IGLESIA CRISTIANA EVANGELICA “SIGUEME”
España 155 – Godoy Cruz – Mendoza – Argentina



Este mensaje lo titulé “El equipo ganador”. ¿Y a qué puedo estar haciendo alusión cuando hablo del “Equipo Ganador”? A la Iglesia. Nosotros como iglesia somos el equipo ganador.

Como Iglesia, nosotros ya sabemos nuestro destino. Nuestro final es un final feliz. Por medio de la Biblia sabemos que somos más que vencedores (Romanos 8:37), que ya tenemos la corona incorruptible (I Pedro 5:4), que podemos ir de gloria en gloria (II Corintios 3:18), que todo lo puedo en Cristo que me fortalece (Filipenses 4:13).

Saber esto, puede jugarnos como tanto a favor, o como tanto en contra. ¿A qué me refiero con esto? Que estas palabras para nosotros pueden ser muy ALENTADORAS, como así también ADORMECEDORAS.

¿Qué pasa cuando nosotros vemos un partido en vivo y en directo? ¡Lo vivimos con toda la emoción! Pero, ¿qué pasa si nosotros lo volvemos a ver después? Ya no tiene la misma emoción. Las expectativas obviamente bajan, porque ya sabemos quién ganó.

En este sentido, como iglesia, podemos llegar a una etapa de adormecimiento. Claro, si total, yo ya soy salvo. Nos podemos llegar a conformar con esto y dejar de lado lo que Dios tiene para nuestra vida.

Leamos Romanos 8:28-39. Un texto muy conocido, pero viene bien de vez en cuando refrescarlo.

Y sabemos que a los que aman a Dios,  todas las cosas les ayudan a bien,  esto es,  a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció,  también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo,  para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó,  a éstos también llamó;  y a los que llamó,  a éstos también justificó;  y a los que justificó,  a éstos también glorificó. ¿Qué,  pues,  diremos a esto?  Si Dios es por nosotros,  ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo,  sino que lo entregó por todos nosotros,  ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios?  Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará?  Cristo es el que murió;  más aun,  el que también resucitó,  el que además está a la diestra de Dios,  el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo?  ¿Tribulación,  o angustia,  o persecución,  o hambre,  o desnudez,  o peligro,  o espada? Como está escrito:
 Por causa de ti somos muertos todo el tiempo;
 Somos contados como ovejas de matadero. Antes,  en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte,  ni la vida,  ni ángeles,  ni principados,  ni potestades,  ni lo presente,  ni lo por venir, ni lo alto,  ni lo profundo,  ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios,  que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
(Romanos 8:28-39 RV60)

MAS QUE VENCEDORES

La primera parte dice “Y sabemos que a los que aman a Dios…” En alguna oportunidad me tocó hablar de esto. Basado en I Juan 4:19-20. ¿Cómo puedes decir que amas a Dios y aborreces a tu hermano? ¿Cómo puedo saber cuánto amo a Dios? Bueno, tener que buscar en la persona de tu hermano, al que menos estimás, al que menos querés… bueno, hasta ahí llega tu amor hacia Dios. Dios una y otra vez en la Biblia nos dice que debemos amar a nuestros hermanos, que amemos inclusive a nuestros enemigos.

Y justamente esa es la situación acá: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas ayudan a bien…” Es una tremenda bendición de que en Dios TODAS las cosas nos ayudan a bien. No solamente las cosas buenas. Las cosas malas también nos ayudan a bien. Es una gran bendición saber que una situación ya sea buena o mala es tanto de bendición para esa persona, como para todos los que lo rodean. ¿Cómo puede ser que seamos bendecidos todos los que rodeamos a una situación? Es algo increíble, es algo que solamente Dios lo puede hacer. Que Dios puede estar bendiciéndonos mediante una situación en particular, tanto como hermanos, como iglesia en general.

En vers. 29 dice: “porque a los que antes conoció,  también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo” y 30 dice: “Y a los que predestinó,  a éstos también llamó;  y a los que llamó,  a éstos también justificó”. No voy a ahondar mucho sobre esto, pero sí, quiero destacar que una parte de la iglesia, nos hemos adormecido pensando en el tema de la predestinación. Nos quedamos en la comodidad de que si esa persona murió sin Cristo estaba predestinada para eso. Es muy simple pensar en esto: todos los que van al cielo es porque Dios los eligió y todos los que van al infierno es porque Dios así lo ordenó. Entonces, nos quedaríamos todos en casa, no saldríamos a predicar. La Biblia nos enseña que NOSOTROS SOMOS LOS ENCARGADOS DE IR. ¿Cómo van a escuchar si no tienen quién les predique? (Romanos 10:14).

Lamentablemente por nuestra condición de no querer ser llenos del espíritu, o no querer cumplir, hacer lo que Dios nos dice, no damos el fruto como dice a Parábola del Sembrador (Mateo 13:3-9). Nosotros estamos capacitados para dar mucho fruto hasta ciento por uno.

Y yo me preguntaba para mí y lo quiero compartir con la Iglesia: ¿estoy dando fruto hasta el ciento por uno? Estamos capacitados, tenemos la armadura de Dios (Efesios 6:11-17).

Vers. 31 dice: “¿Qué,  pues,  diremos a esto?  Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” Una obviedad: Dios Todopoderoso, el que puede y sabe todas las cosas, si Dios está con nosotros, quién podrá CONTRA nosotros? Pero muchas veces necesitamos recordar esto, necesitamos que alguien nos lo diga porque vivimos como si esto no fuera así.

Vers. 33: “¿Quién acusará a los escogidos de Dios?  Dios es el que justifica.” No hay nadie que nos pueda acusar y prevalecer en esta situación porque tenemos ABOGADO (I Juan 2:1). Sabemos que tenemos el PERDÓN ASEGURADO. Y por más que Satanás nos acuse y nos traiga a la mente algún pecado, que de hecho lo hace, nosotros tenemos a Jesús, nuestro ABOGADO. Él dice: “YO PAGUÉ”. Y ¿Quién condenará?
En el mismo capítulo, en Romanos 8:1 dice: “ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús”  y agrega: “los que no andan conforme a la carne,  sino conforme al Espíritu”. Es decir, mientras estemos en el Espíritu, no hay nada que nos pueda condenar. Estando en la carne hay alguien que nos pueda llegar a señalar, y encima, ¡con razón!

Vamos a pasar el vers. 37, donde dice: “Antes,  en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte,  ni la vida…” ni nada…

¡YO ENCONTRÉ ALGO QUE NOS PUEDE SEPARAR DEL AMOR DE DIOS!

¿Qué puede ser esto que nos puede separar del amor de Dios?

La respuesta es… ¡NADA!

¿Qué esperaban que dijera? ¡NADA PUEDE SEPARARNOS DEL AMOR DEL SEÑOR! ¡NADA!

¡Ni siquiera nuestro pecado, ni siquiera nuestro pasado, ni siquiera lo que nosotros pensamos de nosotros mismos!

Dice: “Con amor eterno te he amado” (Jeremías 31:3). No es circunstancial el amor de Dios.

Veamos esta ilustración: hay uno que tira de un carro. Hay uno que lo empuja y está ayudándolo. Hay otro que está sobre la rueda. Cuando la rueda gira, va a estar subiendo y bajando; subiendo y bajando. Hay otro que está arriba del carro. En vez de ayudar a empujar el carro, está arriba del carro. Y después está el último, que está frenando el carro. Y por allá se ve otro carro que está andando. Lo ha pasado al carro que estábamos viendo. Como quién dice, le está ganando la carrera.

Acá hay cinco clases de personas:

-El productor: el que tira del carro, que sabe a dónde ir, qué hacer y es emprendedor. Toma plena responsabilidad por su trabajo y así aporta muchísimo a la organización de la empresa. Esto fue adaptado, no para la iglesia, sino para una empresa. Pero ¿se entiende? Es el que la tiene clara. Se echa la responsabilidad al hombro y va para adelante.

-El hacedor más eficiente: Es el que está empujando el carro. Tiene una inmensa voluntad para trabajar. Es un ayudante ideal del productor.

-El hacedor menos eficiente: Es el que está sentado arriba del carro. Tiene algo de voluntad para ayudar. Pero hace lo suyo y se sienta.

-El que está en la rueda: Su rendimiento sube y baja. Deja el trabajo más difícil para los demás y es una fuente potencial de problemas.
Y por último,

-La persona supresiva: Intenta constantemente destruir la operación, bajo una máscara amable. Es una amenaza muy peligrosa.

La Iglesia, no es una Empresa. La Iglesia es un Organismo Vivo. Hay algunas diferencias importantes respecto de esto, pero sí hay alguna relación, ya que tanto en la Iglesia como en una Empresa, HAY PERSONAS. Y las personas tienen conductas tanto de un lado como del otro. Siguen siendo PERSONAS.

 Cualquiera de nosotros podría encasillarse en alguno de estos comportamientos. Lo más probable es que ni te pongas en los extremos, es decir ni en el Productor ni en el Supresivo, pero sí que busques los ejemplos del medio.

Lo cierto es que como Iglesia, no existen cinco posiciones como en la ilustración. Hay DOS POSICIONES en las que podemos llegar a estar.:

-SOS ESPIRITUAL o…
-SOS CARNAL

 O somos guiados por el Espíritu de Dios, o somos guiados por la Carne.
O estamos llenos del Espíritu de Dios o estamos llenos de Carnalidad.

No hay términos medios, esto es así. Si les preguntara: ¿cuánto tiempo estás lleno del Espíritu Santo? Tal vez podrías responderme en días, horas, minutos… esto quiere decir que el resto del tiempo, estás viviendo en la carnalidad. O avanzas o retrocedes.

Leamos Gálatas 5:16, las obras de la carne y el fruto del Espíritu.

Digo,  pues:  Andad en el Espíritu,  y no satisfagáis los deseos de la carne.
(Gálatas 5:16 RV60)

Hay otra versión más feliz que dice: “andad en el Espíritu PARA no satisfacer los deseos de la carne”. No se puede mezclar, andar en el Espíritu y andar en la carne. Si andas en el Espíritu es imposible que andes en la carne. O estás de un lado o estás del otro. Y ya conocemos el fruto de la carne, todo lo pecaminoso. Y “el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22 y 23).

Nosotros como Iglesia fuimos llamados a hacer muchas cosas, en la Biblia hay muchos pasajes que nos dicen “te recomiendo que hagas esto”, “te ordeno que hagas esto”. Como p.ej. amar a tu prójimo como a ti mismo (Lucas 10:27), aconsejar (I Tesalonicenses 5:14), bendecir y no maldecir (Colosenses 4:6; I Tesalonicenses 5:15), interceder (Santiago 5:16), a vivir por fe (Romanos 1:17; Hebreos 11:6), Arrepentirte de todo corazón de tus pecados (Hechos 2:38). Cuando no haces estas cosas, obviamente la carne se apodera de nosotros. Lo que Dios no quiere que hagamos, es que seamos guiados por la carne.

En ese caso estamos siendo como estos personajes, estamos FRENANDO EL CARRO. No contribuyendo para que la Iglesia avance. Es como a veces pasa en los equipos de fútbol, que hay gente pagada para que el equipo pierda. Cuando no hacemos lo que Dios nos ha dicho, estamos jugando para el equipo contrario, para que no se cumpla la Gran Comisión (Mateo 26:19 y 20), que es la tarea principal que Dios nos dejó como Iglesia.

Yo fui llamado a los 19 años, y no respondí inmediatamente. Hoy me arrepiento y pido perdón a Dios y a la Iglesia por haberme demorado tanto en responder. Estuve jugando “para el otro equipo”, estuve jugando en contra, por no haber respondido a la voz del Señor “Heme aquí”.
El Señor llama y uno decide responder o no responder. Y cuando uno no responde, lamentablemente no estamos participando de la Obra del Señor.

¿Cómo puede ser que la tarea principal de la Iglesia sea “id por el mundo y predicad el evangelio…” y no lo esté haciendo? ¡Qué bueno que esta Iglesia se está levantando en ese sentido! ¡Qué bueno sería que al menos una de cada diez personas en una congregación fuera llamada a la tarea misionera! ¡Por lo menos el 10% de una Iglesia tienen que salir!  Y el otro 90% apoyándole con oración y ofrendas.

Si bien como Iglesia por ahí hemos estado dormitando. También en algunas cuestiones de nuestras vidas, que sepamos que en ÉL somos más que vencedores y que es mérito de ÉL, no es por nosotros. Cada uno tiene su don para construir, para fortalecer a la Iglesia, pero esto lo tenés que ocupar, permanentemente, constantemente.

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